miércoles, noviembre 02, 2016

Porfirio Diaz el heroe olvidado, Capitulo XXVI

PIAXTLA
23 DE SEPTIEMBRE DE 1865.

Con esa pequeña fuerza el General Díaz se dirigió al día siguiente a Piaxtla y Chinautla, que son dos pueblos unidos, situados también en el Estado de Puebla, en busca de algunos fondos que se proponía obtener exclusivamente del cura; porque hay allí muchos santos que entonces erán dueños de varios manantiales y aguas salobres, cuyas cosechas de sal constituian los fondos de cada santo, destinados a costear los gastos de sus respectivas fiestas anuales. Era seguro por esta razón que el Cura no podía negarle esos fondos, pues en los libros de contabilidad de cada cofradía debía constar la existencia como en efecto constaba; y aunque su petición al cura fue modesta porque le pidió a cada santo la mitad de su existencia, el cura manifestó que no tenía en caja porque para no conservarlo sin producto lo había repartido en el comercio a intereses.

El General Díaz lo obligó sin embargo a recoger la cantidad pedida y el cura estuvo haciendo esa colecta en el comercio tardandose lo más que podía, con objeto de dar tiempo a que llegara de Acatlán un escuadrón de traídores que mandaba el Teniente Coronel Carpintero. Aunque el General Díaz no sabía el objeto de la dilación del cura, si sospechó algo de él y no quiso pernoctar en el pueblo de Piaxtla; y cuando ya comenzaba a anochecer emprendió la marcha, diciéndole al cura que al día siguiente volvería por el resto de las cuotas que le había señalado.  No era su propósito tomar la vía de Acatlán, pero la tomó para desorientar al cura y al vecindario.  Casi en los suburbios de Piaxtla se encontró con el escuadrón del Teniente Coronel Carpintero, y batiéndolo con los pocos hombres, bien montados, que habían entre los que formaban su fuerza, logró derrotarlos y llevarlos por toda la vía semicarretera, encerrado por dos cercas de mampostería seca o cercas de piedra suelta que formaba los dos lados del camino.  Por consiguiente ni unos ni otros podian salir de aquel carril, y los llevaron en derrota por dos o tres millas, recogiendo muchas armas y caballos ensillados que abandonaban, pues para salir fuera del cercado tenían los perdedores que dejar sus monturas, habiéndo capturado cosa de 60.  Temiendo que en Acatlán hubiera fuerzas superiores a la suya y comprendiéndo que el botín lo ponía en malas condiciones para combatir,las fuerzas de la República marcharon rápidamente al pueblo de Tecomatlán con el fín de dar algún reposo a sus soldados y caballada, lugar a propósito pues quedaba el Río Mixteco que estaba bastante crecido, entre Acatlán y Tecomatlán.

Al día siguiente se incorporó el Teniente Coronel Don Juán José Cano, procedente de Tlapa, con 78 infantes, y bajo un gran chubasco pasaron el río a la altura del pueblo de Tepetlapa, pueblo que era muy amigo del General Díaz, donde permanecieron tres o cuatro días más porque no cesaba de llover ni de día ni de noche.  En Tepetlapa lo alcanzó y se pusó a sus órdenes con 30 caballos, el Guerrillero Tomás Sánchez que murió poco después, en la acción de Omitlipa,

TULCINGO
1o. DE OCTUBRE DE 1865.

En la madrugada del día 1o de octubre de 1865 cesó la lluvia y el General Díaz comprendió que era el momento oportuno para batir al Coronel Visoso que con una pequeña columna de 300 infantes y 50 caballos estaba acuartelado en Tulcingo, pues le pareció muy natural que el primer día útil, después de aquellas lluvias y mal acuartelados como estaban, pensaran en limpiar su armamento, y que la hora más propicia para caerles, serían las 9 o 10 de la mañana.

Antes que amaneciera emprendieron su marcha para Tulcingo y ya muy cerca del pueblo en que había una calina de por medio, encontraron a un hombre que venía con el pretexto de traer pán a Tepetlapa, pueblo donde hay muchos panaderos.  Al General Díaz le pareció  desde luego muy sospechoso ese comercio y entendió que era un explorador de Visoso, en efecto con algunas amenazas (y una buena calentadita) le confesó que era un espía y le dió algunas notas importantes, entre otras, que ciertamente la tropa se ocupaba en limpiar sus armas.  Despues de un ataque sorpresa, combinado y muy rápido sobre el atrío y templo, que era el lugar donde el enemigo se encontraba acuartelado, lograron rendirlo, no obastante que hizo mucha resistencia hasta los últimos momentos, ocasionando pérdidas de consideración, pues recogieron cuarenta muertos del campo de batalla, Visoso había huido con sus caballos dejando en  poder de los liberales toda la infantería con sus armas, sus utiles de banda y 3 mil y tantos pesos en oro que tenía su pagaduría

Como era natural, entre la clase de gente que el General Díaz había reclutado, había encontrado dueño dicha cantidad, suponiéndo que le era legalmente su primer ocupante, tuvo el General Díaz gran dificultad para convencerlos de que eso no debía entenderse así, entonces nombró pagador al Lic. Miguel Guerrero, que se le había incorporado en Piaxtla y allí comenzó su contabilidad en toda esa campaña que se cerró después de ocupar la Capital de la República.


Al día siguiente se organizó a los prisioneros formando dos compañías que pomposamente llamaron batallones, dando a mandar una al Mayor don Juán José Cano, que era un oficial de los que se habían incorporado en Tecomatlán, y la otra al entonces Teniente Don Mucio Martínez.  Con su fuerza aumentada así el General Díaz, emprendió su marcha para Tlapa del Estado de Guerrero, y en esa travesía se le incorporó el Coronel José Segura y Guzmán, procedente de la Mixteca, que se presentó al rumor de la aparición por esos rumbos del respetado y admirado General Porfirio Díaz, con algunos hombres montados y armados.

Proximo capitulo: 
VISITA AL GENERAL JUAN ALVAREZ EN LA 
PROVIDENCIA y OCUPACION DE TLAPA

Porfirio Diaz el heroe olvidado, Capitulo XXVI

PIAXTLA
23 DE SEPTIEMBRE DE 1865.

Con esa pequeña fuerza el joven General Díaz se dirigió al día siguiente a Piaxtla y Chinautla, que son dos pueblos unidos, situados también en el Estado de Puebla, en busca de algunos fondos que se proponía obtener exclusivamente del cura; porque hay allí muchos santos que entonces erán dueños de varios manantiales y aguas salobres, cuyas cosechas de sal constituian los fondos de cada santo, destinados a costear los gastos de sus respectivas fiestas anuales. Era seguro por esta razón que el Cura no podía negarle esos fondos, pues en los libros de contabilidad de cada cofradía debía constar la existencia como en efecto constaba; y aunque su petición al cura fue modesta porque le pidió a cada santo la mitad de su existencia, el cura manifestó que no tenía en caja porque para no conservarlo sin producto lo había repartido en el comercio a intereses.

El General Díaz lo obligó sin embargo a recoger la cantidad pedida y el cura estuvo haciendo esa colecta en el comercio tardandose lo más que podía, con objeto de dar tiempo a que llegara de Acatlán un escuadrón de traídores que mandaba el Teniente Coronel Carpintero. Aunque el General Díaz no sabía el objeto de la dilación del cura, si sospechó algo de él y no quiso pernoctar en el pueblo de Piaxtla; y cuando ya comenzaba a anochecer emprendió la marcha, diciéndole al cura que al día siguiente volvería por el resto de las cuotas que le había señalado.  No era su propósito tomar la vía de Acatlán, pero la tomó para desorientar al cura y al vecindario.  Casi en los suburbios de Piaxtla se encontró con el escuadrón del Teniente Coronel Carpintero, y batiéndolo con los pocos hombres, bien montados, que habían entre los que formaban su fuerza, logró derrotarlos y llevarlos por toda la vía semicarretera, encerrado por dos cercas de mampostería seca o cercas de piedra suelta que formaba los dos lados del camino.  Por consiguiente ni unos ni otros podian salir de aquel carril, y los llevaron en derrota por dos o tres millas, recogiendo muchas armas y caballos ensillados que abandonaban, pues para salir fuera del cercado tenían los perdedores que dejar sus monturas, habiéndo capturado cosa de 60.  Temiendo que en Acatlán hubiera fuerzas superiores a la suya y comprendiéndo que el botín lo ponía en malas condiciones para combatir,las fuerzas de la República marcharon rápidamente al pueblo de Tecomatlán con el fín de dar algún reposo a sus soldados y caballada, lugar a propósito pues quedaba el Río Mixteco que estaba bastante crecido, entre Acatlán y Tecomatlán.

Al día siguiente se incorporó el Teniente Coronel Don Juán José Cano, procedente de Tlapa, con 78 infantes, y bajo un gran chubasco pasaron el río a la altura del pueblo de Tepetlapa, pueblo que era muy amigo del General Díaz, donde permanecieron tres o cuatro días más porque no cesaba de llover ni de día ni de noche.  En Tepetlapa lo alcanzó y se pusó a sus órdenes con 30 caballos, el Guerrillero Tomás Sánchez que murió poco después, en la acción de Omitlipa,

TULCINGO
1o. DE OCTUBRE DE 1865.

En la madrugada del día 1o de octubre de 1865 cesó la lluvia y el General Díaz comprendió que era el momento oportuno para batir al Coronel Visoso que con una pequeña columna de 300 infantes y 50 caballos estaba acuartelado en Tulcingo, pues le pareció muy natural que el primer día útil, después de aquellas lluvias y mal acuartelados como estaban, pensaran en limpiar su armamento, y que la hora más propicia para caerles, serían las 9 o 10 de la mañana.

Antes que amaneciera emprendieron su marcha para Tulcingo y ya muy cerca del pueblo en que había una calina de por medio, encontraron a un hombre que venía con el pretexto de traer pán a Tepetlapa, pueblo donde hay muchos panaderos.  Al sagaz General Díaz le pareció  desde luego muy sospechoso ese comercio y entendió que era un explorador de Visoso, en efecto con algunas amenazas (y una buena calentadita) le confesó que era un espía y le dió algunas notas importantes, entre otras, que ciertamente la tropa se ocupaba en limpiar sus armas.  Despues de un ataque sorpresa, combinado y muy rápido sobre el atrío y templo, que era el lugar donde el enemigo se encontraba acuartelado, lograron rendirlo, no obstante que hizo mucha resistencia hasta los últimos momentos, ocasionando pérdidas de consideración, pues recogieron cuarenta muertos del campo de batalla, Visoso había huido con sus caballos dejando en su poder de los liberales toda la infantería con sus armas, sus utiles de banda y tres mil y tantos pesos en oro que tenía su pagaduría.

Como era natural, entre la clase de gente que el General Díaz había reclutado, había encontrado dueño dicha cantidad, suponiéndo que le era legalmente su primer ocupante, tuvo el General Díaz gran dificultad para convencerlos de que eso no debía entenderse así, entonces nombró pagador al Lic. Miguel Guerrero, que se le había incorporado en Piaxtla y allí comenzó su contabilidad en toda esa campaña que se cerró después de ocupar la Capital de la República.


Al día siguiente se organizó a los prisioneros formando dos compañías que pomposamente llamaron batallones, dando a mandar una al Mayor don Juán José Cano, que era un oficial de los que se habían incorporado en Tecomatlán, y la otra al entonces Teniente Don Mucio Martínez.  Con su fuerza aumentada así el General Díaz, emprendió su marcha para Tlapa del Estado de Guerrero, y en esa travesía se le incorporó el Coronel José Segura y Guzmán, procedente de la Mixteca, que se presentó al rumor de la aparición por esos rumbos del respetado y admirado General Porfirio Díaz, con algunos hombres montados y armados.

Proximo capitulo: 
VISITA AL GENERAL JUAN ALVAREZ EN LA 
PROVIDENCIA y OCUPACION DE TLAPA