jueves, junio 22, 2017

Porfirio Diaz el heroe olvidado, Capitulo XL

ASALTO DE PUEBLA 
2 DE AB RIL DE 1867.

A las 3 menos 15 minutos de la mañana del día 21 de abril de 1867, el General Porfirio Díaz, dió la orden de romper el fuego en brecha sobre las trincheras del Carmen y cuando estuvieron agotadas las municiones de artillería  que no eran muchas, ordenó el movimiento de la primera columna de ataque falso. Esta marchó vigorosamente sobre la trinchera del Carmen, siendo recibida desde que el enemigo pudo sentir su movimiento, con vivo fuego a metralla y retrocedió en desorden y con fuertes pérdidas, como unos 100 metros antes de llegar a la trinchera, pues su ataque era largo y en  llanura limpia. Destacó inmediatamente a la segunda columna que llegó hasta la contraescarpa y fue también rechazada, y luego la tercera que avanzó un poco más, pues no sólo llegó a la contraescarpa sino que intentó pasar el foso y dejó algunos cadaveres dentro de él, y fue también rechazada.


En estos momentos, mandó un toque convenido de clarín, dió la orden de incendiar el lienzo preparado, que significaba la orden de asalto general y que niguno podía dejar de ver, puesto que estaba en la cúspide del mismo cerro.

Aquel silencio que había permanecido toda la noche se vió interrumpido de pronto por un fuego general, tanto de las columnas asaltantes, como de los defensores de las trincheras y de los coronamientos que el enemigo tenía en los edificios altos y balcones, que formaban un canal de fuego por donde los asaltantes tenían que pasar antes de tocar una trinchera.

El General en Jefe de la Línea de Oriente de este ataque había reunido un gran número de Jefes y Oficiales que sucesivamente se le habían ido presentando y que no teniendo servicio que darles, los había armado y formado con ellos una Legión de Honor, pero a media noche de la víspera del ataque los dividió previamente en grupos de a cinco hombres, armados todos con mosquetes cortos y ordenes a cada Jefe de grupo que se posesionaran de las escaleras que estaban abandonadas en la parte de la ciudad que ocupaban éllos y que habían pertenecido al servicio de alumbado público, para que en los momentos que las columnas iniciaran sus respectivos ataques, estos grupos escalando los balcones de todas las manzanas que estuvieran ecerradas entre dos ataques y por las azoteas o por las horadaciones, vinieran a introducir el desorden entre los edificios de dichas cuadras que a la sazón debían estar preocupadas en las defensas de sus respectivas trincheras.

Distribuyó otra parte de esa Legión de Honor, en grupos de cuatro personas cada uno y designó a cada grupo una manzana para que colocado un oficial en cada esquina, por donde ya hubieran pasado las columnas de asalto, hicieran el servicio de policia para evitar los desmanes que la tropa vencedora intentara cometer en la ciudad.  La señal para el movimiento de esos grupos, sería el paso de las columnas.

El fuego vivísimo de la fusilería y de cañón no duraría en todo su vigor, arriba de 10 minutos, y a los 15 minutos ya no quedaban defendiendose mas que las torres de Catedral y las alturas de San Agustín y del Carmen, las columnas rechazadas por el Carmen, volvieron de nuevo a la carga y penetraron por el mismo punto por donde habían sido rechazadas, cuando el ataque se hizo general en toda la ciudad.

Los cerros que no sólo no habían sufrido ataque alguno sino que habían sido reforzados con la mayor parte de los prófugos de la ciudad, hacían fuego de artillería muy vivo sobre toda ella; y principalmente sobre las calles por donde podían ver las masas de los soldados republicanos, pues esto pasaba cuando ya la luz del día era clara.

El enemigo habia tenido cuidado de situar sus trincheras al principio de cada calle, con objeto de que la continuacion que le servia de campo de tiro fuera ocupada respectivamente por tiradores que metia por horadaciones de uno y otro lado hasta la esquina en cada caso; por consiguiente, los asaltantes de cada trinchera tenian antes de tocarla, que penetrar por un canal de fuego que despedian las ventanas bajas, las aspilleras, los balcones y las azoteas, más el fuego de artillería y fusilería que a lo largo de la calle despedia la trinchera. En algunos casos ese canal de fuegos laterales era de hasta cien metros de largo.

En estas condiciones estaba la trinchera de la calle de la siempreviva que tocó asaltar al comandante Carlos Pacheco que peleo con gran brio. Al comenzar su asalto no solo lanzaban desde las azoteas granadas de mano y tiros de fusil, sino grandes granadas puesto que solo tenian que encenderlas y dejarlas caer. Un casco de esas granadas hirió al comandante Pacheco en una pantorrilla y sin embargo de que perdia tambien muchos hombres en su columna, avanzo hasta la trinchera. Arrojados alli los sacos de paja que traian muchos de los soldados con objeto de pasar los fosos, pudo pasar Pacheco uno de los primeros y alli tambien fue herido en una mano. Siguio sin embargo hasta la esquina de la plaza, y alli un tiro de metralla disparado desde el atrio de catedral, puso fuera de combate a algunos de los soldados de su columna y a él le rompió el muslo izquierdo. En esos momentos uno de sus soldados lo tomó en brazos para pasarlo por un lugar menos enfilado por los fuegos del enemigo y otro golpe de metralla le rompio el brazo derecho y los dos al soldado que lo conducia. Era el momento que llegaban a la plaza las primeras columnas asaltantes que mandaba el coronel Luis Mier y Teran y el coronel Juan de la Luz Enriquez.

El Teniente Coronel Juan de la Luz Enriquez, tuvo ocasión de proteger  a los Tenientes Figueroa y Santiago.  Porque se batian fuertemente con una fuerza replegada en el Portal del Cazador, en donde fué gravemente herido y muerto poco después el Teniente Santiago Pou, de origen español.

Esta batalla lo calificó El General Porfirio Díaz, como un acto heroíco, llena de actos de entrega y arrojo de sus subordinados que sin la educación necesaria y solamente movidos por un gran valor asaltaron las fortificaciones y tomaron la línea de defensa a pesar del nutrido fuego de fusilería y de las granadas de mano que se les arrojaba de los balcones y azoteas lucharon como verdaderos hombres de acción, para obtener esta importante victoria durante la Guerra de Intervención Francesa.

A continuación el parte que brindó el General Porfirio Díaz, al Ministro en Washington, con respecto al asalto y toma de Puebla.

"Acabamos de tomar por asalto la Plaza, el Carmen y demás puntos fortificados que el enemigo tenía en la Ciudad de Puebla, quitándole un numeroso tren de artillería y un depósito abundante de parque. Don Mariano Trujeque, Don Febronio Quijano y otros 20 Jefes y Oficiales traidores fueron hechos prisioneros y fusilados con arreglo a la Ley.

Una parte de la guarnición enemiga se ha refugiado en los cerros de Loreto y Guadalupe, en espera del auxilio que trae, Don Leonardo Márquez y éste, según los informes de mis exploradores, pernoctó ayer en San Nicolás con una división de 3 mil o 4 mil hombres y diez u ocho piezas de artillería.  Aun no puedo decir a usted las operaciones que me propongo ejecutar, pero si me creo en aptitud de asegurarle, que los cerros sucumbirán y Márquez será batido si no regresa luego que sepa el reves que sufrieron sus complices.

En  uno u otro caso, muy pronto estaré sobre el valle para acudir en auxilio del Ejercito del Norte o emprender sobre México, según mejor convenga.

Sírvase usted poner lo expuesto en el conocimiento del C. Presidente de la República.

Independencia y República, Zaragoza, 2de abril de 1867.
-Porfirio Díaz-C. Ministro de Guerra y Marina."

CAPITULACION DE LOS CERROS DE
LORETO Y GUADALUPE
4 DE ABRIL DE 1867.

Ocupada la ciudad, quedaban los cerros de Loreto y Guadalupe, que por espacio de dos o tres horas gastaron muchos proyectiles sobre el ejército de Gobierno.


El primer cuidado del General Díaz fue recoger toda la artillería que el enemigo había dejado en los puntos retrincherados de la plaza y comenzar a moverla hacía los cerros con objeto de preparar un nuevo asalto iniciado con un cañoneo general y vigoroso.

El General Francisco Leyva que había sido llamado el 1o. de abril con objeto de que tomara parte en el asalto, no pudo estar a la hora citada, porque era mucha la distancia, y el General Díaz no podía anticiparle más el aviso por temor de que se precipitara.  Así es que llegó entre nueve y diez de la mañana con 1,000 caballos, 1,000 infantes y dos obuses de montaña.

Una vez tomada la plaza casi no había un saldado de los que tomaron parte en el asalto que conservara un cartucho en su cartuchera, pero entre los distintos almacenes que tenía el enemigo, había en el Convento de Santa Inés una gran catidad de municiones.  De suerte que mandó municionar tanto a los asaltantes como a la fuerza que había qudado de reserva,  cuyas cartucheras habian vaciado para mal surtir las de los primeros, y procedió al trabajo de incorporar en los batallones a los prisioneros de clase de tropa asegurando convenientemente a los Jefes y Oficiales. Distribuyó el vestuario que el enemigo tenía en sus almacenas e hizo todos loas preparativos necesrios para pasar una revista de guerra el día siguiente.

En todo el dia 3 estuvo colocando  tuberías en obras pasajeras que tenian por objeto batir a los dos cerros.  como disponía de toda la artillería y las municiones que había dejado el enemibo, que eran muchas, comprendió bien el enemigo los resultados del cañoneo con que iba a iniciar el ataque.  Además había visto llegar el día 2 a las nueve de la mañana al General Leyva co 2,000 hombres de las tres armas, y sabía que aun en el caso de que de que llegara la columna de Márquez, su protección no sería del todo eficaz, pues habían podido medir el brío de las columnas que lo habían asaltado el día anterior. En consecuencia de ésto, a las 3 de la mañana del día 4 se desprendió del cerro de Guadalupe un oficial con una linterna y un clarín que tocaba parlamento,

El General en Jefe General Díaz, mandó que fuera respetado y conducido al Cuarte General, con las precauciones prescritas para estos casos.  Como se había impedido la comunicación entre los dos carros, el de Loreto, a ejemplo del de Guadalupe mandó también un portapliegos, con objeto de pedir algunas garantías, mediante las cuales rendirían sus defensores. Intencionalmente, no volví al portapliegos, ni quiso contestar a ninguno de los dos y a las 5 de la mañana vino un segundo enviado del cerro de Guadalupe y en seguida otro de Loreto, repitiéndo las mismas peticiones.

Como eso era ya un asunto muy avanzado de madurez, le manifestó al segundo enviado del cerro de Loreto que fuera a decir a su Jefe que sólo esperaba la luz del día, que ya comenzaba a alumbrar para iniciar un ataque, y por esa circunstancia no le contestaba por escrito, porque eso le obligaría a perder momentos que para él eran preciosos, que dijera a su Jefe que no tenían más remedio que rendirse a discreción: que si el Jefe contestaba afirmativamente subiera al plano de fuegos de la fortificación y parado allí abriera su capa con los brazos; que a esa señal, él que quedaba parado al descubierto al pie de la colina subiría o mandaría un comisionado que recibiera la fortaleza.

Quiso proceder primero respecto del Fuerte de Loreto, sin tocar el de Guadalupe,  porque este, al ver que Loreto se rendía se daría prisa por hacer otro tanto, y en efecto así pasó, pues al entrar el Jefe Comisionado que debía recibir los prisioneros y materiales de Loreto, salieron en persona del fuerte de Guadalupe, los Generales Noriega y Tmaríz que eran General en Jefe el primero y Contra Maestre el siguiente de la Plaza de Puebla.  El Héroe Nacional subió a recibirlos entre Loreto y Guadalupe y como hablaban los dos simultaneamente, preguntó quien era el General en Jefe con quien debía entenderrse. El General Tamariz le dijo que lo era el General Noriega.  El General Noriega contestó que eso era exacto; pero que habiéndose enfermado desde el dia anterior, el mando había recaído en Tamariz, así es que mandó que Noriega entrara a la Fortaleza y quedar el General Tamariz hablando con él puesto que era el que ejercía el mando.  Despues de algunas palabras en que Tamariz insistía en pedir garantías y habiéndole contestado que eso no era posible porque haría muy mal efecto al decoro de las fuerzas sitiadoras y principalemnte a su Jefe, pero que podía volver a su fortaleza, seguro que no dispararía un tiro antes que el entrara. Entonces Tamariz le ofreció su espada que no recibió, diciéndole que todavía tenía que ejecutar algunas providencias conducentes a su rendición incondicional; que se la ciñera y volviera con élla a la fortaleza haciéndo salir a todos sus soldados formados y sin armas, primero a la tropa y despues a los Jefes y Oficiales.

Mandó recibir  a unos y otros y conducirlos a la ciudad a las respectivas prisiones que les señaló.

Al ver que los oficiales que salian no tenían equipajes, les dijo que podian volver a su posición para tomarlos y salir con todo lo que les pertenecia, menos armas y caballos.

Despues de haber reconocido las dos fortalezas y dado las órdenes conducentes a la conservación y almacenaje de los materiales y cuando volvió al Palacio Municipal, que había tomado por alojamiento desde el día de asalto, los Generales que estaban presos en un departamento del mismo palacio, solicitaron hablarle y le suplicaron que les permitiera la entrada de algunas personas de su familia, con quienes deseaban comunicarse, así como la de sacerdotes católicos  y notarios, porque tenían  que hacer algunas disposiciones y le suplicaron les dijera de cuanto tiempo podían disponer para hacer sus arreglos. El General Porfirio Díaz Mori, les contestó que podían tranquilamente ejecutar cuando quisieran hasta las tres de la tarde..  Cuando esto pasaba serían las ocho y media de la mañana.  Además ordenó enseguida que se les pasara utiles de escritura, papel sellado de todas clases y que se les aumentara algunas piezas más, para que pudieran separarse sucesivamente en compañía de los sacerdotes que concurrieran a su llamamiento.  Como se darán cuenta el General Díaz era un hombre cabal, justo, de buenos sentimientos, todo un caballero, pero las circunstancias, el tiempo de guerra, lo obligaron a tomar decisiones que no siempre le parecian bien  a todos, pero eran  necesarias para conservar la paz en nuestro territorio.

Los prisioneros pasaron el tiempo hasta las tres de la tarde en confesarse y hacer sus disposiciones testamentaria, mientras el General díaz se dedicaba a sus multiples ocupaciones.

Como a las tres y media de la tarde, fue a decirles que tomaran sus sombreros y salieron con él. Los condujo personalmente y sin más escolta que sus ayudantes; al Palacio Episcopal donde estaban los prisioneros de Coronel a Subteniente que serían como 500  y donde estaban también los obispos a quienes había notificado de prisión.

Una vez estando allí y estando todos juntos, les manifestó que según las Leyes vigente todos estaban sujetos a la pena de muerte; pero que tratandose de un número tan grande, le parecía que el Gobierno, cuando tuviera conocimiento del caso haría alguna concesión, y que para eso era necesario conservarlos en prisión muy rigurosa, y él que acababa de sufrirla, sabía cuan penosa era, y quería evitarles ese sufrimiento si se comprometían  bajo su firma a presentarsele cuando él los llamara por la prensa si así se lo exigía el Gobierno; que procedía él así para no privarlos de su libertad y por la gran confianza que tenía en la victoria de la República, aún en el caso de que éllos fueran desleales a sus compromisos.  Todos contestaron conmovidos que se sometian y comenzaron a firmar el documento de compromiso que les hizo leer en voz alta, quedando en libertad según iban firmando.

El General Tamariz le manifestó siempre al General Díaz (he aquí un hombre agradecido, como ya casi no existen) mucho agradecimiento por su comportamiento con él y los demás prisioneros, y cuando el General Díaz tenía que pasar por Puebla se esforzaba por demostrarselo.

El General en Jefe de la Línea de Oriente, hizo extensiva la orden de poner en libertad el mismo día 4 a todos los prisioneros que conservaba de las batallas de Miahuatlán, La Carbonera, Toma de Oaxaca y Asalto de Puebla, que los extranjeros que quisieran residir en el país quedan sujetos a las mismas condiciones, y los que deseaban salir de la República podrían hacerlo libremente. E informó al Ministro de Guerra la rendición de los Fuertes, sin derramamiento de sangre.


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Porfirio Diaz el heroe olvidado, Capitulo XXXIX

TERCER SITIO DE PUEBLA
DEL 9 AL 31 DE MARZO DE 1867.

Con la fuerza organizada de Huamantla el General Díaz emprendió la marcha sobre la Plaza de Puebla, a  donde llegó el 9 de marzo de 1867 y ocupó sin resistencia el Cerro de San Juan, donde estableció su Cuartel General, tomando el mismo día poseción del Convento de San Fernando, sin que el enemigo intentara defenderlo. La casa del Lic. Don Manuel María de Zamacona, situada en la

cima de dicho cerro, le sirvió de alojamiento durante todo el sitio y recibió por parte de esa familia cordialidad y hospitalidad, el Sr. Zamacona mandó a su familia a Cholula, en donde él pasaba las noches. pero durante el día lo empleaba en procurar hacer cómoda y agradable la estancia del General.

Siguió Díaz, extendiendo su linea envolvente, ocupando los suburbios de la ciudad por el sur y por el oriente, sin cerrar el sitio por el lado norte, porque se lo impedian los Cerros de Loreto y Guadalupe, que el enemigo tenía ocupados con artillería, sin embargo de lo cual, ocupó casi todo el Barrio de la Luz y el Alto; y aunque no pudo incomunicar los cerros con la ciudad, estableció con su caballería, completa incomunicación de los cerros para afuera.

Estando en el sitio de Puebla y pocos días antes del asalto, se le incorporó el General Don Diego Alvarez con cosa de seiscientos hombres de las Fuerzas del Sur y el Coronel Don Mucio Maldonado con 400 caballos de Texcoco.

Siguieron las operaciones con objeto de reducir el perimetro conocido por el enemigo al grado de avanzar su línea por la parte occidental de la ciudad hasta la Plazuela de San Agustín, teniéndo los republicanos los tres lados de esa plazuela, occidente, norte y sur, y el enemigo el lado de oriente.

Cosa de 8 días antes del asalto de Puebla, que tuvo lugar el 2 de abril , el Teniente Coronel Domínguez oficial tan arrojado como imprudente, emprendió un ataque vigoroso en la manzana  que hace frente al Mesón llamado "Nobles Varones", con objeto de desalojar al enemigo que ocupaba la mitad de la manzana.  Como se hizo muy nutrido el fuego de fusilería y el cañoneo en aquel lugar, el General González, cuya línea comprendía la manzana ocupada en parte por Domínguez y en parte por el enemigo, acudió al lugar en el momento de salir a la zotea, fue herido en el brazo derecho, por un tiro que le destrozó el codo.

El General Díaz que también había escuchado el tiroteo,  acudió inmediatamente y entró en momentos en que bajaban por una escalera al General González.  Después de dar las ordenes conducentes para contener una hemorragía que hacía peligrosa su herida, corrió al sitio del combate con algún refuerzo que de antemano había mandado traer, y la manzana fue en esa noche ocupada por éllos.

En uno de los últimos días del sitio, el enemigo incendió una tienda en la manzana que ocupaba el General Don Francisco Carreón, cuya tienda contenía mucha madera, pues estaba allí  todo un armazón y además todos los muebles de la familia que había abandonado la casa. Tan pronto tuvo conocimiento del hecho el General Díaz, acudió al lugar del incendio para apagarlo y comenzó por la pieza contigua a la tienda que también ardía, hizo poner al efecto una mesa en el centro del cuarto y sobre ella colocó un caldero donde cocinaban sus alimentos la tropa, el cual lo mandó llenar de agua, constantemente renovada por la que acarreaban los soldados. Mientras él parado sobre la mesa con una jicara arrojaba agua del caldero a las vigas del techo, el del piso superior, que le dijeron que ya había caido, se desplomó y las vigas del interior, medio carbonizadas ya, no resistieron el golpe y cayeron sobre el General Díaz.  Al oir el primer estruendo, brincó desde la mesa para la puerta de salida y allí se encontró con el Lic. Juan José Bax, única persona que se atrevía a darle valor y a quien con su choque arrojó fuera del peligro, pero el techo siempre lo alcanzó y quedó cubierto de escombros del medio cuerpo para abajo. Cayeron enseguida las puertas de las ventanas que estaban ardiendo y lo descubrieron ante el enemigo que le lanzaba sus fuegos de enfrente, ateviéndose, después hasta llegar a meter sus fusiles por las rejas de hierro, que eran las unicas que quedaban, para hacerle fuego a quemaropa, pero en esos momentos Carreón salió por los balcones de las piezas que no ardían y desalojó al enemigo, quien le hacía, sin embargo, fuego de enfrente.

El héroe olvidado, mientras tanto quedó en una trampa y Luis Terán para sacarlo de esa situación lo jalaba de los brazos con tal fuerza que parecía que quería arrancarselos, porque Terán era muy nervioso y cuando enfrentaba una situación dificil se ponía peor, pero un ayudante fue a traer una palanca y con esa lo sacó levantando las vigas que estaban sobr él y Teran que no aflojaba logró sacarlo metiendo la palanca a las vigas que soportaban los materiales que el General Díaz tenía encima, pero sus botas quedaron entre los escombros. (Esas botas las quisiera yo tener para venderlas a precio de oro).

Sufrió unas quemaduras en los muslos; pero con la fuerza que lo caracterizaba, se paró, vió que sus piernas estaban buenas y se fue como si nada a los baños de Carreto que quedaban en la misma manzana, y mandó que fueran a traerle ropa limpia, porque la que tenía quedó toda chamuscada.

Como se empezó a difundir la noticia  en su campamento de que había muerto en el incendio, recorrió en seguida la línea para que lo vieran todos los soldados que estaba vivito y coleando, y luego se fue al Cerro de San Juan, en donde estaban acampadas las reservas.

También el Genio Militar Mexicano, no se quedó atras e incendió algunas casas al enemigo, puso un mortero, y a las granadas de a doce les amarró en la espoleta un alambre con un pedazo de brin empapado en aguarrás, así incendió el Circo de Chiarini (ojala no hayan sufridos los animales, en caso de que los hubiera, pues son criaturas inocentes que no tienen nada que ver con los lios de los humanos), volviendo a las aventuras de Don Porfirio, como el circo era de madera, lo mismo que las casas inmediatas a dicho circo, ardió bien y bonito, hasta conseguir por este medio tomar la manzana contigua a San Agustín, que era de las más dificiles, porque esa línea central estaba defendida eficazmente por la altura de la iglesia y convento de San Agustín.

Durante el sitio de Puebla, el General Escobedo, que a la sazón sitiaba a Queretaro, le pidió algún auxilio al General Díaz y éste le mandó al General Juan N. Méndez con parte de su División y ordenó que se le unieran las Fuerzas de Pachuca, Esto permitió que llegara el General Méndez a Queretaro con un total de más de 6,000 hombres y 10 obuses de montaña.

PREPARATIVOS PARA EL ASALTO
DE PUEBLA
1o. DE ABRIL DE 1867.

Márquez salió de Queretaro con 1200 caballos el 22 de marzo de 1867 y tomando el camino de la sierra se dirigió a la Ciudad de México, sin encontrar gran resistencia en el camino. Nombrado Lugarteniente del Imperio con amplias facultades otorgadas por Maximiliano y con el objeto principal de obtener en la Capital  recursos pecuniarios y elementos de guerra, y volver con una fuerza respetable a Queretaro para levantar el sitio. Lo acompañó Don Santiago Vidaurri, nombrado por Maximiliano, Jefe de Gabinete y Ministro de Hacienda.


Márquez organizó una expedición de cosa de 4000 hombres de caballería, infantería y artillería, en los cuales había varios cuerpos extranjeros, y se dirigió sobre Puebla.  En los Llanos de Apam recibió la noticia de que las fuerzas del Gobierno habian tomado Puebla, pero que los cerros de Loreto y Guadalupe se conservaban en poder de éllos y que esperaban su auxilio.

Con este objeto siguió para Huamantla.  Pero como entre tanto se rindieron los cerros, le fue posible al General Díaz, ir a atacarlo sin tener ya enemigos a la retaguardia.

En la noche del 30 de marzo de 1867, el mismo día en que Don Leonardo Marquez había salido de México, el General Díaz recibió un mensaje de parte del General Leyva que se encontraba en Tlálpam con 2000 hombres de infantería y caballería, en que le avisaba que Márquez, procedente del sitio de Queretaro, había llegado a México, que había organizado en la Capital una columna de más de 4000 hombres, y que con ella había emprendido su marcha hasta San Cristóbal Ecatepec.  Como de dicho punto podía marchar lo mismo que en proctección de los sitiados de Queretaro como los de Puebla. Mandó establecer un telégrafo militar por la cuesta de Río Frío hasta Tlálpam y otro hasta Apizaco para tener comunicación fácil y rápida con las distintas fuerzas que estaban a sus ordenes. Además tenía en Apizaco una locomotora con el objeto de obaservar al enemigo y recibir noticias exactas de sus movimientos.

Cuando por telégrafo se le avisó el 31 de marzo, que Márquez seguía su marcha por la vía de los llanos de Apam, lo cual indicaba bien que su punto objetivo era Puebla. El General Díaz Decidió asaltar la Plaza y comenzó a sacar a todos los enfermos, heridos y bagajes rumbo a Tehuacán, para ponerlos a salvo en caso de que fuera derrotado,  pero  sin decir a nadie cual era su propósito, por cuyo motivo todo su trabajo preliminar fue interpretado por amigos y enemigos, como preparativos de retirada que se suponía con seguridad sería hacía el rumbo de Tehuacan y Oaxaca.

No podía hacer trabajos preliminares para el asalto sin descubrir su intención y en consecuencia nada hizo que pudiera interpretarse en ese sentido hasta bien entrada la noche del 1o. de abril, pues si sus soldados hubieran tenido noticia de su propósito, habrian fracasado por completo.

Cuando ya no era posible ocultarlo por más tiempo porque llegaba el momento de su ejecución, le comunicó al General Ignacio R. Alatorre, que le servía de Cuartel Maestre y le ordenó citara a una junta  a todos los Jefes en quien se había fijado para el mando de las columnas que debían ejecutar el asalto, así se efectuó y sobre el plano de la ciudad previnieron a cada uno, acerca de las operaciones que tenían que practicar, señalando a cada Jefe la fuerza de que debía constar su columna de asalto, la trinchera que debía asaltar, y la puerta o puertas de debían desatrincherar para hacer por allí su salida.

 Ninguna columna salía a una distancia mayor de 100 metros de la trinchera que debía atacar y algunas salian a menos de 50.

El perímetro reatrincherado del enemigo tenía la forma elíptica casi parabólica, cuyo diametro mayor se extendía de sur a norte.  En consecuencia el convento del Carmen era uno de los puntos más distantes de la Plaza y esa circunstancia le sugirió la idea al inteligente Don Porfirio Díaz, de hacer sobre el convento un ataque falso que llamara fuertemente la atención del enemigo e hiciera concurrir en su protección a la mayor parte o a todas las columnas de reserva.

Determinó la formación de 17 columnas de asalto con el propósito  de emplear tres de ellas como ataque falso y sucesivo sobre el Carmen y con ese fin sacar luego que entró la noche, toda la artilleria que estaba distribuida en la línea de aproches y la estableció sobre las trincheras del Carmen que hacian sus fuegos al sur.

Las tres columnas de ataque falso fobre Puebla estaban mandadas: la 1a. por el Teniente Coronel José Figueroa, la 2a. por el General Eutimio Pinzón y la 3a. por el General Luis Pérez Figueroa.

Las de ataque verdadero tendrían por témino medio, cosa de 130 hombres. Estas son las instrucciones
 que el General en Jefe de este asalto Porfirio Díaz, les díó a cada uno de los Jefes encargados del mando de las columnas y que punto debian atacar cada una.

"1a. Al General Rafael Cravioto asalto de la trinchera de la calle de la alcantarilla.

2a. Al General Francisco Carreón asalto de las trincheras de las calles de Belem e iglesias  y la brecha abierta en la manzana de Malpica. El asalto lo encabezará con 100 hombres el Jefe del Batallón de Zapadores, Teniente Coronel Genero Rodríguez.

3a. A Don Vicente Acuña asalto de la formidable fortificación de iglesias, quien lo llevara a efecto con 150 soldados.

4a. Al Teniente Coronel Francisco Vázquez se les encomienda que penetren por una brecha abierta por la artillería republicana en la manzana de Malpica.

5a. A los Coroneles Luis Mier y Terán y Juan de la Luz Enriquez se les previene que asalten las trincheras de las calles de Miradores.

6a. Al Teniente Coronel Guillermo Carbó que se posesione del noviciado.

7a. Al General Juan Crisóstomo Bonilla se le confía la toma del parapeto del costado de San Agustín.

8a. A los Generales Luis Pérez Figueroa, Manuel Andrade Párraga, Doroteo León y Vázquez Aldana, que concurrieran por la parte de oriente sobre la calle del Déan.

9a. Al Mayor Carlos Pacheco el asalto de la calle de la Siempreviva.

10. Al Coronel Manuel Santibañez se le previene que en los momentos del asalto ocurra al Convento de San Agustín.

11. Al General Alatorre, con una columna de reserva del 3o. de Cazadores, acuda a todos los lugares en que hubiera necesidad de su auxilio.

El total de la artillería republicana consistía en 18 bocas de fuego, de sitio, de batalla y de montaña, y aunque con riesgo la estableció a menos de medio tiro de las trincheras que debia batir en brecha.

El enemigo había cometido la falta muy grave, de no cubrir la espalda de los defensores de sus trincheras, falta que el Genio Militar Mexicano aprovechó muy bien, haciéndo que todo ataque sobre una trinchera tuviera uno correlativo sobre la opuesta, porque de ese modo todos los fuegos que pasaran por encima de la trinchera atacada herían por la espalda a los defensores de la opuesta; y esto, tratandose de un ataque dado en la noche, sugeriría evidentemente a los que se sentían heridos por la espalda la idea de que el enemigo había logrado entrar y los atacaba a retaguardía.

Las tres columnas que debían hacer el ataque falso fueron colocadas cerca de la artillería, aprovechando accidentes que las ponían fuera del enfilamiento de los fuegos de respuesta.

Colocadas respectivamente las otras catorce columnas en el lugar de donde cada una debia emprender su asalto,  hizo el General Díaz poner un gran lienzo formado de piezas de manta  colgadas a lo largo de un alambre tendido de torre a torre de la iglesia del cerrro de San Juan y suspendida hasta el suelo. cuyo lienzo empapado en resina debía ser encendido cuando se diera la orden, habiendo advertido antes a todos los Jefes de Columnas de asalto verdadero, que esa gran luz era la señal para iniciar el ataque.

Desde que la noche entró, había prohibido que se hiciera fuego en ninguno de los puntos de la línea, sino solamente en caso de que el enemigo pretendiera salir.

Este silencio que pronto fue observado por el enemigo, y la circunstancia de que Márquez estaba a doce leguas de sus espaldas, pues esa noche pernoctó en la Hacienda de Guadalupe, hacia creer al enemigo que esa misma noche se retiraban y que tal vez estaban ejecutando la evacuación de todas las líneas.

El General Díaz se situó cerca de la Alameda Vieja, en un punto desde donde podía ver la maniobra de algunas de las columnas de asalto verdadero  y las tres que debian ejecutar el asalto falso.

Era tal su escazes de municiones que en la noche, cuando ya estaba preparado el ataque, Díaz suplicó al General Diego Alvarez, que estaba bien provisto de ellas, le facilitara algunas y mandó recoger a la caballería que estaba formada fuera de la Ciudad por el sur y frente a los cerros, todas las municiones que tuvieran en cartucheras para dotar un poco mejor a las columnas de asalto, pues ninguna de ellas llegó a tener dos paradas completas;  consolando a la caballería con la idea de que ella tenía para su defensa la lanza y el sable. Y ordenando al General Toro que la mandaba, que aun cuando sintiera un ataque muy rudo en las calles de la ciudad, no abandonara su puesto mientras no se le ordenara, ni intentara tomar parte en dicho ataque porque tenía noticia cierta de que el enemigo trataba de romper el sitio en esa noche y nuestro héroe estaba dispuesto a impedirlo habiéndo girado todas sus ordenes conducentes.


Su objeto fue lograr que por ningún motivo tomara parte la caballería en el asalto, porque entre sus individuos había mucha gente de malas costumbres que podrían causar muchos desordenes en los momentos del asalto y tal vez después. Así pues, Cuando la caballería tuvo conocimiento del asalto a la Plaza, ya estaba tomada.  Este brillante militar confiesa que vaciló mucho en la conducta que debía seguir con motivo de la aproximación de Márquez. Salir a batirlo tenía el inconveniente que al desmontar el sitio se desmoralizaría su fuerza y dejaría enemigo a retaguardia. Lo cual empeoraba grandemente su situación. La retirada para Oaxaca equivalía a la destrucción completa de toda la gente, y los elementos de guerra, que con tanto esfuerzo había acumulado y que estaba seguro se desbandarían y perderían por completo aun antes de que los persiguiera el enemigo. No le quedaba pues más alternativa que perder esos elementos en buena lid y en una empresa que si le daba buenos resultados, le abriría las puertas de la Capital y pondría término a la guerra. Por lo que se decidió hacerlo así, a pesar de la oposición que encontraba en algunos de sus amigos que lo acompañaban, como Don Juan José Baz, quien desde el principio del sitio le urgía porque fuera primero a ayudar a la toma de Queretaro y marchar después sobre México y Puebla.  Afortunadamente el Estratega Mexicano no se equivocó y sus planes se vieron coronados con un éxito rotundo.


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LORETO Y GUADALUPE

Porfirio Diaz el heroe olvidado, Capitulo XXXVIII

SOLICITUD DE MAXIMILIANO POR CONDUCTO
DE MR. BOURNOF.
DEL 1o. AL 10 DE FEBRERO DE 1867.       

Estando en Acatlán en observación de las operaciones del enemigo, y con objeto de proteger la organización  de tropas que hacian por ordenes suyas, los Jefes antes mencionados y en espera de las tropas de Oaxaca y materiales de guerra que debían incorporarsele con el General Manuel González, condujo un día la avanzada de Acajete por cordilleras y con las precauciones usuales en esos casos, a su Cuartel General a una persona llamada Carlos Bournof, que había sido comisionada personalmente por Maximiliano de Hasburgo según credencial que presentó, con el fin de recabar la promesa del Caudillo de esta lucha, el General Porfirio Díaz de no batir al Archiduque en la marcha que proximamente se proponía hacer de México a Veracruz, protestanto que haría su travesía exclusivamente con soldados europeos y que su objeto era embarcarse con éllos en la Fragata "Novara" que lo esperaba fondeada  en Veracruz.

Mr. Bournof  le dijo al General Díaz que esto era todo lo que Maxi, le había encargado manifestarle; pero él agregó como opinión personal, que el Archiduque Maximiliano tenía un alto concepto de él  y que si pudiera contar con su cooperación, se descartaría de los conservadores que le rodeaban y de los militares de ese partido que estaban a su lado; que le daría el mando de todas sus fuerzas, y que pondría la situación del país en manos de los liberales, porque él tenía gran predilección por los principios políticos, que sentía gran respeto y consideración por el Señor Juárez, pero que vista la situación que él guardaba y teniéndolos a éllos como antagonistas no podía proceder como lo deseaba, sino como las circunstancias lo obligaban a obrar. Le pareció al General Díaz que Mr. Bournof cumplía con decirle estas palabras por orden del Emperador, sin embargo de que él cuidó de hacer entender que era cosa suya.

Detuvo toda la noche a Mr. Bournof para mandarlo al día siguiente con una respuesta digna de tan célebre personaje, se negó rotundamente y le dijo que no podía tener ninguna condescendencia de ningún género con el enemigo y que las únicas relaciones con Maximiliano consistían en batirlo o ser batido por él, para lo que tomaría desde luego sus providencias en hacerlo prisionero y someterlo a la justicia de la Nación.

En toda esa noche fue necesario hacer algunos desfiles de tropas de distintas armas por la calle donde había alojado a Mr. Bournof, acompañado de oficiales que cuidaban de que se cumpliera con la prohibición que le impuso de abrir las ventanas con objeto de que creyera que en Ocotlán había gran número de tropas acuarteladas y movimiento de entrada y salida de trenes y de fuerzas de distintas armas, cuando en realidad sólo tenía 200 y tantos caballos, pues su gran apoyo consistía en los pueblos de los Distritos  de Matamoros, Tepeji y Tepeaca, que todos eran amigos y muchos de éllos estaban armados y dispuestos a participar en algún combate que se ofreciera cerca de sus respectivos pueblos,  En esos pueblos se encontraba además, con sus armas y caballos todo el personal de su caballería, a quien acababa de conceder licencia por un mes.

Maximiliano de Hasburgo, para mi entendimiento fue desgraciadamente una victima inocente, en esta guerra, de acuerdo a la historia era un hombre de honor, con ideas liberales, deseaba el bienestar para los más necesitados como lo demuestran sus decretos expedidos recien llegado a México, fue engañado en el sentido que el pueblo mexicano lo quería como su Emperador. Por eso la determinación de Juárez para fusilarlo cuando fue vencido, me parece muy cruel y sin sentido, carente de comprensión y piedad como lo demuestran sus absurdas palabras que dirigió al ver el cadaver de este buen hombre, "lo creía más alto".

IXCAQUIXTLA, TEPEACA Y HUAMANTLA
DEL 8 DE FEBRERO AL 12 DE MARZO DE 1867.

Después de haber permanecido algunos días en Acatlán y de habersele incorporado algunas de las fuerzas que esperaba, el General Porfirio Díaz, marchó para Ixcaquixtla con objeto de acercarse a Puebla y de proteger el arribo del General Luis Pérez Figueroa que debía llegar a ese pueblo con su brigada de infantería.

En efecto casi al mismo tiempo llegaron ambos a Ixcaquixtla y algunos días después  el General  Manuel González que había salido de Oaxaca el 15 de febrero de 1867 con una brigada de infantería formada de los tres batallones de cazadores, dos baterias rayadas de montaña, media bateria de batalla y una sección de Cuerpo Médico y ambulancia que mandó el Dr. Don Francisco Hernández y una compañía de Ingenieros mandada por el Capitán Don Lorenzo López Pérez Castro.

Una vez en estas condiciones y después de haber pasado cosa de 10 días en Ixcaquixtla, emprendió su marcha a Tepeaca, donde se le incorporaron el Coronel Sánchez Gamboa con más de 300 organizados en Acatlán y Matamoros Izúcar y el Coronel Espinosa y Gorostiza con su Batallón en alta fuerza formada en Matamoros y Atlixco.

De Tepeaca el General Díaz pasó a Huamantla y allí se le unieron el General Ignacio Alatorre con las fuerzas que había organizado en Jalapa y el General Juan N. Méndez con las suyas, organizadas en la Sierra de Tetela del Estado de Puebla.

El Mejor soldado de México, que no combatió un día, ni un año, sino gran parte de su vida, defendiendo a su querida patria, que cambió el rumbo de México conduciéndolo por senderos exitosos, Don Porfirio Díaz, se ocupó inmediatamente de dar nueva forma a aquella masa de tropas, organizó dos divisiones, y encomendó el mando de la primera al General Ignacio R. Alatorre y el del segundo al General Juan N. Méndez y una Brigada de caballería cuyo mando dió al General Manuel Toro. La primera Brigada de la primera División las mandaba el General Manuel González, la segunda el General Francisco Carreón y la tercera el General Luis Pérez Figueroa.

La primera brigada se componía de los tres batallones 1o, 2o, y 3o de Cazadores de oaxaca, mandados el primer batallón por el Teniente Coronel José G. Garbó y Mayor Don Carlos Pacheco; el segundo por el Teniente Coronel Juan de la Luz Enriquez y el tercero por el Teniente Coronel Juan Higarola.

La segunda brigada se componía del Batallón ligero de Matamoros, mandado por el Coronel Juan Espinosa y Gorostiza y da las Guardias Nacionales de Veracruz y Puebla, a cargo de los Generales Juan Francisco Lucas  y Rafael Cravioto.

La tercera Brigada estaba formada del Batallón de cazadores de la montaña. mandada por el Mayor Manuel Ramírez Terrón  y otras fuerzas de Guardia Nacional de la Sierra.

La segunda División se componía de  fuerzas de la Sierra de Puebla uq había llevado el General Juan N. Méndez, acompañado de los Generales Juan Crisóstomo Bonilla, Juan Francisco Lucas y de otros Jefes.


La caballería se formaba de los Regimientos que mandaban los Coroneles Dón Cristóbal Pacheco, Anastasio Roldán, Teniente Coronel Ignacio Sánchez Gamboa y General Antonio Rodríguez Bocardo y de otros que dirigía el Teniente Coronel Marcos Bravo.  En difinitiva la fuerza del General Don Porfirio Díaz Mori, hacia un total de 4,000 hombres listos para luchar y derrotar al invasor.

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DE PUEBLA

Porfirio Diaz el heroe olvidado, Capitulo XXXVII

DON JUAN PABLO FRANCO
DEL 14 DE OCTUBRE DE 1866 AL
30 DE ENERO DE 1867.

Don José Pablo Franco, que desde que el Gobierno Federal abandonó la Ciudad de México y se organizó en ella el primer simulacro de administración intervencionista, se había manifestado partidario activo y entusiasta del imperio, fué al fin nombrado préfecto superior político de Oaxaca y acompañó en su expedición a los Generales Gartois D'Hurba y Bazaine, sirviéndoles con mucha actividad y eficacia, y haciéndoles creer que ejercía gran prestigio en dicho Estado sí como en el de Chiapas.


Después de la Batalla de Miahuatlán, aprovechó Franco la salida de una fuerza de caballería que mandaba Oronoz a Puebla escoltando al Obispo Covarrubias para ir con él a esa Ciudad. Covarrubias había sido uno de los más aficionados auxiliares de la intervención, y se asustó mucho por lo que pudiera pasarle si caía en manos de los republicanos por lo que mandó a preguntarle al General Porfirio Díaz que consideraciones le guardaría si tomaba a Oaxaca. Siguiendo su sistema de duro y cruel que tan bien le había funcionado para infundir terror a sus adversarios, le contestó que lo fusilaría con su gran uniforme de obispo, lo cual lo desmoralizó completamente y otro tanto le pasó a Franco lo que motivo la pronta salida de ambos para Puebla.

Estando en México Franco con Don Manuel Dublán, después de la rendición de Oaxaca, se pusieron de acuerdo para ir con una escolta de traidores hasta Tehuacán, que todavía estaba en poder del enemigo, a recibir a sus respectivas familias, que habian mandado a traer de Oaxaca.  Con este propósito salieron de México, pero en Puebla comprendió Dublán que había peligro en seguir adelante, y manifestó a Franco que lo esperaría allí si él continuaba su marcha, aconsejandole que no pasara de allí.

Avisados los puestos avanzados  que tenían los republicanos en algunos lugares cercanos de la carretera que conduce de Puebla a Tehuacán,  de que llegaba a Tlacotepec una fuerzas de caballería enemiga, en tal número que estas podian batir, lo dejaron entrar a Tlacotepec para atacarla en dicha población con ayuda del vecindario.

No tardaron sus soldados de caballería, mandados por el Teniente Coronel Don Ignacio Sánchez Gamboa, en apoderarse de Franco y de su escolta, que mandaron para Oaxaca, a donde llegó el 1o. de enero de 1867, antes de que el General en Jefe de la Línea de Oriente regresara de Tehuantepec, luego que tuvo noticia de la captura de Franco, mandó instaurar el proceso correspondiente y después de su tramitación regular y completa y de permitirle el ejercicio de todos los recursos legales, fue sentenciado a muerte el dia 26, interpuso el recurso del indulto, pero se lo negó y fue pasado por las armas en  Oaxaca el día 30 de enero de 1867, después de haber salido el General Díaz de aquella Ciudad para Puebla.

Fué fiscal de esa causa, el Teniente Coronel Don Joaquín Ballesteros, asesorado por el Auditor Lic. Ramón Rodrígues y su defensor, el Lic. José Isacc Cañas.

MARCHA SOBRE PUEBLA
DEL 10 DE ENERO AL 10 DE FEBRERO DE 1867.

El 10 de enero de 1867 entró el General Díaz y su tropa a Oaxaca, de regreso de la campaña de Tehuantepec, y se ocupó activamente de organizar la campaña sobre Puebla. Coincidió su regreso con el arribo a Oaxaca del armamento que conducía de los Estados Unidos el General Don Pedro Barranda, y esa circunstancia favoreció mucho la organización de su columna con que debía operar sobre la capital y cuya organización e instrucción había dejado encomendada al General Alejandro García, a quien había llamado de su cuartel de Tlacotálpam con ese objeto. Encontró sin embargo, que aún no estaban concluidas las baterias rayadas que había mandado fundir y montar antes de salir para Tehuantepec, y que aún no estaba uniformada una brigada compuesta de los batallones 1o, 2o y 3o, de Cazadores de Oaxaca.


Al comenzar su campaña, después de su evasión de Puebla, había ofrecido a las Guardias Nacionales, que lo seguían, que aprovecharía sus servicios hasta la ocupación de la Capital del Estado de Oaxaca y una vez logrado esto, las licenciaría a todas, regalándoles las armas con las que lucharon.

Esta promesa representó para el General Díaz una gran dificultad, y ella explica la necesidad que tenía de improvisar nuevas tropas, con carácter ya de ejército permanente,  para emprender una nueva y seria campaña, estuvo licenciando a todas las Guardias Nacionales que le exigian el cumplimiento de su  promesa, por fortuna logró convencer a algunos, aunque muy pocos, para que siguieran sirviendo en la nueva campaña que iba abrirse.

No siendo suficiente para esa campaña las fuerzas que él pudiera organizar en Oaxaca, extendió su acción y su esfuerzo, a los Estados de Puebla, Veracruz, México y Tlaxcala, y con ese propósito y estando todavía en la ciudad de Oaxaca, destacó con sus respectivas fuerzas, y con objeto de aumentarlas, al General Luis Pérez Figueroa, a los distritos de Tuxtpec y Teotitlán de aquel Estado, con orden de concurrir algunos días despues al Valle de Ixcaquistla.  A los Generales Juan N. Méndez e Ignacio R. Alatorre que aumentaran sus fuerzas, tanto como fuera posible en el norte de Puebla y Estado de Veracruz respectivamente, para concurrir al lugar que el designaría en una orden al efecto, y al Coronel Don Cristóbal Palacios que organizara un regimiento en los Distritos de Tepeaca y San Andrés Chalchicomula de Puebla. Al Coronel Rodríguez Bocardo que había desertado del Imperio y que se había puesto a sus órdenes,  le mandó que permaneciera y mejorara sus tropas en la ciudad de Tlaxcala. Al Coronel Anastacio Roldán, servidor del Imperio y que también se había puesto a sus órdenes con 200 caballos, le pidió que permaneciera en Acajete y amagara a Puebla por el rumbo de Ayotla. Al General Rafael Cuellar le había mandado que organizara fuerzas de infantería y caballería en los Distritos de Chalco y Xochimilco y contiguos del Estado de México, y al Coronel Florentino Mercado, que organizara también la fuerza de caballería que pudiera en los Llanos de Apam.

El 26 de enero de 1867 salió el General Porfirio Díaz, de Oaxaca para Acatlán, del Estado de Puebla, con una pequeña fuerza de caballería que no llegaría a 300 hombres, porque el resto de caballería que era en su totalidad de hombres de Ixcaquistla, de Tepeji y de toda la Mixteca baja y sur de Puebla, les había dado licencia por un mes.

Se situó primero en Acatlán con objeto de observar de cerca las operaciones del enemigo, y proteger al Coronel Don Juan Espinosa y Gorostiza que había avanzado con unos cuantos infantes para posecionarse de Matamoros Izúcar y organizar allí un batallón que debía mandar el mismo,  y también había mandado al General Don Francisco Leyva  a apoderarse de Cuernavaca y organizar alli fuerzas de infantería y caballería con las cuales maniobraría despues, según ordenes que recibiera, y mandó al General Don Vicente Ramos que inspeccionara la organización de todas las fuerzas que había mandado levantar en los Distritos del sur de Puebla, pero desgraciadamente murio cuando comenzaba a desempeñar ese servicio que encomendó después al General Manuel Toro.


El General en Jefe de esta gran campaña, el héroe olvidado, permaneció en Acatlán cosa de dos semanas, esperando que emprendieran su marcha para incorporarsele las diferentes fuerzas que había mandado organizar.

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SOLICITUD DE MAXIMILIANO POR CONDUCTO
DE MR. BOURNOF. e IXCAQUIXTLA, TEPEACA Y HUAMANTLA