REPOSICION EN EL MANDO DE LA
LINEA DE ORIENTE
DEL 20 DE SEPTIEMBRE AL 2 DE OCTUBRE
DE 1866.
Cuando el Gobierno tuvo
la noticia de que debía evadirse el General Díaz de Puebla, que fue comunicada
por Don Justo Benitez a su Ministro de Washington y trasmitida por él a la
Secretaría de Relaciones Exteriores de la República, residente en el paso, y el
Sr. Juárez supo que intentaba evadirse y volver a tomar las armas contra el
Imperio, lo repuso en el mando de la Línea de Oriente el 2 de noviembre de 1865
considerándole las mismas facultades y atribuciones que tenía antes de la toma
de Oaxaca por los franceses.
El 30 de diciembre de 1865 recibió el Gobierno Federal la noticia
trasmitida por su Ministro en Washington, el 13 de octubre anterior, de que
había verificado su evasión y que estaba ya en campaña en contra de la
intervención y los traidores, y en ese mismo día ratificó su acuerdo anterior.
El General Díaz recibió en Atoyaquillo, en el Estado de Oaxaca, el
2 de febrero de 1866, las órdenes respectivas de la Secretaría de Guerra,
fechadas en el Paso del Norte el día 12 de noviembre anterior, cuando se
tuvo noticias de que pensaba evadirse.
El General Don Alejandro García, cuyo Cuartel General estaba en
Tlacotálpan del Estado de Veracruz, había quedado con el mando de la Linea de
Oriente durante el encarcelamiento del General Díaz en Puebla, y cuando volvió
a la campaña siguió como segundo en Jefe.
LO DE SOTO
25 DE FEBRERO DE 1866.
Estando en Tlapa el
General Díaz se enteró que una columna mandada por Don Jesús Ortega, Procedente
de Oaxaca trataba de penetrar al estado de Guerrero, por Jamiltepec y Pinotepa,
y que traía armamento para organizar un batallón que se llamaría Batallón de
Jamiltepec.
Auxiliado por el General Alvarez, con una fuerza de Guardia
Nacional de 200 hombres que mandaba el Coronel Antonio Reguera, el General Diaz
emprendió su marcha por Ometepec, hacía Jamiltepec, con objeto de encontrar a
Ortega, y estando acampado en una ranchería que se llama Lo de Soto, el 23 de
febrero de 1866, la avanzada que tenía sobre el camino a tres leguas y
compuesta de vecinos armados, abandonó su puesto, sin replegarse al campamento,
y por consiguiente sin que el General Díaz, pudiera tener aviso de la presencia
del enemigo a tan corta distancia, y solamente pudo verlo cuando ya hacian
fuego sobre sus soldados que éstos contestaban.
Al oir los primeros tiros el General Diaz salió de un jacal que le
servía de alojamiento, y se encontró con la caballería enemiga a muy corta
distancia que comenzó a dispararle sus armas. No tuvo más recursos que
volver al mismo jacal; tomó sus pistolas que estaban en su montura, y no
pudiendo salir por la puerta, porque por allí lo amagaba el enemigo, se habrió
paso rompiendo por la parte posterior la cerca del jacal que era de mimbre e
hizo otro tanto con otros dos jacales que seguían, porque al entrar
sucesivamente en cada uno, sus perseguidores ocupaban la puerta. En esos
momentos encontró por accidente (suerte que tenía Don Porfirio) a un oficial
con 10 hombres montados y armados, que horas antes le habían pedido permiso
para ir a bañarse al río distante cosa de una legua y que regresaban en esos
momentos, tomó un caballo y con esos diez hombres cargó sobre el enemigo,
eficazmente ayudado por los fuegos de algunos soldados del Batallón Fieles de
Oaxaca que con el Teniente Coronel Don Martin Rivera, habían ocupado un pequeño
promontorio que estaba en el centro de la Ranchería y desde allí batian bien a
la caballería enemiga. Con esa eficaz ayuda pudo llevarla hasta pasar una
barranca único paso que tenía y que era por donde ella había venido.
Una vez que logró arrojar la caballería enemiga al otro lado
de la barranca, permaneció defendiendose, pero a poco se le incorporó el
Teniente Coronel Marcos Bravo, con 20 hombres, que hasta ese momento habían
podido ensillar sus caballos, y pocos instantes despues se presentó el Teniente
Coronel Bernardino García, con otros 100 hombres.
Salvada así la situación, pasó la barranca poniendo en retirada a
la caballería enemiga que persiguió hasta el rancho del Alacrán, donde ya no
pudo continuar por haberse incorporado a su infantería y su artillería que
constituia el núcleo principal de su fuerza.
Entonces comenzó a retirarse porque el General Leyva le avisó que
las mulas que pastaban a más de una legua, habían llegado y que estaban
aparejadas y cargadas y formada la infantería. Entonces ordenó que
marcharan rumbo a Ometepec hasta los Horcones, y notando que en este lugar
podía presentarse acción con ventaja para éllos, mandó al General Leyva que
hiciera alto y lo esperara. Una vez en los Horcones, se colocó en condiciones
de resistir un ataque, pero el enemigo no lo aceptó y volvió a pernoctar en el
De Soto y éllos en Ometepec.
En ese combate el enemigo había dejado seis o siete muertos y
algunos heridos y los republicanos solo perdieron al Teniente Coronel Don Manuel
Alberto Aburto, que por estar gravamente enfermo y no habiéndose acordado de el
por la escaramuza, lo encontró el enemigo en su cama y lo asesinó.
Proximo capitulo: PUTLA y PLATICAS CON EL GENERAL TRUJEQUE.