Hola mis queridos lectores les estoy muy agradecida por seguir con nosotros, les envío saludos cariñosos y mis mejores deseos porque la pasen bien y bonito en estas vacaciones, como ya se acerca el "Día de los Muertos", no encuentro mejor ocasión para contarles una ocurrencia que se me ocurrió, en mis peores momentos, les advierto que está muy macabrona, muy macabrona.
Esto sucedió en un pueblito del sureste de México, uno de tantos pueblos maravillosos que existen en nuestro país, poblados por gente sencilla, trabajadora, creyente y muy supertisiosa, con sus casitas de tejas de barro y paredes de adobe, una que otra casa grande de los riquillos del pueblo y en el centro una bonita iglesia orgullo de los lugareños, con sus altas torres platerescas, donde se honra a una bellísima imagen de la virgen María, en la alta torre se encuentran las campanas que se hechan a volar como blancas mariposas repiqueteando una y otra vez, ya sea para marcar las horas, para anunciar algún acontecimiento alegre o triste y sobre todo para llamar a misa a los devotos que son casi todos, menos unos cuantos locos que prefieren deambular por las callejuelas empedradas y disfrutar de la naturaleza.
Como en todas las comunidades no podia faltar un lindo parquecito, con frondosos arboles, bellas flores, bancas de fierro, un bonito kiosko y un pedestal donde se alza orgullosa la bandera tricolor, simbolo de esperanza y libertad.
A un extremo se encuentra el mercado "Come cuando hay" se trata de un galerón , sin nada de ornamentos, sin ventilación, la mayoría de los puestos están formados con cajas de madera donde los vendedores exhiben sus productos y uno que otro puesto fabricado de cemento, bastante sucio y descuidado, aquí las medidas de seguridad se desconocen siendo reemplazadas extintores por cubetazos de agua, salidas de emergencias por amontonamientos en las angostas puertas y el que cayó lastima margarito y alarmas por los gritos desaforados de la gente, de fuego fuego, salvese quien pueda, vieja el último, hay tamales de toropinto, de yerbasanta y pinole. Ahí se encuentra de todo; hay guajolotes, guacales con elotes y costales con carbón, ya sea comestible o cualquier artículo que quieran comprar trátese de un cartier del chino o yerbas y amuletos para el amor. Diariamente acuden los habitantes del pueblo para abastecerse de lo que necesitan en sus hogares.
Muy cerca se ubicaba una mercería atendida por su propietaria, la señorita Filogonia, una vieja solterona, que tenía fama de tacaña, mal humorada, con cara de pocos amigos, además le molestaba sobremanera que la llamaran doña, montaba en colera y ya no les vendía nada hasta que se le pasara el coraje, a élla le gustaba que le dijeran señorita. Sin embargo como era la única tienda de esta clase, las mujeres del pueblo acudían a comprarle las chucherías que vendía: como botones, cierres, encajes, hilos y lo novedoso poseía una máquina para forrar botones, cosa que algunas clientas calificaban de obra del diablo. Nadie sabia de donde había venido esta persona, un día llegó rentó una casa se instaló y en la planta baja puso su negocio, no había hecho amistad con nadie y no le gustaba divertirse prefería quedarse en casa. Por ahora dejemos pues a esta damita haciendo calceta en su sillón preferido.
Contraesquina estaba una casa dizque la sala de cine, que no era otra cosa que una sala desvensijada, con sillas de madera para los que podían pagar boleto VIP y los menos pudientes se sentaban en tablas de madera colocadas sobre dos botes de pintura vacias, un proyector viejo mostraba la película en una lona amarillenta donde alguna vez anunció la propaganda de la campaña de algún candidato político, cada domíngo exhibian las mismas películas, Santo el enmascarado de plata contra las momias, Santo contra las vampiras, Santo contra el asesino de la televisión, Santo contra capulina y así sucesivamente y de vez en cuando para no cansar al auditorio unas de Pedro Infante o Chabelo y Pepito contra los monstruos.
La vida aquí transcurría apasible, monótona, aburrida, con sus fiestas pueblerinas, sus costumbres y tradiciones. Pero esto cambio repentinamente, un buen día o mejor dicho una mala noche, tres amigos después de su jornada laboral en el Ingenio de Azúcar, decidieron ir a tomar unas copitas (botellas diría yo), a la cantina de don Hilarión, "La Sirrosiana", estuvieron muy contentos haciendo bromas al por mayor, criticando a cuantas chicas conocían, haciéndose confidencias peligrosas y yendo al baño a cada rato de dos en dos, cerca de las diez de la noche el cantinero les dijo que era hora de cerrar el antro, no les quedó de otra que abandonar el lugar-eso es lo malo de vivir en pueblos chicos no lo dejan a uno tomar a gusto, en cambio en la ciudá puede uno amanecer y ni quien se fije, dijo con sabiduría Mamerto. Iban hasta atrás, bien servidos, cantando alegremente, diciendo puras babosadas y riendo a mandibula batiente. La noche era fresca, clara, en el cielo la luna llena brillaba en todo su esplendor. De pronto al doblar una esquina, a boca de jarro algo espantoso, siniestro les salió al paso, quedaron paralizados, mudos de terror, hasta la borrachera se les quitó. Era una cocha negra, enorme, con el hocico lleno de espuma, enseñando los afilados colmillos y unos ojos rojos encendidos de furia, un olor nauseabundo impregnaba el ambiente. El primero en reaccionar fue Caralampio que salió corriendo como alma que lleva el diablo, seguido por los demás y no pararon hasta llegar a su casa. La cocha negra no los siguió limitandose únicamente a mover su colita.
Casi sin aliento palidos como la cera llegaron los "machotes" a su casa, entre balbuceos, haciendose bolas, les contaron a sus familiares lo que vieron, pero solo sirvieron para puras burlas, les dijeron que por andar de "bolos", ya hasta visiones estaban "devisando", como eran bastante ingenuos hasta ellos se lo creyeron y terminó la velada riendo alegremente, olvidandose del asunto.
Pasaron algunos días sin ninguna novedad en el frente, hasta que una noche, una señora se vió en la necesidad de ajuerear (dícese del lugar donde hacen sus necesidades) y cuando más abstraída estaba en la bienechora tarea, escuchó muy cerca unos sonidos extraños, como los ronquidos de su marido pero más ruidosos, a la mujer le entró un tremendo miedo y comenzó a gritar como loca, su marido e hijos salieron de su vivienda para auxiliarla y entonces, vieron en su patio, una cocha negra, babeante que al verlos se abalanzó contra ellos furiosa, los lugareños como pudieron se metieron a la casa dejando afuera a la pobre señora que calzón en mano no atinaba que hacer. Al percatarse de su presencia la cocha negra arremetió contra élla rasgandole la ropa, la gorda mujer sacó fuerzas de quien sabe donde y como pudo se trepó a un árbol quedando colgada de una rama, la cocha iva y venia, del árbol a la puerta, de la puerta al árbol, rasguñando con sus pezuñas, a Jacinta una de las hijas se le ocurrió tirarle agua caliente a la cocha desde un ventanuco, el pobre animal salió huyendo dando alaridos de dolor.
Al día siguiente de este suceso, la vida en el "Empinar del codo", nombre de este risueño pueblito, transcurrió como siempre en ochorrocientos años, las mujeres con sus que haceres cotidianos, haciendo niños, perdón quise decir cuidando a los niños, haciendo la comida, por la tarde vendiendo productos por catálogos, los hombres en sus milpas, otros trabajando en el ingenio, los niños ayudaban a sus padres y muy pocos asistian a la escuelita de la niña Jobita, una anciana, que les enseñaba lo poco que sabía, que no era mucho por cierto, tenía un genio muy disparejo unas veces estaba de muy buen humor y entretenía a los niños contandoles de su vida durante la Revolución, que si una vez tuvo que esconderse con sus hermanas en una casa vieja para que los zapatistas no se las llevaran y las convirtieran a fuerza en valerosas adelitas, que en otra ocasión tuvo que atravesar la calle en medio de metralla y que las balas le pasaban silbando muy cerca y su única protección fue la cacerola que se la puso en la cabeza donde traía el frijol que habia ido a comprar. Pero otras veces los castigaba duramente por alguna travesura, hincándolos sobre granos de maíz o arremetía contra ellos lanzándoles lo que encontrara a mano, en una de esas rabietas le quebró la naríz a Juanito con el borrador para pizarrón, pero los papás en lugar de que se enojaran, les pegaban más a las pobres criaturas, todo con el afán de que estuvieran en la escuelita y no hicieran travesuras en su casa. El pago de las clases eran frutas, animales domésticos o semillas.
La sedería llamada pomposamente "La Real Sedería of the World", permaneció cerrada por algunos días, a las clientas les pareció muy extraño y se desesperaban por no obtener la mercancía deseada, tocaban y tocaban a la puerta, le llamaban por su nombre, pero de doña perdón de la señorita Filogonia ni sus luces.
En otra parte del "Empinar del Codo", unos vecinos se pusieron de acuerdo para salir por la noche de caza, acompañados de sus perros, a la luz de la luna podía verse perfectamente el camino, se adentraron en la montaña buscando venados, tepezcuintles o conejos, poco a poco subían a la cima de la montaña todo se veía y oía normal, los perros husmeaban por todos lados como siempre olfateando a su presa, más de pronto se pusieron muy nerviosos y comenzaron a ladrar y aullar lastimeramente, Filemón les dijo a sus compañeros, parece que están viendo espantos, asi aullan cuando ven algo del más allá, o del más acá contestó el gangoso, sssssi sssssi eeees veeerdad terció Pancracio el tartamudo, se asustaron mucho y ya no querían seguir, pero Filemón les dijo ya ni parecen hombres, ésto les picó la cresta y dandose valor con unos "alipuces", siguieron caminando como gelatinas, pero al llegar a un claro del monte vieron algo que les helo la sangre en las venas, una enorme cocha negra, con el pelo hirsuto, con el hocico babeante, los miraba fijamente dispuesta a lanzarse contra ellos. Se les puso la carne de gallina (chinita, chinita) y entre balbuceos muy quedito le decian, vete cochita chula, vete no seas malita, nosotros no te estamos haciendo nada, vete por favor. El endemoniado animal no se daba por enterado y seguía en su misma postura, el Filemón se acordó que traía su escopeta y disparó, la cocha sorprendida huyó despavorida entre los matorrales desapareciendo misteriosamente, los gallinas ya habían reaccionado y con manos maraqueras dispararon sus armas al vacio, imitando a Schwarzenegger en El Depredador, al ver un rastro de sangre Filemón gritó emocionado, le dimos, le dimos, hay rastros de sangre y si sangra puede morir, mientras hacia una mueca que según él era de un soldado muy valiente y decidido.
Transcurrido un tiempo, la señorita Filogonía, decidió por fin abrir su negocio, a las molestas preguntas que le hacían del porqué no había abierto en varios días respondía - tuve un accidente rodé por la escalera y me lastimé la pierna y las quemaduras en los brazos y manos, es porque traía una olla con agua caliente y se me derramó encima.
La noticia de la cocha negra, ya era del dominio popular y en todas partes no hablaban de otra cosa, que si la cocha negra es un demonio, que debe ser un alma en pena que dejó dinero enterrado, o el nahual de un usurero, que quizás murió por el balazo o regresará más violenta que nunca a vengarse de todos, unos más que otros estaban temerosos y se volvió costumbre que tan pronto oscurecía ya no salieran a la calle, se encerraban en sus casas a piedra y lodo. Hasta don Hilarión cerraba más temprano "La Sirrosiana", cosa que desagradaba a los parroquianos, pero como el miedo no anda en burro se aguantaban las ganas de seguir consumiendo su bebida preferida. Pasaron unos días en completa calma, pero cuando menos lo esperaban, el animal regresó, rondaba por las calles, acechando las casas, inclusive se atrevía a meterse en los patios, la gente vivía atemorizada y ya no tenían "sosiego"
Entonces es cuando interviene el cerebrito del pueblo Don Conrado, el viejo boticario que estudió un semestre de medicina y era lo más cercano a un "Matasanos", para todos los males habidos y por haber recetaba naproxeno y paracetamol, emulando a las instituciones de salud que todos conocemos, volviendo al tema a este señor se le ocurrió la grandiosa idea de reunir a unos voluntarios y tenderle una emboscada a tan temible ser, con el fin de darle un escarmiento o más bien dicho matarla para de una vez por todas librarse de este terrible espanto.
Algunos valientes acudieron con sartenes, palos, rodillos con los que sus mujeres les pegaban y otros utensilios, se apostaron al viejo estilo del oeste, sobre los tejados, escondidos tras las ventanas y esperaron pacientemente la llegada del enemigo. Cuando menos lo esperaban de la nada surgió la terrible cocha negra, rascando la tierra y echando lumbre por los ojos y despidiendo un olor al infierno. A la mayoría se les aflojaron las piernas y muchos oscurecieron sus pantalones, al pobre de Don Conrado, como era un poco gordito y mientras cargaba su fusil de chispa, herencia de su abuelo, un valiente zapatista (que estuvo escondido en la cueva de "Tío chinto" mientras duró la refriega) el tejado no resistió y se vino abajo con todo y sus 150 kilos de peso, pero con tanta suerte que cayó sobre un montón de conos de huevos y no se hizo daño, pero por culpa suya dejó por un tiempo sin huevos a los habitantes del "Empinar del Codo". La cocha al escuchar el estrépito se las olió y antes de que pudieran golpearla trató de huir, sin embargo Filemón y Mamerto lograron propinarle unos buenos garrotazos, como pudo la pobre bestia logró escapar chillando de rabia y de dolor, los (valerosos) hombres se alegraron y pensaron que del susto la cocha negra no volvería a espantarlos nunca jamás, cuan equivocados estaban.
En el "Empinar del Codo", todo era tranquilidad, había transcurrido un tiempo considerable y de la cocha negra ni sus polvos, la gente pensó que con la sarteniza que le dieron, había abandonado el pueblo para siempre.
Por coincidencia "La Real Mercería of the World", no abrió sus puertas por un tiempo, cuando lo hizo, la señorita recibió un alud de preguntas del porque de su ausencia, a lo cual respondía tajante que se había ido a su pueblo para visitar a sus familiares y por más que le preguntaran no soltó prenda.
Otro caso curioso que le sucedió a la protagonista de esta "leyenda" es lo siguiente: Resulta que una madrugada un indigente borrachín se quedó durmiendo la mona en el atrio de la iglesia, un olor a carne podrida cerca de su cara lo despertó y cual sería su sorpresa de encontrarse de frente con un negro y gran animal que lo veía estupidamente, Nepomuseno se frotó los lagañosos ojos para saber si acaso estaba soñando, luego buscó con ansia la "pachita" su eterna compañera, para echarse unos tragos y darse valor, pero vió con desconsuelo que la botella estaba vacia junto a las patas del animal que lo seguía viendo como tonta, sin mucho pensarlo Nepo, lleno de furia asesina, agarró su bastón y descargó varios bastonazos sobre la pobre cocha que no atinaba a huir pues sentía de trapo las patas y que todo le daba vueltas, al fin con supremo esfuerzo consiguió emprender la retirada y haciendo zig zag se perdió en las solitarias calles de aquel singular terruño. Se sentía alegre a pesar de la bastoniza, "cantaba y reía", hasta le dieron ganas de reunirse con sus parientes en el "Chiquero Lux". Mientras tanto el borrachín siguió soñando con su dulcinea doña Lampa la dueña de la pulquería "El último suspiro".
Pero no era tan fácil deshacerse de este espiritu maligno, de nuevo cuando en la bóveda celeste aparecía la luna llena, se presentaba la malvada cochinita, como ya les dije por donde quiera se aparecía apenas caía la noche, en los caminos o veredas, en las calles, pasaba frente a las casas olfateando y emitiendo sus acostumbrados gruñidos, provocando accidentes sin querer queriendo y dejando sin habla a los que la veían. Pero como podemos darnos cuenta no era tan mala, simplemente era traviesa y le gustaba divertirse.
Los pobladores del "Empinar del Codo", acordaron de nueva cuenta tenderle otra trampa a este engendro de satanás como muchos la llamaban, para esta contienda se armaron hasta los dientes y hasta se camuflajeron, hablando y tomando poses de Rambo, pero la cochita los dejó con un palmo de narices y no "arrimó" en varios días, por lo cual los empinaderos se cansaron y desistieron de su propósito.
Llegó el domíngo, día de fiesta para los lugareños, la mayoría acudía a misa por la noche, debido a sus labores, era para ellos más que un acto de fé, una diversión, un punto de reunión con los compadres, familiares, vecinos y amigos, todo era algarabía, aquí nacieron noviazgos, casamientos, infidelidades y uno que otro macheteado, les gustaba sentarse en bancas cómodas, hincarse en mullidos reclinatorios, con luces de lámparas elegantes, ventiladores de tres velocidades, amenizado con una suave música sacra, todo esto regalos de la esposa del presidente municipal, (que mediante estos donativos soñaba que en un día no muy lejano ocuparía un retablo junto a Juan Diego), olor a incienso y flores, caminar sobre la alfombra que fue roja y ahora lucia blanquesina. Mientras el sacerdote daba su acostumbrado sermón, ellos platicaban a gusto comentando los chismes de la semana, que si al compadre fulano ya le salieron cuernos, que a don Cipriano el de la funeraría lo cayeron en la movida, que si a la Chiquis la poncharon, que los hijos de la Lupe tienen "tisis", que a Riquiano ya se le hizo agua la canoa. Claro está sin olvidar comentar las travesuras del simpático animalito.
A las ocho en punto terminaba la ceremonia, pues el padre ya tenía hambre y quería su "cocol", entonces invitaba a sus monaguillos a compartir la merienda sanamente.
Los feligreses se despedian alegremente, cuando sin decir aguas va, hace su aparición ¿quien creen?, si le atinaron, la cocha negra, con pelo erizado, los ojos diábolicos, el hocico espumoso y arremete furiosa contra los asistentes que quedaron petrificados por la sorpresa, con saña inaudita se lanza sobre la gente desgarrando sus ropas, principalmente el de las damitas que practicamente quedaron en traje de eva, la demoníaca aparición iva y venía por la iglesia con una fuerza y rapidez asombrosa, consiguiéndo en unos cuantos minutos hacer un verdadero desastre, escabullendose de los hombres que querían atraparla, a su paso derrumbaba floreros, candelabros, veladoras que prendieron fuego a la rica alfombra. Las mujeres llenas de verguenza se refugiaron en un rincón del santuario, a una de éllas se le prendió el foco y discurrió bajar los estandartes que colgaban de las paredes que decian; aquí encontrarás la paz, disfrutarás del paraíso, aqui encontraras el verdadero camino y frases por el estilo, con estas lonas cubrieron sus desnudos cuerpos y salieron patitas pa' que te quiero.
Ya nadie perseguía a la endemoniada cocha, ocupados en apagar el fuego que se propagaba rapidamente, solo el sacerdote pedía calma, la cocha negra al verlo presa fácil se abalanzó sobre él, tirándolo al suelo, acto seguido hundió sus afilados colmillos en sus blandas posaderas, el pobre individuo como pudo se desprendió y trató de huir con tan mala suerte que su sotana prendió fuego y empezó a sentir lo caliente, con la desesperacion pintada en su rostro buscó con que apagar el fuego y se acordó de la fuente bautismal, corrió como estupido demonio y con un salto olímpico cayó sentado dentro de la fuente apagando el fuego que traía adentro. Terminada su fechoría la cocha negra relamiendose el hocico de gusto salió muy ufana de la iglesia, pues ya les habia perdido el respeto a sus vecinos.
Algo chusco le sucedió a esta puerquita diabólica, caminaba muy tranquila por las solitarias callejuelas del lindo pueblito, el canto de los madrugadores gallos anunciaban que pronto se filtrarian los primeros rayos del sol por las majestuosas montañas, apresuró el paso para llegar a su hogar, cuando de pronto se le apareció un payaso, horrible, espantoso, con su narizota roja, el pelo rojo engreñado, los ojos eran como dos huecos negros, iba montado en una silla de ruedas que le rechinaban las llantas, produciendo un escalofrío, emitia una especie de chillidos guturales que helaba la sangre, cuando el payaso vió a la cocha se le hechó encima a todo lo que daba su vehículo, la cocha quedó paralizada por el terror, quería gruñir pero quedó muda, como pudo hecho a correr tan rápido como se lo permitian sus temblorosas patas, el payaso la persiguió a toda velocidad con la intención de arrollarla, en el paroxismo del terror la cocha se detuvo y de un salto se le hechó encima al payasote dandole tremenda colmilliza, el payaso por el dolor perdió el equilibrio y allá van los dos para abajo, la cocha ya envalentonada le propinó tremenda pezuñeada al payaso que no atinaba a defenderse y solo gritaba ya no, ya no, ya no, por favor, al fin la cocha dejó de patearlo, le quitó la bola roja de la naríz, le modificó la cara pintarrajeada con unos cuantos rasguños y le quitó la peluca roja y cual sería su sorpresa al ver que se trataba nada más y nada menos que del padrecito, que andaba haciendo de las suyas por la noche, en la silla de ruedas de don Nabor, el corredor de maratón de hace 40 años cuando aún podía correr con sus piernas.
Esa noche era triste para algunos familiares de don Hilarión, parecía tan sano, apenas unas horas antes había dicho que se sentía como nunca, murió repentinamente, el boticario hizo todo lo posible por salvarlo, pero sus escasos conocimientos no sirvieron de mucho, diagnosticó sirrosis severa y asi consta en el acta de defunción. Lo estaban velando en su casa como era la costumbre, cerraban la calle, poniendo hachones de ocote, para impedir el paso de las carretas tiradas por bueyes, o los burritos cargados con tercios de pesada leña y uno que otrovehículo. Ahí se encontraba la mayoría de los vecinos, bajo senda carpa por si llovía, tomando café con pán y muy seguidito un traguito de "chucho con rabia" así le dicen al licor que hacen en el pueblo, para que no les agarrara el sueño, las piadosas mujeres comenzaron a rezar el rosario con tanta prisa que pareciera iban a recibir herencia, los hombres se entretenían contando chistes colorados y otros jugando naipes, pero la mayor preocupación de todos era la incertidumbre de quien atendería la cantina. Por estar pendientes cada uno en su tarea no se dieron cuenta cuando entró nuestra heroina, se metió como Pedro por su casa y arremetió directamente al ataud que cayó al suelo, abriendose la tapa y cayendo también el difunto, al verlo quien sabe que se le dió a la cocha pero atacó a don Hilarión en la panza con sus colmillos, con tan mala suerte que uno de sus colmillos se atoró en la hebilla del cinturón del muerto, en ese momento ya venian hacia ella unos hombres con sendos machetes, con desesperación el pobre animal trataba de safarse pero su colmillo estaba bien enganchado, con increible fuerza salió corriendo, que digo coriendo, casi volando llevando a rastras el cuerpo inerte de Hilarión, dando tumbos con piedras, troncos y todo tipo de obstáculos que se encontraba en su camino, se dirigió a las afueras del pueblo, de pronto un grito de intenso dolor salió de la garganta del muerto, a la cocha se le erizaron los pelos y abrió tremendos ojotes del susto, redobló sus esfuerzos y al fin pudo safarse, salió huyendo como alma que lleva el diablo y se perdió en la espesura del monte. Sin aliento llegaron los vecinos que venian trás ellos, poco faltó para que quedaran muertos por el terror cuando vieron al muertito incorporarse lentamente y frotarse su magullado cuerpo, muchas mujeres se desmayaron cayendo como tinacos desparramados, el Hilarión no entendía nada y pedía que le ayudaran sus compadres, sus vecinos, pero nadie le hacía caso lo veían con terrror, se santiguaban una y otra vez y se alejaba corriendo con los pelos de punta y las caras desencajadas. El pobre muerto-vivo casi lloraba suplicando piedad, solo una buena samaritana permanecía viendolo con estupor, se acercó al muerto sin temerle y comenzó a hablarle dulcemente le dijo-Hilarión tu ya estás muerto, debes entrar sin temor en el túnel de luz, ya no perteneces a este mundo, ya "colgaste los tenis", "dejaste de pagar tenencia" hoy en la mañana, creo que fue de un paro cardíaco o algo así. El hombre comprendió todo y le explicó a doña Prudencia que no estaba muerto, que el padecía de catalepsia y por eso su corazón latía muy bajito y quedaba inmovil, (ya le había sucedido otras veces) por lo cual se confundieron. La mujer muy asustada no comprendía nada creyendo que la palabra catalepsia era algo relacionado con el diablo, disimuladamente, temblando de miedo se acercó más a Hilarión con fingida solicitud y sin decir agua va le sorrajó la cabeza con tremenda piedra, dando golpes una y otra vez hasta que ahora si el buen Hilarión, "estiro la pata", la doña se persignó muy digna y regresó al pueblo sintiéndose Marvila, la mujer maravilla.
Mientras tanto la cocha negra, causante de tanto alboroto dormia placidamente en su cama, el canto de los gallos anunciando el nuevo día la despertaron, la señorita Filogonia se desperezó muy despacio sintiendo el cuerpo molido y se vió completamente desnuda-maldición otra vez me he quedado dormida, sin ponerme la pijama ¿y ahora que pasó? por qué estoy tan adolorida, quizás vino a visitarme mi incubo favorito transformado en Brad Pitt y pasamos una noche de agazajo, dijo en son de broma esta peculiar solterona.
Después del caso del muertito que a decir verdad todos se alegraron al encontrar su cadaver ahora si muerto de a deveras, le dieron cristiana sepultura y cerraron por el momento la cantina del pueblo lo que significó una catástrofe para los borrachos, perdón para la sociedad masculina trabajadora, que en este lugar arreglaban toda clase de asuntos, el pueblo quedó en paz, hasta que de nuevo en el cielo se dibujo la luna llena que bañó con su magica luz este hermoso paraje. A muchos se les fruncia el asterisco y procuraban no tardar mucho fuera de casa, por temor a un mal encuentro. Pero allá en el fondo de su ser sobre todo las mujeres amantes desde siempre, de la novedad, de la curiosidad y el chismorreo, estaban a la expectativa y se preguntaban que pasaba con la cocha negra, cuándo y dónde se presentaría, que nueva fechoría estaría tramando o acaso ya no volvería y dejaría sumido al "Empinar del Codo", en esa triste melancolía que se repiraba en el ambiente. Ansiaban que se presentara pues sabian que donde ella estaba había jaleo y rompía con el hastio de la vida cotidiana, con decirles que hasta cariño le habían tomado.
Pero muy pronto tendrían noticias de este simpático animalejo, esa noche era realmente hermosa, de luna llena brillante, el cielo estaba tachonado de estrellas y su luces se reflejaban en el agua cristalina del riachuelo, el aroma de los cipreces y las flores campiranas perfumaban el ambiente, se persivia en este lugar algo poético, romántico, de ensueño. Eso sintieron Casiano y Rutilia, una parejita de enamorados que decidieron dar un paseo por el arroyito, sin permiso de sus padres, tomados de la mano muy acaramelados se sentaron a contemplar el paisaje, de vez en cuando suspiraban, viendose a los ojos-Rutilia-Casiano-Rutilia-Casiano-Rutilia-Casiano, total que se les subió la bilirrubina y quitandose la ropa se echaron al agua dizque a nadar, aunque el agua les llegara solo a los talones. La Cerdita que merodeaba por estos lares y fue testiga de este incipiente amor, se acercó sigilosamente y tomando la ropa de los chicos en su hocico puso pies en polvorosa, emitiendo su oink oink en forma de despedida, quizás contagiada por el encanto de la noche y por el amor, no se atrevió a molestarlos y se conformó con esta pequeña travesura.
Los muchachos escucharon el oink, oink y salieron del agua apresuradamente, pero sus ropas ya no estaban donde las habían dejado, buscaron por todas partes y no aparecieron, tiritando de frío, no encontraban la manera de como regresar a su casas en estas condiciones. Casiano dijo- que si nos ponemos unas hojas como Adán y Eva, llorando élla asintió, no encontraron hojas apropiadas pero si unas grandes flores rojas aterciopeladas muy bonitas, se las colocaron en sus partes y emprendieron el camino de regreso, no habían caminado mucho cuando sintieron que las flores se adherian a sus cuerpos, trataron de quitarselas pero las flores se pegaban con mayor fuerza y sentían como succionaban su piel, muy asustados regresaron de nuevo al arroyo, como pudieron se quitaron las flores carnivoras, pero quedaron como santo cristo, todos lastimados, chorreando sangre, después de lavar sus heridas en el agua, con el cuerpo tumefacto, desnudos, con frío, con las piernas temblorosas por el miedo, todos encogidos, regresaron a su hogar, ahí les esperaban sus padres con "El Jesús en la boca" y comiendose las uñas de la preocupación. Pero cuando los vieron, no los dejaron ni hablar, les propinaron tremenda chicotiza con mecate mojado, les dijeron hasta de lo que se iban a morir y por último dictaron la sentencia, casamiento inmediato forzoso para evitar las habladurías. No podían imaginarse que a esa hora ya el pueblo entero estaba enterado, pues de pura casualidad doña Cleta los había visto llegar y se encargó de contarselo a medio mundo, menos mal que no existía el Internet, pues hubiera sido muy divertido ver a los chicos con sus lindas flores ja ja ja. Así es como por culpa de la cocha negra, se arruinaron un par de vidas, dos habitantes más de pie pero muertos por dentro, la cerdita ajena a lo que había provocado contemplaba a sus anchas el reflejo de la esplendorosa luna en las aguas cristalinas del riachuelo, suspirando de vez en cuando.
Era de madrugada la cocha vagabundeaba por el pueblo de malas, pues no había podido espantar a nadie, de pronto vió que se prendian las luces de un caserón viejo ubicado a la siguiente cuadra del parque, escuchó como rechinaban los goznes de las viejas puertas, enseguida vió pasar a algunas personas apresuradas que llevaban cajas amarradas con mecates, morraletas, bolsas de plástico y una que otra maleta, el humor le cambió de pronto y sin pérdida de tiempo se dirigió a este lugar, se encontró con que era la terminal de autobuses, "Américo Vespucio", escondida atisbó como los pasajeros compraban sus boletos y abordaban el autobús, esperó paciente a que todos ocuparan sus lugares y salió como flecha.
El conductor puso en marcha el "tuguchis", y emprendió la marcha a su destino, apenas habían salido del pueblo cuando de un brinco la cocha, se trepó en la parte delantera del vehículo y con su poderoso hocico rompió el parabrisas provocando que el asustado chofer detuviera de un brusco frenón el autobús. La cocha entró de "sopetón", armando tal alboroto que aquello parecía tianguis en día domíngo, el animal se dió a la tarea de mordisquear y razgar asientos, dar de hocicazos y colmillazos a diestra y siniestra a los pasajeros, romperles sus bolsas llenas de comida, golosinas y pozol, que llevaban para mitigar el hambre en el camino, unos se amontonaron en el pasillito buscando la salida, otros se tiraron por alguna que otra ventanilla que no estuviera atorada y pudiera abrirse, otros se subian a los asientos guareciéndose de los ataques de la cocha negra, se oían gritos de bajan, bajan, llantos e insultos. Un hombre gordo como Santa, quedó atorado y no podía salir de su asiento, esto llamó la atención del peludo animal y a él se dirigió, le propinó tremenda golpiza en la abultada panza, y ¡ho! sorpresa una bolsa que llevaba amarrada a la cintura se reventó y salió mucho polvo blanco que se esparció por todo el camión, al lamerlo la cocha se sintió muy contenta, hasta de la comida se olvido y dando tumbos bajo del autobús sin que nadie la detuviera, debido a la sorpresa del hallazgo, la gente con disimulo aspiraba el polvito como quien no quiere, dandose cuenta de lo que se trataba atraparon facilmente al gordo cocainero, le quitaron su dinero y alhajas, lo ataron y como un fardo lo pusieron en el piso para en cuanto llegaran a la cabecera municipal lo entregaran a las autoridades. La cocha satisfecha de tanta comida y cocaina miraba al camión partir con los ojitos llorosos.
Se había hecho una costumbre que en cuanto bajara el sol, como ellos decian, las mujeres levantaran la ropa de los tendederos, pues a este destructivo animal le encantaba desgarrar la ropa, los juguetes y todo lo que fuera mordible y aunque se dieran cuenta los dueños, no salian por temor a un ataque de la cocha negra, no respetaba patios ni jardines, destrozaba plantas y flores, pero de vez en cuando se llevaba lo suyo, pues cuando se topaba con rosales las espinas le herian la cara y le quedaban espinas en la lengua que le impedian comer por varios días a la cocha y a Filogonia por coincidencia.
Cierta noche la cocha negra sin proponerselo llegó a la mueblería del pueblo llamada "La Dicha del Hogar", en este establecimiento vendian, roperos, camas, estufas, ollas de peltre, molinos manuales, mesas de pino, radios, calzado, ropa, mochilas (todavía no había llegado el progama mochila para todos) y algunos otros cachivaches, casi todo los enpinaderos tenian una deuda con esta tienda ya sea antigua o nueva, nunca terminaban de pagar, por los altos intereses que les cobraban, además de que cuando lograban pagar algún artículo, se volvían a embarcar con otro y la cuenta era de nunca acabar, lo que a don Justino le caía de perlas, pues con ese dinerito se iba a las europas de vacaciones cada año, gracias a la prole como él decía. Esa noche la cocha decidió entrar a la Muebleria por un agujero que había en la pared. De entrada se puso a revolver todo, se acostó un buen rato en una no muy cómoda cama, en seguida mordisqueó los cables, las patas de las mesas, tiró una pecera vieja orgullo de don Justino y acto seguido se engullió los pececitos, tiró ollas, platos, picos y palas, bastante molesta por no encontrar nada apetecible, se introdujo al cuarto que servía de oficina se trepó al escritorio y despues de husmear todo, empezó a tirar del archivero con mucha fuerza hasta que logró su objetivo, volcar al suelo el archivero que al golpe se abrieron su gavetas saliendo un montonal de amarillentos folders llenos de documentos, la voraz cocha los pisoteó, los mordisqueó a diestra y siniestra y por último del mismo coraje que traía por no encontrar comida ni bebida, se le ocurrió una idea macabra, frotar con mucha energía sus pezuñas hasta que brotaron chispas que prendieron fuego a los papeles y a toda la mueblería. En seguida se esfumó como un fantasma. Al enterarse la gente de la quemazón en la tienda, en lugar de ayudar a apagar el fuego se pusieron a bailar y tomar de lo lindo, por el resto de la noche sabiendo que al fin eran libres del aprovechado de don Justino. Mientras el dueño lloraba desconsoladamente al ver destruida su minita de oro, la cocha negra roncaba a pierna suelta en su mullida cama quizás sin enterarse de la buena acción que acababa de hacer.
Noche de fiesta en la casa de don Cipriano, el rico dueño del ingenio de azúcar "La Melaza", se festejaba a su esposa por su cumpleaños, todo era movimiento, los peones lavaban los pisos hasta dejarlos como espejos, limpiaban las lámparas, colgaban de los arboles miles de banderitas de colores, adornaban los jardines, colocaban las mesas, las sillas, largas mesas en el hermoso jardín para poner los platillos para la cena-buffet, llenaron las enormes hieleras con toneladas de cerveza y la cava estaba repleta de botellas de los mejores vinos y licores para la gente más influyente, pues se esperaban invitados de la capital del Estado, tanto de la política como del clero, el mismisímo Gobernador y Obizpo de la Diocisis. La gente del pueblo les tocaba mirar como el chinito pues no fueron invitados, por no apoyar a don Cipriano, cuando quiso ser Presidente, las tarimas donde iban a estar las marimbas y grupos musicales ya estaban listas, las mujeres preparaban las exquisitas carnes, botanas al por mayor, exquisitos dulces y pasteles, todo estaba preparado para la gran comilona.
A las ocho en punto de la noche empezaron a llegar los primeros invitados en sus flamantes charchinas, muy elegantes y estirados, los acordes de la música invadian cada ríncón de la casa grande, las bebidas corrian como ríos, los platillos con botanas desaparecían en un abrir y cerrar de ojos, los hombres de negocios charlaban animadamente fumando sus cigarrillos y tirando las colillas encendidas despreocupadamente, todo eran risas, baile, flirteos, alegría. En otra parte del pueblo, dentro del panteón se encontraba la cocha negra muy abuitada, cuando para su fortuna le llegó el delicioso aroma de las exquisitas viandas y el sonido de la música, sin pensarlo dos veces encaminó sus pasos guiada por el olfato, se presentó de etiqueta, primero husmeó por toda la propiedad protegida por las sombras, los invitados bailaban alegremente en la sala de la casa al compás del querreque, con la euforia de las bebidas no se dieron cuenta de nada, la cocha inspeccionó todo y formó su plan de ataque, vió que al fondo del jardín había una casita donde se guardaban las herramientas, pudo con facilidad quitar el cerrojo, acto seguido comenzó a hacer ruidos, los dos guardias agarraditos de la mano se acercaron al cobertizo blandiéndo tremendos toletes, no llevaban armas de fuego porque don Cipriano, no quería alarmar a sus visitantes, al ver que estaba abierta entraron a revisar si había algún intruso, acto seguido el mañoso animal que estaba escondido cerró la puerta y corrió el cerrojo.
Después tomó una colilla de cigarro encendida que abundaban en el jardín, como mucha parsimonia le dió una fumada pero como no estaba acostumbra por poco y se ahoga, voló sin alas hacia donde estaban los fuegos pirotécnicos, que encenderían para el fin de fiesta, dejó caer la colilla y la pólvora hizo lo demás, fue un pandemonio, la gente sin previo aviso se asustó mucho cuando comenzaron a saltar los cohetes en todas direcciones, el ruido era ensordecedor, aunado a esto la cocha negra hace su entrada triunfal al salón de baile tirando todo lo que encontraba a su paso, atacando a los invitados con sus filosos colmillos, embistiendolos y rasgando todo con su hocico y pezuñas, esto fue demasiado para la gente de la ciudad que nunca habían creido en la historia de la cocha negra. Ahora la tenían frente a ellos con los ojos rojos de furia y el hocico espumoso, era más de lo que podían soportar y locos de terror salieron corriendo olvidandose hasta de sus bolsos y demás pertenencias.
Fueron inutiles los ruegos de los anfitriones, los invitados abordaron sus automoviles y partieron de este pueblo bendito. Al ver que la cocha venía hacía ellos los dueños de la casa subieron corriendo las escaleras locos de terror y se encerraron en su alcoba con siete llaves, la cocha satisfecha de su fechoría se dió a la tarea de tragar todo lo que le gustaba y claro tomar el mejor vino, estaba feliz, brincaba en las mesas, desgarraba los manteles, se comía hasta las servilletas de papel, todo era nuevo para élla. Los sirvientes y gente del pueblo al oir esta tronazón de cohetes y ver el carrerío que pasaba a toda velocidad enfilando a la carretera, les entró la curiosidad de saber que pasó, se acercaron timidamente a la casa grande, al ver tanta comida y bebida servida en los jardines, se les hizo agua la boca, pero temian acercarse por la cocha negra, pero esta lejos de atacarlos o salir corriendo se concretó a seguir comiendo y tomando muy tranquila, al ver esta actitud los pobladores y sirvientes se acercaron poco a poco y olvidando sus temores, comieron, bebieron y hasta se sintieron músicos aporreando los instrumentos para alegrar la velada, junto a su enigmatica vecina en una asombrosa muestra de amistad.
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Después de esta convivencia le perdieron el miedo a la cocha, pero tomaban sus precauciones porque ya sabían como se las gastaba este animalejo, tenía un carácter voluble como el de la señorita Filogonia, pero a decir verdad se sintieron protegidos hasta de los predicadores. Bueno amigos aquí dejamos a la espeluznante cocha negra viviendo una doble vida, en el día una vieja hosca, gruñona y aburrida, por la noche una aventurera alegre, molestosa y traviesa, que llegó a este pueblito anclado en una meseta a ponerle sal y pimienta.
Todos los personajes, lugares y situaciones que aparecen en este cuento, son puramente ficticios, fruto de la mente retorcida y calenturienta del autor o sease yo, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
Hasta la vista amigos, pasenla bien.
Hasta la vista amigos, pasenla bien.
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