Buenas noches mis queridos pupilos. Hoy Ocelot, les trae una de las entradas mas inquietantes que se puedan imaginar, y no, no es la foto de la duquesa de alba en bañador.
Despues de pensarlo mucho debido a la paranoia que pueda generar, me he decido a publicar esta entrada, y como dice el titulo, me llamaron loco, que si, que lo estoy un poquito, pero hoy tome mis medicamentos, y sin mas preambulos y poniendo a prueba la credibilidad de tan prestigioso blog, les presento un macabro resumen historico de todos los ataque de no-muertos a lo largo de la historia. Escucharon bien, no muertos, seres que han muerto pero que caminan y nos tienen a nosotros los humanos como su principal fuente de alimento, hablamos del zombi reanimado por un virus, el que tiene base cientifica y que puede propagar la enfermedad lo que lo hace mas peligroso.
Todos los ataque que estan aqui registrados, ocurrieron realmente, se los digo yo, tambien pueden preguntar a Chabelo que ha sido testigo de cada uno a travez de los años.
60.000 A. C, KATANDA, ÁFRICA CENTRAL
Recientes expediciones arqueológicas descubrieron una cueva a
orillas de la zona alta del río Semliki que contenía trece cráneos. Todos
habían sido aplastados. Muy cerca de ellos había una gran pila de cenizas fosilizadas.
Los análisis en los laboratorios determinaron que las cenizas eran los restos
de trece Homo sapiens En la pared de la cueva hay pintada una figura humana,
con las manos alzadas en postura amenazadora y una mirada diabólica. Dentro de
su enorme boca está el cuerpo de otro humano, este descubrimiento no ha sido
aceptado como un incidente zombi auténtico. Una corriente de opinión afirma que
los cráneos aplastados y los cuerpos quemados eran un modo de deshacerse de los
gules, mientras el dibujo de la cueva sirve de aviso. Otros académicos
solicitan algún tipo de prueba física, como un resto de Solanum fosilizado. Aún
se están esperando los resultados, Si se confirma la autenticidad en Katanda,
surgirá en nuestras cabezas la siguiente pregunta: ¿Por qué pasó un intervalo
de tiempo tan grande entre este primer brote y el que le sigue?
3000 A. C, HIERACÓMPOLIS, EGIPTO
En 1892, una excavación británica desenterró una tumba s in
inscripción. No pudieron encontrarse pistas que revelaran quién era la persona
que la ocupaba ni nada sobre su posición en la sociedad. El cuerpo fue encontrado
fuera de la cripta abierta, hecho un ovillo en una esquina y sólo parcialmente
descompuesto. Miles de marcas de arañazos adornaban la superficie del interior
de la tumba, como si el cadáver hubiera intentado abrirse camino hacia el
exterior. ¡Los expertos forenses revelaron que las marcas se habían hecho durante
un periodo de varios años! El cuerpo mismo tenía varias marcas de mordiscos en
el radio derecho. La marca de los dientes mostraba que eran humanos. La
autopsia completa reveló que el cerebro seco y parcialmente descompuesto no
sólo correspondía a los que están infectados con Solanum (el lóbulo frontal había
desaparecido por completo) sino que también contenía restos del virus. Existe
en la actualidad un debate enfurecido sobre si este caso provocó o no que los
últimos egipcios extrajeran el cerebro a las momias.
Durante el viaje para explorar y colonizar la costa occidental del
continente, Hanno de Cartago, uno de los antiguos marineros más famosos de la
civilización occidental, escribió en su diario de a bordo:
A la orilla de una gran jungla, donde las verdes colinas esconden
sus copas sobre las nubes, mandé una expedición tierra adentro en busca de agua
dulce. [....] Nuestros adivinos nos advirtieron sobre esta expedición. Según
ellos se trataba de una tierra maldita, lugar de demonios abandonado por los
dioses. Ignoré tales advertencias y pagué el precio más alto. [ . ..] De
treinta y cinco hombres que envié, sólo siete regresaron. [ ... ] Los
supervivientes sollozaban un cuento sobre monstruos de la jungla. Hombres con
colmillos de serpiente, garras de leopardo y ojos que ardían como las llamas
del Infierno. Las espadas de bronce les cortaban la carne, pero no sangraban.
Se alimentaron de nuestros marineros y el viento se llevó sus llantos [...]
nuestros adivinos nos alertaron sobre los supervivientes que habían sido heridos,
afirmando que traerían dolor a todo aquel que los tocara. [ .. .] Nos
apresuramos hacia los barcos y abandonamos a aquellas pobres almas en aquella
tierra de hombres-bestia. Que los dioses me perdonen
Como saben la mayoría de lectores, mucho del trabajo de Hanno
resulta polémico y es tema de debate entre los historiadores académicos. Dado
que Hanno también describió un enfrentamiento con grandes criaturas parecidas a
los monos que él apodó «gorilas» (los gorilas actuales nunca han habitado esa
parte del continente) puede deducirse que ambos incidentes son producto tanto
de su imaginación como de la de los historiadores posteriores. Incluso si
tenemos en cuenta esto y sin considerar la exageración obvia de los colmillos
de serpiente, las garras de leopardo y los ojos ardientes, la descripción
básica de Hanuo se acerca bastante a la de los muertos andantes.
329 A. C, AFGANISTÁN
Una columna macedonia sin nombre, construida por el legendario
conquistador Alejandro Magno, fue visitada muchas veces por las fuerzas
soviéticas especiales durante su propia guerra de ocupación. A ocho kilómetros
de este monumento, una unidad descubrió los restos antiguos de lo que se creyó
que eran unas instalaciones militares del ejército heleno. Entre otros objetos,
había una vasija de bronce pequeña. El dibujo de la inscripción mostraba: (1)
un hombre mordiendo a otro hombre; (2) la víctima yaciendo en el lecho de muerte;
(3) la víctima volvía de nuevo a la vida, y de nuevo volvía a (I) mordiendo a
otro hombre. La naturaleza circular de esta vasija, al igual que los dibujos en
sí mismos, podrían ser la prueba de un brote no muerto que Alejandro presenció
o que le relató alguien de las tribus locales.
Durante la dinastía Qin, todos los libros no relacionados con
asuntos prácticos como la agricultura o la construcción fueron quemados por
orden del emperador para protegerse contra «pensamientos peligrosos». Nunca
sabremos si los relatos sobre los ataques zombis terminaron en llamas. Esta
sección oculta de un manuscrito médico, preservado dentro de la pared de la
casa de un erudito chino que fue ejecutado, podría ser la prueba de tales
ataques:
El único tratamiento para las víctimas de la Pesadilla de la
Vigilia Eterna es una desmembración completa seguida de las llamas. Debe
sujetarse al paciente, llenársele la boca de paja y entonces amarrarlo bien.
Deben extirparse todos los miembros y órganos, evitando el contacto con
cualquier fluido corporal. Debe quemarse todo hasta que sólo queden cenizas
para seguidamente esparcirlas todas al menos a doce pies en todas direcciones.
Cualquier otro remedio no bastará, puesto que la enfermedad no tiene cura [...]
el deseo de carne humana es insaciable. [ ...]Si las víctimas son numerosas y no
hay esperanza de poder contener las, debe real i zar se la decapitación
inmediatamente [. . .] la pala shaol in es el arma más veloz para realizar esta
tarea.
No hay mención a las víctimas de esta Pesadilla de la Vigilia
Eterna como seres realmente muertos. Sólo el fragmento sobre el ansia que
sienten por la carne de los sanos y el «tratamiento» en sí, sugieren la
presencia de los zombis en la antigua China.
121 D. C, FANUM COCIDI, CALEDONIA (ESCOCIA)
Aunque se desconoce la fuente del brote, sus acontecimientos están
bien documentados. El jefe bárbaro de la zona, creyendo que los no muertos
estaban simplemente locos, envió a más de 3000 guerreros a «poner fin a esta sublevación demente». Su
resultado: más de 600 guerreros devorados, el resto herido y finalmente transformado
en muertos andantes. Un comerciante romano llamado Sextus Sempronios Tubero,
que viajaba por esa región en aquel momento, presenció la batalla. Aunque no se
dió cuenta de que los muertos andantes eran sólo eso, Tubero vio lo suficiente
para fijarse en que la decapitación era el único modo de que los zombis dejaran de ser una amenaza.
Apenas hubo escapado, Tubero contó este acontecimiento a Marcus Lucius
Terentius, comandante de la guarnición militar más próxima en la Britania
romana. Estaban a menos de un día de 9000 zombis. Siguiendo el flujo de
refugiados, estos gules continuaron migrando al sur, en dirección constante
hacia territorio romano. Terentius solo contaba con una cohorte (480 hombres) a
su disposición, los refuerzos se encontraban a tres semanas de allí. Terentius
ordeno primero cavar dos zanjas estrechas de dos metros de profundidad que
finalmente alinearía para formar un pasillo recto de más de un kilómetro de
largo. El resultado fue similar a un embudo abierto hacia el norte. Entonces
ambas zanjas se llenaron de bitumen l liquidum (aceite crudo: se usaba
normalmente para encender lámparas en esta parte de Britania). Cuando los
zombis se acercaron, prendieron el aceite. Todos los gules que cayeron en la
zanja quedaron atrapados dentro de sus límites profundos y se incineraron. El
resto fue forzado hasta el túnel, donde no más de 300 podían mantenerse en fila
de pie. Terentius ordenó a sus hombres que sacaran las espadas, alzaran los
escudos y avanzaran hacia el enemigo. Después de nueve horas de batalla, todos
los zombis habían sido decapitados. Las cabezas partiéndose rodaban hacía la
zanja para ser incineradas. Las bajas romanas sumaron 150 muertos, sin heridos
(los legionarios mataron a cualquier camarada mordido).
Las ramificaciones de este brote fueron inmediata e históricamente
importantes. El emperador Adriano mandó compilar toda la información sobre el
brote en un trabajo inteligible. Este manual no sólo detallaba el patrón de
comportamiento de los zombis y las instrucciones sobre los métodos más
eficientes de deshacerse de los cuerpos, sino que también recomendaba una
aplastante fuerza numérica «que se enfrentara al pánico inevitable del
populacho general». Una copia de este documento, conocido simplemente como
«Orden del Ejército XXXVII», fue distribuida a cada legión a través del
imperio. Por este motivo, los brotes en zonas bajo el dominio romano nunca
volvieron a alcanzar un número crítico v por eso nunca fueron registrados en detalle.
También se cree que el primer brote impulsó la construcción del Muro de
Adriano, una estructura que aislaba de forma eficaz Caledonia del norte del
resto de la isla. Este es un brote de clase 3 de manual y, con mucho, el mayor
registrado.
140-41 D. C, THAMUGADI, NUMIDIA (ARGELIA)
Seis pequeños brotes entre los nómadas del desierto fueron
registrados por Lucius Valerius Strabo, gobernador romano de la provincia.
Todos los brotes fueron aplastados por dos cohortes de la base de la Tercera
Legión Augusta. Número total do zombis abatidos: 134. Bajas romanas: 5. Aparte
del informe oficial, una entrada del diario personal de un ingeniero del
ejército registra un descubrimiento significativo: Una familia de la zona
permaneció prisionera en su casa durante al menos doce días mientras las
criaturas salvajes arañaban e intentaban abrirse camino en vano por las puertas
cerradas con cerrojos y las ventanas.
Después de que acabáramos con la mugre y rescatáramos a la
familia, su conducta parecía cercana a la locura. Por lo que pudimos deducir,
los gemidos de las bestias, día tras día, noche tras noche, demostraron ser una
forma de tortura despiadada Este es el primer reconocimiento conocido de daño
psicológico causado por un ataque zombi. Al estar los seis incidentes muy
próximos en el tiempo puede considerarse creíble que uno o más zombis de
ataques anteriores sobrevivieran el tiempo suficiente para volver a infectar
una población.
156 D. C, CASTRA REGINA, GERMANIA (SUR DE ALEMANIA)
El ataque de diecisiete zombis acabó infectando a un clérigo
importante. El comandante romano, al reconocer las señales de un recientemente
transformado zombi, ordenó a sus tropas que destruyeran al antiguo hombre
santo. Los ciudadanos de la zona encolerizaron y se desencadenaron disturbios.
Número de zombis abatidos: 10, incluyendo al hombre santo. Bajas entre los
romanos: 17, todos durante los disturbios. Número de civiles asesinados por las
medidas represivas de los romanos: 198.
177 D. C, EMPLAZAMIENTO SIN NOMBRE CERCA DE TOLOSA, AQUITANIA
(SUROESTE DE FRANCIA)
Una carta personal, escrita por un comerciante durante un viaje
para ver a su hermano en Capua, describe al agresor: Vino desde el bosque un
hombre que apestaba a podrido. Su piel grisácea dejaba entrever muchas heridas
de las que no emanaba la sangre. Al ver al niño gritar, pareció que el cuerpo
le temblaba de excitación. Su cabeza se volvió en la dirección del niño; su
boca abierta en un gemido estremecedor. [ ...] Darius, el anciano veterano de
la legión, se acercó [...] apartando hacia un lado a la madre, agarró al niño
con un brazo y empuñó su gladius con el otro. La cabeza de la criatura le cayó
sobre los pies y rodó colina abajo antes de que el resto del cuerpo la
siguiera. [...] Darius insistió en que llevaran ropas de cuero cuando tiraran
el cuerpo al fuego [.] la cabeza, que aún se movía mordiendo de un modo desagradable,
alimentó las llamas.
Este pasaje debería tomarse como la típica actitud romana hacia
los muertos vivientes: sin miedo, sin supersticiones, simplemente otro problema
que requiere una solución práctica. Este fue el último ataque registrado
durante el Imperio romano. Los siguientes brotes ni se combatieron con la misma
eficacia ni fueron registrados con la misma claridad.
SIGLO VIII D. C, FRISIA (NORTE DE HOLANDA)
Aunque parece que este acontecimiento tuvo lugar en o alrededor
del año 700 d. C, las pruebas físicas las aporta un cuadro descubierto
recientemente en la bóveda del Rijksmuseum de Ámsterdam. El análisis de los materiales
fija la fecha señalada arriba. El cuadro muestra un grupo de caballeros con
armadura completa atacando a una multitud de hombres rabiosos con carne gris,
flechas y otras heridas cubriendo sus cuerpos y sangre chorreando de sus bocas.
Mientras las dos fuerzas se enfrentan en el centro del lienzo, los caballeros empuñan
las espadas para decapitar al enemigo. Se ve a tres zombis en la esquina de la
parte inferior derecha, agachados sobre el cuerpo de un caballero muerto. Han
quitado parte de su armadura y han arrancado una extremidad de su cuerpo. Los
zombis se alimentan de la carne expuesta. Como el cuadro en sí no está firmado,
nadie ha determinado aún de dónde procede esta obra o cómo terminó en el museo.
Bearnt Kuntzel, un fraile que peregrinaba a Roma, registró este
incidente en su diario personal. Un zombi que apareció deambulando de la Selva
Negra mordió e infectó a un granjero de la zona. La víctima resucitó varias horas
después de fallecer y atacó a su propia familia. Desde ese momento, el brote se
extendió a la aldea entera. Los que sobrevivieron huyeron al castillo del
señor, sin darse cuenta de que algunos de ellos habían sido mordidos. Cuando el
brote se extendió aún más, los aldeanos vecinos se dirigieron en tropel a la
zona infestada. El clero de la zona creyó que los no muertos habían sido
infectados por el espíritu del demonio y que el agua bendita y los ensalmos
desterrarían a los espíritus malignos. La «búsqueda sagrada» terminó en una
masacre, con la congregación entera o devorada o convertida en muertos
vivientes.
Desesperados, los señores y los caballeros vecinos se unieron para
«purificar a la prole infernal en las llamas». Esta fuerza destartalada quemó
todas las aldeas y zombis en un radio de ochenta kilómetros. Ni los humanos que
no habían sido infectados sobrevivieron a la masacre. El castillo original del
señor, habitado por personas que se habían visto acorraladas por los no
muertos, se había transformado para entonces en una prisión de más de 200
gules. Como los habitantes habían bloqueado las puertas y subido el puente
levadizo antes de perecer, los caballeros no pudieron entrar al castillo para
purificarlo. El resultado: la fortaleza se declaró «embrujada». Más de una
década después, los campesinos que pasaban cerca de allí podían oír los gemidos
de los zombis que había aún dentro. Según las cifras de Kuntzel, se
contabilizaron más de 573 zombis y más de 900 humanos fueron devorados. Kuntzel
cuenta también las represalias masivas contra un pueblo judío cercano, culpado
del brote por su falta de «fe». El trabajo de Kuntzel sobrevivió en los
archivos del Vaticano hasta su descubrimiento accidental en 1973.
1073 D. C, JERUSALÉN
La historia del doctor Ibrahim Obeidallah, uno de los pioneros más
importantes en el campo de la fisiología zombi, tipifica los grandes progresos
y los trágicos retrasos en el intento de la ciencia por entender a los no muertos.
Una fuente desconocida causó un brote de quince zombis en Jaffa, una ciudad de
la costa palestina. La milicia local, que utilizó una copia traducida de la
Orden del Ejército Romano XXXVII, exterminó con éxito la amenaza con un mínimo
de bajas humanas. Una mujer recientemente mordida quedó al cuidado de Obeidallah,
un físico y biólogo eminente. A pesar de que la Orden del Ejército X XXVII
hablaba de la decapitación inmediata y la incineración de todos los humanos a
los que hubieran mordido, Obeidallah convenció (o quizá sobornó) a la milicia
para que le permitiera estudiar a la mujer moribunda. Se alcanzó un compromiso
en el que se le permitía trasladar el cuerpo, y todo su equipo, a la cárcel.
Allí, en la celda, bajo el ojo vigilante de la ley, observó a la víctima
retenida hasta que expiró, y continuó estudiando el cadáver mientras se
reanimó. Realizó numerosos experimentos al gul retenido. Descubriendo que todas
las funciones fisiológicas necesarias para mantenerse vivo habían dejado de
funcionar, Obeidallah probó científicamente que el sujeto estaba físicamente
muerto pero que aún funcionaba. Viajó por Oriente Medio recabando información
sobre otros brotes posibles.
La investigación de Obeidallah documentó la fisiología completa de
los muertos vivientes. Sus notas incluían informes sobre el sistema nervioso,
la digestión, incluso el ritmo de descomposición en relación con el entorno.
Este trabajo también incluía un estudio completo de los patrones de
comportamiento de los muertos vivientes, un logro extraordinario, siempre que
fuera cierto. De forma irónica, cuando los caballeros cristianos invadieron
Jerusalén en 1099, este hombre fue decapitado como adorador de Satán y casi
toda su obra fue destruida. Algunos fragmentos sobrevivieron en Bagdad durante
los siglos siguientes con el rumor de que sólo una fracción del texto original
sobrevivió. La historia de la vida de Obeidallah, sin embargo, excepto los detalles
de sus experimentos, sobrevivió a la matanza de los cruzados, junto con su
biógrafo (un historiador judío y anterior colega). El hombre escapó a Persia,
donde el trabajo fue copiado, publicado y consiguió un modesto éxito en varias
cortes de Oriente Medio. Una copia permanece en los Archivos Nacionales de Tel Aviv.
1253 D. C, FISKURHOFN, GROENLANDIA
Continuando la gran tradición de la exploración nórdica Gunnbjorn
Lundergaart, un jefe islandés, estableció una colonia a la entrada de un fiordo
aislado. Se ha dicho que en la partida había 153 colonos. Lundergaart volvió a
Islandia después de un invierno, presumiblemente para procurarse provisiones y
nuevos colonos. Cinco años después, Lundergaart volvió y encontró el complejo
de la isla en ruinas. De los colonos, sólo encontró tres docenas de esqueletos;
los huesos limpios de carne. También se dice que encontró tres seres: dos mujeres
y un niño. Su piel tenía manchas grises y los huesos atravesaban la carne en
algunos sitios. Las heridas eran obvias, pero no había restos de sangre. Cuando
fueron vistos, las figuras se volvieron y se acercaron a la partida de
Lundergaart. Sin dar respuesta a la comunicación verbal, atacaron a los
vikingos e inmediatamente fueron cortados en pedazos. El escandinavo, al creer
que la expedición al completo estaba maldita, ordenó que quemaran todos los
cuerpos y las estructuras artificiales. Como su propia familia estaba entre los
esqueletos, Lundergaart ordenó a sus hombres que lo mataran a él también, que
desmembraran su cuerpo y lo echaran a las llamas. El «Cuento de Fiskurhofn» que
la patrulla de Lundergaart contó a unos monjes viajeros irlandeses sobrevive en
los Archivos Nacionales de Reykiavik, Islandia. No se trata realmente del
relato más fiel sobre un ataque zombi de la civilización escandinava antigua,
sino que también puede explicar por qué los asentamientos vikingos en
Groenlandia se desvanecieron misteriosamente durante los primeros años del
siglo catorce.
El explorador veneciano Marco Polo escribió en su diario que
durante una visita al palacio de verano del emperador en Xanadú, l'.ublai Khan
le mostró una cabeza de zombi cortada conservada en un tarro de líquido
alcohólico transparente (Polo describió el liquido como «con la esencia del
vino pero transparente y ácido para el olfato»). Esta cabeza, afirmó Khan, la
había cogido su abuelo, Gengis, cuando volvió de sus conquistas en el Oeste,
Polo escribió que la cabeza se percató de la presencia de todos. Incluso les
miró con sus ojos casi descompuestos. Cuando se acercó a tocarla, la cabeza
trató de morderle los dedos. Khan le castigó por este acto estúpido,
volviéndole a contar el relato de un oficial de bajo rango de la corte que
había intentado lo mismo y fue mordido por la cabeza cortada. El oficial
«parecía haber muerto días después pero se levantó para atacar a sus
sirvientes». Polo afirma que la cabeza permaneció «con vida» durante su
estancia en China. Nadie sabe cuál fue el destino de esta reliquia. Cuando Polo
volvió de Asia, su historia fue suprimida por la Iglesia católica y por eso no
aparece en la publicación oficial de sus aventuras. Los historiadores han
especulado que, ya que los mongoles llegaron tan lejos como a Bagdad, la cabeza
puede ser uno de los sujetos originales de Ibrahim Obeidallah, lo cual da a
esta cabeza el récord de la reliquia viva mejor conservada y más antigua de un
espécimen zombi.
Los nativos hablan de una enfermedad que oscurece el alma,
causando la sed de la sangre de sus hermanos. Hablan de hombres, mujeres,
incluso niños cuya carne ha pasado a ser gris con partes pútridas y de olor
impuro. Una vez que la oscuridad se cierne sobre ellos, no hay forma de
curarlos, excepto con la muerte, que sólo puede conseguirse a través del fuego,
debido a que el cuerpo se vuelve resistente a todas las armas del hombre. Creo
que es una tragedia de los paganos, que, al no conocer a Nuestro Señor
Jesucristo, no conocen la cura para esta enfermedad. Ahora que hemos bendecido
a estas masas con la luz y la verdad de Su amor, debemos esforzarnos en buscar
a estas almas oscurecidas y purificarlas con toda la fuerza del Cielo.
Este texto fue tomado, supuestamente, de los relatos del padre
Esteban Negrón, un cura español y estudiante de Bartolomé de las Casas,
previamente editado desde sus trabajos originales y recientemente descubierto
en Santo Domingo. Las opiniones sobre la autenticidad de este manuscrito
varían. Algunos creen que es parte de una orden del Vaticano para suprimir toda
la información al respecto. Otros creen que se trata de una elaborada patraña
en la línea de los Diarios de Hitler.
1554 D. C, AMÉRICA DEL SUR
Una expedición española bajo el mando de Don Rafael Cordoza se
adentró en la jungla amazónica en busca de la legendaria El Dorado, la Ciudad
de Oro. Los guías tupís lo alertaron para que no entrara en una zona conocida
como el Valle del Sueño sin Fin. En él, le advirtieron, encontraría una raza de
criaturas que gemían como el viento y sentían sed de sangre. Muchos hombres
habían entrado en este valle, contó el tupí. Ninguno regresó jamás. Muchos de
los conquistadores sintieron miedo al oír este aviso y suplicaron volver a la
costa. Cordoza, al creer que el tupí se había inventado esta historia para
esconder la ciudad dorada, obligó a su expedición a que continuara. Cuando
anocheció, docenas de muertos andantes atacaron el campamento. Lo que ocurrió
aquella noche sigue siendo un misterio. Según proclamó un pasajero del Santa
Verónica, el barco que llevó a Cordoza de América del Sur a Santo Domingo, él
fue el único superviviente en alcanzar la costa.
Si luchó hasta el final o si abandonó simplemente a sus hombres
nadie lo sabe. Un año después, Cordoza llegó a España, donde contó toda la
historia sobre este ataque a la Corte Real en Madrid y a la Santa Inquisición
en Roma. Acusado por la Corte Real de despilfarrar los recursos de la corona y
de hablar sobre actos blasfemos por la Santa Inquisición, el conquistador fue
despojado de su título y murió en la más profunda pobreza. Su historia es una
recopilación de fragmentos de muchos textos referidos a este periodo de la
historia de España.
No se ha descubierto ningún texto original.
Durante su circunnavegación del globo, Francis Drake, el pirata
que más tarde se convirtió en un héroe nacional, paró en una isla sin nombre
para repostar provisiones de comida y agua fresca. Los nativos le advirtieron
que no visitara un cayo pequeño cercano que estaba habitado por «los dioses de
la muerte», Según la costumbre, los muertos y enfermos terminales eran puestos
en esta isla, donde los dioses se apoderarían de ellos, de su cuerpo y su alma,
para vivir eternamente. Drake, fascinado por su historia, decidió investigar. Observando
desde el barco vio como una partida de nativos en la orilla puso el cuerpo de
un hombre muerto en la playa de la isla. Después de gritar varias veces con una
caracola, los nativos regresaron al mar. Unos momentos más tarde, varias
figuras aparecieron tambaleándose lentamente desde la jungla. Drake vio cómo se
alimentaban del cadáver antes de perderlos de vista mientras se alejaban
encorvados. Para su asombro, el cuerpo medio comido se levantó sobre sus pies y
cojeó tras ellos. Drake nunca habló de este incidente en toda su vida. Los
hechos se descubrieron en un diario secreto que mantuvo oculto hasta su muerte.
Este diario, que pasó de coleccionista en coleccionista, finalmente encontró su
sitio en la biblioteca del almirante JackieFischer, el padre de la moderna
Marina Real. En 1907, Fischer mandó hacer unas copias y se lo dio a varios de
sus amigos como regalo de Navidad. Junto a las coordenadas exactas, Drake
proclamó esta masa de tierra «la isla de los malditos».
1583 D. C, SIBERIA
Una partida de exploradores del infame cosaco Yermak, perdida y
muerta de hambre en la helada naturaleza salvaje, fue refugiada por una tribu
asiática indígena. Una vez que recuperaron las fuerzas, los europeos compensaron
la amabilidad de la tribu declarándose ellos mismos los soberanos de aquella
aldea y se establecieron allí durante el invierno hasta que llegara la fuerza
principal de Yermak. Después de darse el festín varias semanas con la comida
que la aldea había reunido, los cosacos destinaron entonces su apetito a los
aldeanos. En un acto salvaje de canibalismo, se comieron a treinta personas,
mientras el resto huía selva adentro. Los cosacos agotaron esta nueva fuente de
alimento en días. Desesperados, se dirigieron hacia el cementerio de la aldea,
donde se cree que las bajas temperaturas habían mantenido algunos de los
cadáveres frescos. El primer cuerpo exhumado fue una mujer de unos veinte años,
que había sido enterrada con las manos y los pies atados y la boca amordazada.
Cuando se descongeló, la mujer muerta revivió. Los cosacos estaban
estupefactos. Esperando aprender cómo había conseguido tal proeza, le quitaron
la mordaza. La mujer mordió en la mano a uno de los cosacos. Con duradera falta
de visión, ignorancia y brutalidad, los cosacos la desmembraron, la asaron y
comieron su carne. Sólo dos se abstuvieron: el guerrero herido (sus camaradas
creían que no había que desperdiciar la comida con los moribundos) y un hombre
profundamente supersticioso que creía que la carne estaba maldita. En cierta
manera, tenía razón. Todos los que comieron la carne del zombi murieron aquella
noche. El hombre herido expiró a la mañana siguiente.
El único superviviente intentó quemar los cuerpos. Mientras
preparaba la pira funeraria, el cadáver que había sido mordido revivió. Al
verse perseguido por este nuevo zombi, el solitario superviviente se dirigió hacia
la estepa. Tras una hora de persecución, el zombi se congeló. El cosaco
deambuló durante varios días han que fue rescatado por otra partida de
exploradores de Yermak. Su relato fue documentado por un historiador ruso, el
padre Pielio Georgiavich Vatutin. La obra se mantuvo oculta durante varían
generaciones, guardada en un monasterio aislado en la isla de Valam, en el lago
Ladoga. Sólo ahora está siendo traducida al inglés. No se sabe nada sobre el
destino de los aldeanos asiáticos o incluso sobre cuál es su identidad real. El
genocidio posterior contra este pueblo por Yermak dejó pocos supervivientes.
Desde un punto de vista científico, este relato representa el primer suceso
conocido de un zombi completamente congelado.
1587 D. C, ISLA ROANOKE, CAROLINA DEL NORTE
Los colonos ingleses, aislados de cualquier apoyo de Europa,
enviaban partidas de caza regulares al continente en busca de comida. Una de
estas partidas desapareció durante tres semanas Cuando volvió un único
superviviente, describió que les habían atacado «una pandilla de salvajes [...]
con la carne pútrida y piel minada con gusanos; insensibles a la pólvora y a
los disparos». Aunque sólo mataron a uno de los once hombres de la partida,
cuatro de ellos fueron desfigurados salvajemente. Esos hombres murieron al día siguiente,
los enterraron y a continuación, unas horas después, se levantaron de sus poco
profundas tumbas. El superviviente juró que los que antes eran camaradas se
habían comido vivos al resto de la partida y que sólo él pudo escapar. El juez
de la colonia acusó al hombre de mentiroso y de asesino. Lo ahorcaron a la mañana
siguiente.
Enviaron una segunda expedición para que recogiera los cuerpos
«por miedo a que sus restos fueran profanados por los paganos». La partida de
cinco hombres volvió en un estado cercano al colapso, con mordeduras y arañazos
que les cubrían el cuerpo. En el continente, les habían atacado los «salvajes»
que describiera el superviviente muerto al que ahora justificaban y también
algunos de los miembros de la primera partida de caza. Estos nuevos
supervivientes, tras un periodo de examen médico, fallecieron con algunas horas
de diferencia. Los entierros se celebrarían al amanecer del día siguiente. Esa
noche, resucitaron. Los detalles no son muy precisos, al igual que el resto de
la historia. Una versión describe la infección final y la destrucción de la
ciudad entera. Otra describe a la población de Croatan reconociendo el peligro
por lo que era, cercando y quemando a todos los colonos de la isla. En un
tercer relato, estos mismos nativos americanos rescataron a los habitantes
supervivientes de la ciudad y mataron a los no muertos y a los que estaban
heridos. Estas tres historias han aparecido en relatos de ficción y textos
históricos durante los últimos dos siglos. Ninguna presenta una explicación
irrefutable a por qué el primer asentamiento inglés en América del Norte se desvaneció
literalmente sin dejar rastro.
1611 D. C, EDO, JAPÓN
Enrique da Silva, un comerciante portugués que hacía negocios en
las islas, escribió este pasaje en una carta a su hermano: El padre Mendoza,
que volvía a saborear el vino castellano de nuevo, habló de un hombre que se había
convertido recientemente a su fe. Este salvaje era miembro de una de las
órdenes más secretas en esta tierra bárbara y exótica, «La hermandad de la
vida». De acuerdo con el clérigo anciano, esta sociedad secreta entrena a
asesinos, y hablo con toda sinceridad, con el propósito de ejecutar demonios.
[…] Estas criaturas, según su explicación, fueron en el pasado seres humanos.
Después de morir, unos demonios invisibles los hacían revivir [...] y se
alimentaban de la carne de los vivos. Para combatir este terror, «La hermandad
de la vida» había sido formada, según Mendoza, por el propio shogim. [ . ..]
Existen desde hace mucho [...] entrenados en el arte de la destrucción. [ ... ]
Tienen una extraña manera de i r a la batalla sin armas dedicando
la mayor parte del tiempo a evitar que los demonios les capturen, retorciéndose
igual que una serpiente cuando los intentan capturar. [...] Las armas, que de
forma extraña tienen la forma de las cimitarras orientales, se diseñaron para
cortar cabezas. [ ..,] Su templo, aunque el lugar donde se localiza queda en
secreto, parece poseer una habitación donde las cabezas cortadas de los
monstruos que han abatido vivas y aun gimiendo adornan las paredes. Los reclutas de alto rango,
preparados para formar parte de la hermandad, deben pasar una noche entera en
esta habitación, sin ninguna compañía excepto la de estos objetos profanos. [
...] Si la historia del padre Mendoza es cierta, esta es, tal y como
sospechábamos, la tierra de un demonio impío. [ ... ] De no ser por el
atractivo de la seda y las especias, haríamos bien en evitarla a toda costa. [
.. .] Pregunté al anciano cura dónde se encontraba este converso, para poder
escuchar las palabras de este relato de sus propios labios. Mendoza me dijo que
lo habían encontrado muerto hacía casi dos semanas. «La hermandad» no permite
que se desvelen sus secretos ni que los miembros renuncien a su lealtad.
Existieron muchas sociedades secretas en el Japón feudal. «La
hermandad de la vida» no aparece en ningún texto, pasado o presente. Da Silva
comete algunas imprecisiones históricas en su carta, como cuando se refiere a
la espada japonesa como «cimitarra». (No estaría mal que los europeos
aprendieran algunos detalles de la cultura japonesa.) La descripción de las
cabezas que siguen gimiendo también es una imprecisión, porque una cabeza
cortada no podría producir ningún sonido sin el diafragma, los pulmones y las
cuerdas vocales. Si esta historia es cierta, sin embargo, podría explicar por
qué ha habido tan pocos brotes registrados en Japón a diferencia del resto del
mundo. O bien la cultura japonesa ha creado un muro de silencio muy eficaz
alrededor de sus brotes o «La hermandad de la vida» cumplió su misión. De
cualquier forma, no se encontraron informes de brotes relativos a Japón hasta
la segunda mitad del siglo XX.
1690 D. C, ATLÁNTICO SUR
El buque mercante Marialva abandonó Bissau, al oeste de África,
con un grupo de esclavos para Brasil. Nunca llegó a su destino. Tres años
después, en mitad del Atlántico sur, el navío danés Zeebrug divisó el Marialva
a la deriva. Enviaron una partida con el propósito de salvarlos. Al llegar,
encontraron una mercancía de no muertos africanos que aún estaban encadenados a
sus camas, retorciéndose y gimiendo. No había rastro de la tripulación y cada
uno de los zombis tenía por lo menos un mordisco en el cuerpo. Los daneses, que
creían que el barco estaba maldito, remaron a toda prisa hacia su navío y
contaron lo que habían encontrado al capitán. Inmediatamente, este mandó hundir
al Marialva a cañonazos. Como no hay forma de saber exactamente cómo llegó a
bordo la infección, todo lo que sabemos en pura especulación. No se encontraron
botes salvavidas abordo Sólo se encontró el cuerpo del capitán, encerrado en su
camarote, con una herida en la cabeza de haberse pegado un tiro él mismo.
Muchos creen que, como los africanos estaban todos encadenados, la primera
persona infectada debió de ser un miembro de la tripulación portuguesa. De ser
cierto esto, los desafortunados esclavos tuvieron que soportar ver cómo sus
captores se devoraban e infectaban los unos a los otros tras la lenta
transformación en muertos vivientes, el virus abriéndose camino a través de sus
sistemas.
Incluso peor es la horrible posibilidad de que uno de los miembros
de la tripulación atacara e infectara a un esclavo encadenado. Este nuevo gul,
sucesivamente, mordería a la persona encadenada y gritando a su lado. Continuando
fila abajo hasta que finalmente los gritos se apagaran y se llenara todo de
zombis. Imaginar a los que se encontraban al final de la fila, viendo cómo su
futuro se arrastraba lenta y directamente hacia ellos, cada vez más cerca,
basta para evocar las peores pesadillas.
La historia de este brote todavía es contada hoy tanto por los
isleños del Caribe como por los inmigrantes del Caribe en Reino Unido. Funciona
como una poderosa advertencia, no sólo del poder de los muertos vivientes, sino
también de la frustrante incapacidad de los humanos para unirse y luchar contra
ellos. Un brote de origen impreciso comenzó en la zona blanca pobre de la
pequeña y superpoblada ciudad de Castries en la isla de Santa Lucía. Varios
negros liberados y residentes mulatos se dieron cuenta del origen de la
enfermedad e intentaron alertar a las autoridades. Fueron ignorados. El brote
fue diagnosticado como una forma de rabia. El primer grupo de personas que se
infectó fue encerrado en la cárcel de la ciudad. A los que mordieron mientras intentaban
contenerlos los enviaron a casa sin ofrecerles tratamiento alguno. En cuarenta
y ocho horas, todo Castries era un caos. La milicia local, al no saber cómo
detener el ataque, fue aplastada y consumida. Los blancos que quedaban
consiguieron huir a las plantaciones de las afueras. Como a muchos de ellos les
habían mordido, al final extendieron la infección a la isla entera. Diez días
después, el 50 % de la población blanca había muerto. El cuarenta por ciento, más
de varios cientos de individuos, merodeaban por la isla convertidos en zombis
resucitados. El resto escapó en las diferentes embarcaciones que pudieron
encontrar o permanecieron escondidos en las dos fortalezas de Vieux Fort y
Rodney Bay. Esto dejó una considerable fuerza de esclavos negros que se
encontraron ahora libres pero a merced de los no muertos. A diferencia de los
habitantes blancos, los antiguos esclavos tenían un profundo conocimiento
cultural de su enemigo, una ventaja que reemplazó al pánico con la
determinación. Los esclavos de todas las plantaciones se organizaron en equipos
de caza muy disciplinados. Armados con antorchas y machetes (los blancos que huyeron
se habían llevado con ellos todas las armas de fuego) y aliados con los negros
y los mulatos liberados que quedaban (Santa Lucía tenía comunidades pequeñas
pero importantes de ambas razas), rastrearon la isla de norte a sur. Se
comunicaban con tambores, por lo que los equipos compartían la inteligencia y
las tácticas de batalla coordinadas. Como una ola, lenta y premeditada,
limpiaron Santa Lucía en siete días. Los blancos que se encontraban aún en los
fuertes se negaron a unirse a la pelea, porque su intolerancia racial se unía a
su cobardía. Diez días después de acabar con el último zombi, las tropas de las
colonias británica y francesa llegaron. Inmediatamente, todos los que habían
sido esclavos volvieron a ser encadenados. Los que se resistieron fueron
ahorcados. Como el incidente se registró como una sublevación de los esclavos,
todos los negros y mulatos que habían sido liberados volvieron a ser
esclavizados o ahorcados por ayudar en la supuesta rebelión. Aunque no existen
registros escritos, un relato oral ha llegado hasta nuestros días. Se rumorea
que existe un monumento en algún lugar de la isla. Ningún residente declara dónde está localizado. Si uno puede sacar una
lección positiva de Castries es que un grupo de civiles, motivados y
disciplinados, con las armas más primitivas y una comunicación básica, puede
formar un equipo formidable para cualquier ataque zombi.
1807 D. C, PARÍS, FRANCIA
Un hombre fue admitido en el Cháteau Robinet, un hospital para
criminales dementes. El informe oficial archivado por el doctor Reynard Boise,
administrador jefe, relata: «El paciente parece incoherente, casi animal, con
un deseo insaciable de violencia. [...] Tiene una mandíbula que muerde como la
de un perro rabioso. Consiguió herir con éxito a uno de los pacientes antes de
que lo ataran». Lo historia que siguió consiste en el interno herido recibiendo
un tratamiento escaso (le vendaron las heridas y le dieron un trago de ron) y
entonces siendo colocado en una celda común con más de cincuenta hombres y
mujeres. Lo que siguió días después fue una orgía de violencia. Los guardas y
los doctores, demasiado asustados por los gritos que salían de la celda, se
negaron a entrar hasta que hubo pasado una semana. Para entonces, lo único que quedaba
eran cinco infectados, zombis parcialmente devorados y las partes diseminadas
de varias docenas de cadáveres. Boise pronto dimitió de su puesto y se retiró a
la vida privada. Poco sabemos sobre lo que les pasó a los muertos andantes o al
primer zombi que llevaron a la institución. El propio Napoleón Bonaparte ordenó
que cerraran el hospital, lo purificaran y lo convirtieran en una casa de
convalecencia para los veteranos del ejército. Además, no se sabe nada sobre la
procedencia del primer zombi, cómo contrajo la enfermedad o, de hecho, si
infectó a alguien más antes de ser enviado al Cháteau Robinet.
Este extracto fue tomado del diario de H. F. Fynn, miembro de la
expedición británica original que conoció, viajó y negoció con el gran rey zulú
Shaka. El kraal era un hervidero de vida. [ .. .] El joven noble se adelantó en
dirección al centro del establo. [ .. .] Cuatro de los mejores guerreros del
rey trajeron un cuerpo; lo traían atado de pies y manos [...] una bolsa hecha
de piel de vaca le cubría la cabeza. Este tejido servía para cubrir también las
manos y los antebrazos de los guardias, de modo que su piel nunca tocara la del
condenado. [ .. .] El joven noble agarró su azagaya (una lanza punzante de más
de un metro de longitud) y se lanzó de un salto al establo. [ .. .] El rey dio
la orden con un grito y ordenó a sus guerreros que arrojaran la carga al kraal.
El condenado se pegó contra la dura tierra, haciendo ademanes como un hombre
borracho. La bolsa de piel se le escurrió de la cabeza [...] su cara, para
Mi asombro, estaba terriblemente desfigurada. Una gran
protuberancia de carne había desaparecido de su cuello como si se la hubiera
arrancado una bestia inmunda. Le habían arrancado los ojos, y el abismo que quedaba
en ellos miraba fijamente al Infierno. De sus heridas ni siquiera fluía una
gota diminuta de sangre. El rey levantó
la mano, acallando a la multitud frenética. El silencio llenaba el kraal; un
silencio tan completo que los pájaros parecieron obedecer la poderosa orden del
rey. [ ...] El joven noble alzó su azagaya hasta el pecho y pronunció una
palabra. Su voz era demasiado sumisa, demasiado suave para alcanzar mis oídos
El hombre sin embargo, el pobre diablo, debió escuchar la voz solitaria. Volvió
la cabeza lentamente, con la boca muy abierta. De sus labios magullados y
rajados salió un aullido tan aterrador que hizo que me temblaran todos los huesos.
El monstruo, ahora estaba convencido
De que era un monstruo, se dirigió encorvado hacia el noble. El
joven zulú blandió su azagaya. La agitó delante de él incrustando la oscura
cuchilla en el pecho del monstruo El demonio no calló, no murió, no parecía que
le hubieran agujereado el corazón. Simplemente continuó acercándose firme,
imparable. El noble se retiró, temblando como una hoja cuando la lleva el
viento. Se tropezó y cayó sobre la tierra que se unió a su cuerpo sudado. La
multitud permaneció en silencio, mil estatuas de ébano observaban aquella
trágica escena. [ .. .] Entonces Shaka, de un salto, entró al establo y bramó: «
¡Sóndela, sóndela!». Enseguida el monstruo dejó al noble que yacía en el suelo
y se dirigió al rey. Con la rapidez de la bala de un mosquete, Shaka agarró la
azagaya del pecho del monstruo y la dirigió hacia una de las vacías cuencas de
los ojos. Entonces giró el arma como lo haría un campeón de esgrima, dando
vueltas a la punta de la cuchilla dentro del cráneo del monstruo. La criatura
abominable cayó de rodillas ante él, luego se tumbó, enterrando su abominable
cara en la roja tierra africana.
La historia acaba bruscamente aquí. Fynn nunca explicó qué le pasó
al noble condenado o al zombi que aniquilaron. Naturalmente, este rito de paso
ceremonial plantea varias preguntas interesantes: ¿Cuándo comenzó a utilizarse
a los zombis de este modo? ¿Los zulúes tienen más de un gul para este
propósito? De ser así, ¿de qué modo los consiguen?
1839 D. C, ESTE DE ÁFRICA
El diario de viaje de Sir James Ashton-Hayes, uno de los muchos
incompetentes europeos en busca del nacimiento del Nilo, revela la probabilidad
de un ataque zombi y una respuesta organizada y culturalmente aceptada.
Llegó al pueblo muy temprano aquella mañana, era un joven negro
con una herida en el brazo. Evidentemente al pobre salvaje le había fallado la
lanza y la cena que esperaba se había esfumado. Por muy gracioso que parezca,
los acontecimientos que siguieron me parecieron tremendamente bárbaros. [
...]En el pueblo, tanto el doctor como el jefe de la tribu examinaron la
herida, oyeron la historia del joven hombre y asintieron con la cabeza sobre
una decisión secreta. El hombre herido, entre lágrimas, se despidió de su mujer
y su familia [.] obviamente, según sus costumbres, el contacto físico no está permitido,
luego se arrodilló ante el jefe. [ ...]El anciano cogió un garrote largo con la
punta de hierro y entonces lo clavó en la cabeza del condenado, aplastándola
como a un gigante huevo negro. Casi de inmediato, diez guerreros de la tribu
tiraron sus lanzas, desenvainaron los primitivos sables y pronunciaron un
cántico extraño: «Nagamba ekwaga mili eereeah enge». A continuación,
simplemente se dirigieron hacia la sabana. El cuerpo del desgraciado salvaje,
para horror mío, fue desmembrado y quemado mientras las mujeres de la tribu
sollozaban frente a la columna de humo. Cuando consulté a nuestro guía para que
me diera algún tipo de explicación, simplemente encogió su diminuta figura y respondió:
« ¿Quiere que se levante de nuevo esta noche?». Un pueblo raro, estos salvajes.
Hayes se niega a decir exactamente qué tribu era y los estudios posteriores han
revelado que todos sus datos geográficos, lamentablemente, no son precisos. (No
es de extrañar que nunca encontrara el Nilo.) Por suerte, el grito de guerra se
identifico más tarde como «Njamba egoaga na era enge», una frase kikuyi que
significa «Juntos peleamos y juntos ganamos o expiramos» Esto dio a los
historiadores una pista de que se encontraba al menos en lo que actualmente en
la moderna Kenia.
1848 D. C, CORDILLERA OWL CREEK, WYOMING
Aunque probablemente no se trate del primer ataque zombi en EEUU,
se trata del primero que fue registrado. Un grupo de cincuenta y seis pioneros conocidos como la
Partida Knudlian desapareció en la zona central de las Montañas Rocosas de camino a California. Un año después, una
segunda expedición descubrió los restos de un campamento base que se creyó que
había sido su último lugar de descanso. Las señales de la batalla eran obvias.
Restos de equipo roto estaban desparramados entre los carros calcinados.
También descubrimos los restos de al menos cuarenta y cinco personas. Entre las
muchas heridas, todos compartían una fractura en el cráneo. Algunos de los
agujeros parecían de bala, otros de instrumentos romos como martillos e incluso
rocas. [ ... ] Nuestro guía, un hombre con muchos años de experiencia en aquellos
bosques, creía que no se trataba de la obra de indios salvajes. Después de
todo, decía, ¿por qué habrían de matar a nuestra gente sin llevarse los
caballos y los bueyes? Contamos los esqueletos de todos los animales y tuvimos
que darle la razón. [ .. .] Hubo otro factor que encontramos más alarmante y
era el número de heridas por mordeduras que tenían los muertos. Como ningún
animal, ni el lobo blanco aullador ni la hormiga diminuta, habían tocado sus
cadáveres, obviamos su participación en lo acontecido. En la frontera siempre
contaban historias sobre caníbales, pero nos horrorizaba creer que tales
cuentos sobre un salvajismo tan impío pudieran ser ciertos, especialmente
después de un cuento tan horrible como el de la expedición.
[ .. .] Sin embargo, lo que no pudimos comprender fue por qué se
habían comido entre ellos tan rápido si aún no se habían acabado las
provisiones de comida. Este pasaje proviene de Arne Svenson, una maestra que se
convirtió en colonizadora y granjera de la segunda expedición, Esta historia en
sí misma no prueba necesariamente que se trate de un brote de Solanum. Aparecerán
pruebas más sólidas, pero habrá que esperar otros cuarenta años.
1852 D. C, CHIAPAS, MÉXICO
Un grupo de cazadores de tesoros americanos de Boston, James
Millar, Luke MacNamara y Willard Donglass, viajaron a esta región remota en la
jungla con el propósito de saquear unas supuestas ruinas mayas. Mientras
permanecían en el pueblo de Tzinteel, fueron testigos del entierro de un hombre
al que tachaban de ser «un bebedor de la sangre de Satán». Vieron que el hombre
estaba herido, amordazado y aún vivo. Al creer que se trataba de una ejecución
bárbara, los estadounidenses lograron rescatar al condenado. Una vez que le
quitaron las cadenas y la mordaza, el prisionero atacó al instante a los
liberadores. Loa disparos no hacían efecto alguno. Mató a MacNamara; los otros
dos fueron heridos levemente. Un mes más tarde, sus familias recibieron una
carta fechada el día después del ataque. En sus páginas, los dos hombres
relataban los detalles de su aventura, incluyendo una declaración jurada de que
su amigo asesinado había «vuelto a la vida» después del ataque. También
escribieron que sus heridas superficiales de mordedura se estaban ulcerando y
que empezaban a tener una horrible fiebre. Prometían descansar unas semanas en
Ciudad de México para que les tratara un médico y luego volverían a Estados Unidos
lo antes posible. Nunca más se supo de ellos.
Un barco de vapor inglés para el correo, el RMS Rona, que
transportaba a 137 convictos a Australia, ancló en Bijoutier Island para ayudar
a un barco sin identificar que apareció varado en un banco de arena. La partida
que enviaron descubrió a un zombi con la espalda rota, arrastrándose por las
cubiertas desiertas del barco. Cuando intentaron ofrecerle ayuda, el zombi se
inclinó hacia delante y mordió en los dedos a uno de los marineros Mientras
otro marino cortaba la cabeza al zombi con su sable los otros cogieron al
camarada herido para llevarlo de vuelta al barco. Aquella noche, colocaron al
marinero herido en su litera y le dieron un trago de ron y el cirujano del
barco le prometió que lo examinaría al amanecer. Aquella noche, el nuevo zombi resucitó
y atacó a sus compañeros de abordo. El capitán, con un ataque de pánico, ordenó
que taparan con tablas la carga, que encerraran dentro a los convictos con el
gul y que continuaran el viaje a Australia. El resto del viaje, el resonar
constante de los gritos se convirtió en gemidos. Varios tripulantes juraron oír
los chillidos de agonía de las ratas mientras se las comían vivas.
Tras seis semanas en el mar, el barco echó el ancla en Perth. Los oficiales
y la tripulación remaron a tierra para informar al alcalde mayor sobre lo que
había ocurrido. Al parecer, nadie creyó las historias de aquellos marineros.
Enviaron un contingente de tropas regulares para, y sólo por esa razón, que
escollaran a los prisioneros. El RMS Rona permaneció anclado cinco días,
esperando a que llegaran dichas tropas. El sexto día, una tormenta rompió la
cadena del ancla del barco, lo desplazó varias millas a través de la costa y lo
estrelló contra un arrecife. Los habitantes del pueblo y la antigua tripulación
del barco no encontraron rastro alguno de los no muertos. Lo único que quedó
fueron huesos de humanos y huellas que llevaban tierra adentro. La historia del
Rona era común entre los marineros a finales del siglo diecinueve y comienzos
del veinte. Los registros del almirantazgo indican que el barco se perdió en el
mar.
1882 D. C, PIEDMONT, OREGÓN
Las pruebas del ataque provienen de una partida humanitaria
enviada para investigar un pequeño pueblo con una mina de hierro después de dos
meses de aislamiento. Este grupo encontró Piedmont en ruinas. Muchas de las
casas estaban quemadas. Las que aún quedaban en pie estaban llenas de agujeros
de bala. Lo peculiar era que los agujeros dejaban ver que todos los tiros se
habían dado desde el interior, como si la lucha hubiera tenido lugar entre
aquellas paredes. Más impactante aún fue el descubrimiento de veintisiete
esqueletos mutilados y medio comidos. Una primera teoría considerando el
canibalismo quedó descartada cuando se encontraron los almacenes del pueblo con
suficiente comida para un invierno entero. Cuando investigaron la mina, la
partida humanitaria realizó su último y más terrorífico descubrimiento. Habían
hecho estallar desde dentro la entrada, Encontraron cincuenta y ocho hombres,
mujeres y niños, todos muertos de inanición. Los rescatadores determinaron que
habla suficiente comida para varias semanas almacenada y que se había consumido,
por lo que sugirió que estuvieron allí encerrados más tiempo. Una vez que se
realizó un recuento minucioso de los cadáveres, algunos mutilados y otros
muertos de inanición, faltaban al menos treinta y dos de los ciudadanos.
La teoría que acepta un mayor grupo de personas es que, por algún
motivo, un gul o un grupo de gules surgieron de los bosques y atacaron
Piedmont. Tras una batalla corta y violenta los supervivientes llevaron toda la
comida que pudieron a la mina. Después de encerrarse, lo más probable es que
estás personas esperaran un rescate que nunca llegó. Se puede sospechar que,
antes de tomar la decisión de refugiarse en la mina, uno o más supervivientes
intentaran realizar un viaje complicado a través de los bosques en busca del puesto
de vigilancia más cercano. Como no existe ningún registro ni se encontraron los
cuerpos, es lógico asumir que estos mensajeros mencionados antes murieran en el
bosque o fueran engullidos por los no muertos. Si allí hubo zombis, no se sabe
por qué no recuperaron los restos de ninguno. Tras el incidente de Piedmont no
hubo un encubrimiento oficial. Los rumores hablan de una plaga, una avalancha,
una lucha interna y el ataque de los «indios salvajes» (no hay nativos
americanos que vivan allí, ni siquiera cerca de Piedmont). Nunca volvió a
abrirse la mina. La compañía minera Patterson (propietaria de la mina de la ciudad)
pagó 20 dólares en compensación a cada pariente de los residentes de Piedmont a
cambio de su silencio. La prueba de esta transacción aparece en los libros de
cuentas de la compañía. Esto se descubrío cuando la corporación se declaró en
bancarrota en 1931. No hubo investigaciones posteriores.
1888 D. C, HAYWARD,
WASHINGTON
Este pasaje describe la aparición del primer cazador de zombis
profesional de América del Norte. El incidente comenzó cuando un cazador de
pieles llamado Gabriel Allens llegó dando bandazos al pueblo con un corte profundo
en el brazo. «Allens habló de un espíritu que deambulaba en forma de hombre
poseído, con la piel tan gris como la piedra y los ojos fijos en la nada.
Cuando Allens se aproximó al desdichado, este liberó un atroz gemido y mordió
al cazador en el antebrazo derecho.» Este pasaje procede del diario de Jonathan
Wilkes, el doctor del pueblo que trató a Allens después del ataque. Se sabe muy
poco sobre cómo se expandió la infección de la primera víctima al resto de
miembros del pueblo. Algunos datos sugieren que la siguiente víctima fue el
doctor Wilkes y a continuación tres hombres que intentaron atarlo. Seis días
después del ataque inicial, Hayward sufría un asedio. Muchos se escondieron en
sus casas y en la iglesia del pueblo mientras los zombis atacaban implacables
las barricadas. Aunque había muchas armas de fuego, nadie se dio cuenta de la necesidad
de pegarles un tiro en la cabeza. La comida, el agua y la munición se acabaron
en seguida. Nadie creía que pudieran aguantar otros seis días.
Al amanecer del séptimo día, llegó un lakota llamado Elija Black.
A caballo, con un sable del Ejército de Caballería de EEUU, decapitó a doce
gules los primeros veinte minutos. Entonces, Black usó un pedazo de madera
carbonizado para dibujar un círculo alrededor de la torre de agua del pueblo
antes de subir a lo más alto de ella. Entre gritos, una corneta vieja del
ejército y su caballo atado como cebo, se las arregló para atraer a todos los
muertos andantes que había en el pueblo hacia su posición. El que entraba en el
círculo recibía un tiro en la cabeza con un rifle Winchester. De este modo
cuidadoso y disciplinado, Black eliminó a la horda al completo, cincuenta y
nueve zombis, en seis horas. Para cuando los supervivientes se dieron cuenta de
lo que había ocurrido, su salvador se había ido. Los relatos posteriores consiguieron
reunir los antecedentes de Elija Black. Cuando tenía quince años, él y su
abuelo estaban cazando cuando se encontraron con la masacre de la Partida
Knudhansen. Al menos uno de los miembros había sido infectado previamente y,
una vez reconvertido, había atacado al resto del grupo. Black y SU abuelo acabaron con los otros zombis a golpes
de tomahawk en la cabeza, decapitándolos y quemándolos. Uno de los supervivientes,
una mujer de treinta años, explicó cómo se extendió la infección y cómo la
mitad de la partida ahora resucitada había deambulado por el bosque. Entonces
confesó que sus heridas y las de otras personas eran maldiciones incurables. De
común acuerdo, suplicaron su muerte.
Tras este asesinato en masa por compasión, el viejo lakota le
reveló a su nieto que le había ocultado la herida de una mordedura que había
sufrido durante la batalla. La última persona a la que dio muerte ese día Elija
Black fue su propio abuelo. Desde ese momento, dedicó su vida a cazar el resto
de zombis de la Partida Knudhansen. En cada encuentro, aprendía más y conseguía
mayor experiencia. Aunque nunca llegó a Piedmont, consiguió eliminar a nueve de
los zombis del pueblo que habían deambulado por el bosque. Cuando ocurrió lo de
Hayward, Black se había convertido, con toda probabilidad, en el principal
estudioso de campo, rastreador y asesino de no muertos del mundo. Se sabe muy
poco sobre el resto de su vida o cómo terminó finalmente En 1939 se publicó su
biografía tanto en forma de libro como en una serie de artículos que aparecieron
en periódicos ingleses Como no se conserva ninguna versión, es imposible saber
con exactitud en cuántas batallas luchó Black. Hay en marcha una investigación
para localizar las copias perdidas de su libro.
1893 D. C, FORT LOUIS PHILIPPE, COLONIA FRANCESA DEL NORTE DE
ÁFRICA
El diario de un oficial subalterno en la legión extranjera
francesa relata uno de los brotes más serios de la historia:
Llegó tres horas después del amanecer; un árabe solitario a pie,
al borde de la muerte por el sol y la sed. [ .. .] Tras un día de reposo, con
un tratamiento y agua, relató la historia de una plaga que convirtió a las víctimas
en bestias caníbales. [ . ..] Antes de que nuestra expedición pudiera ir a
investigar, los vigías de la muralla sur avistaron lo que parecía ser un rebaño
de animales al horizonte. [....] A través de mis lentes, pude ver que no se
trataba de bestias sino de hombres. Su piel carecía de color, sus ropas estaban
raídas y andrajosas. Cuando el viento cambió en nuestra dirección, primero nos
trajo un gemido marchito y, a continuación, el hedor de la descomposición de
aquellas personas. [ ...] Supusimos que estos pobres miserables venían pisando
los talones a nuestro superviviente. No podemos saber cómo se las arreglaron
para cruzar tal distancia, sin comida ni agua. [ ... ] Las llamadas y los
avisos no produjeron respuesta alguna. [ .. .] Las explosiones de nuestros
cañones no consiguieron dispersarlos.
[ .. .] ¡Parecía que los disparos de los rifles de largo alcance
no surtían efecto! [ .. .] En seguida, enviamos a caballo al cabo Strom a
Bir-El-Ksaib mientras cerrábamos las puertas y nos preparábamos para un ataque.
El ataque pasó a ser el asedio no muerto más largo jamás
registrado. Los legionarios fueron incapaces de llegar a entender el hecho de
que sus atacantes estuvieran muertos y gastaban la munición propinando disparos
al torso. Los tiros que accidentalmente daban a la cabeza no eran suficientes para
persuadirles de esta táctica victoriosa. Nunca volvieron a saber nada del cabo
Strom, el hombre que enviaron en busca de ayuda. Se ha supuesto que encontró su
destino con los árabes hostiles o en el desierto. ¡Sus camaradas en el fuerte
permanecieron asediados durante tres años! Por suerte, acababa de llegar una
carreta con provisiones. Había agua disponible del pozo que impulsó la
construcción del fuerte. Los animales y los caballos al final tuvieron que
sacrificarse y los racionaron como último recurso. Durante este tiempo, el
ejército de no muertos, algo más de quinientos, continuaban rodeando las
murallas. El diario cuenta que, con el tiempo, algunos fueron derribados con
explosivos caseros, cócteles Molotov improvisados e incluso arrojaban piedras grandes
desde el pretil. Sin embargo, no era suficiente para terminar con el asedio.
Los gemidos constantes volvieron locos a algunos hombres e hizo que dos de
ellos se suicidaran. Varios intentaron saltar la muralla y correr para
salvarse. Todos los que lo intentaron fueron rodeados y despedazados. Un
intento de motín redujo aún más sus filas, dejando el número de supervivientes
en sólo veintisiete personas. En ese momento, el comandante de la unidad
decidió intentar un plan más desesperado:
Todos los hombres se equiparon con toda el agua que pudieron y la
poca comida que quedaba.
Destruyeron todas las escaleras y escalinatas del pretil. [ ... ]
Nos reunimos en la muralla sur y empezamos a llamar a nuestros torturadores,
reuniéndolos a casi todos a las puertas. El coronel Drax, con la valentía de un
hombre poseído, bajo a la plaza de armas y quitó el cerrojo. De repente, la multitud
hedionda entró en tropel en la fortaleza. El coronel se aseguró de
proporcionarles el señuelo perfecto y los miserables lo siguieron a través de
la plaza de armas, por los barracones y el comedor, por la enfermería [...]
estaba a punto de ponerse a salvo cuando una mano, mutilada y podrida se aferró
a su bota. Nosotros continuábamos llamando a las criaturas con abucheos y
silbidos, saltando como monos salvajes. ¡Llamábamos a aquellas criaturas para
que entraran en nuestro fuerte! [ .. .] Dorset y O 'Toóle bajaron a la muralla
norte [...] corrieron hacia la puerta y la cerraron. [ ...] Las criaturas que
había
Dentro, rabiosas e irreflexivas, ¡no pensaron en abrirlas de
nuevo! Al empujarse entre ellas hacia las puertas que se abrían hacia el
interior, lo único que consiguieron fue quedarse más atrapadas aún.
En aquel momento los legionarios bajaron de un salto al desierto,
mataron a los pocos zombis que había a las afueras de las murallas en un
combate cuerpo a cuerpo depravado y a continuación recorrieron casi cuatrocientos
kilómetros hasta el oasis más cercano, en Bir Aúname. Los registros del
ejército no hablan de este asedio. No existe una explicación sobre por qué,
cuando los despachos regulares dejaron de llegar de Fort Louis Philippe, no se
enviaron equipos de investigación. El único gesto oficial hacia cualquiera de
los involucrados en el incidente fue la corte marcial y el encarcelamiento del
coronel Drax. La trascripción de su juicio, incluyendo los cargos, no se ha
revelado. Hubo rumores sobre el brote en la legión, el ejército y la sociedad
francesa durante décadas. Se escribieron muchos cuentos sobre «el asedio del
Diablo». A pesar del rechazo del incidente, la legión extranjera francesa nunca
volvió a enviar otra expedición a Fort Louis Philippe.
1901 D. C, LU SHAN, FORMOSA
Según Bill Wakowski, un marinero americano que servía en la flota
asiática, varios campesinos de Lu Shan se levantaron de sus camas y atacaron al
pueblo. Debido a la lejanía y a la falta de comunicación por cable (teléfono/telégrafo),
en Taipei no pudieron recibir noticias hasta siete días después.
Misioneros estadounidenses, rebaño del pastor Alfred, pensaron que
se trataba del castigo de Dios hacia los chinos por no aceptar Su palabra.
Sabían que la fe y el Santo Padre sacarían al diablo que llevaban dentro.
Nuestro maestro les ordenó no moverse de allí hasta que pudiera reunir una
escolta armada. El pastor Alfred no supo de ella. Mientras el viejo hombre
enviaba un telegrama para pedir ayuda, se dirigieron al río. [ .. .] Nuestra
partida en tierra y un pelotón de tropas nacionalistas llegaron al pueblo a mediodía.
[ ... ] Había cuerpos y restos de ellos por todas partes. El suelo estaba
pegajoso. Y el olor, por Dios santo, ¡qué olor! [ .. .] Entonces una de esas
cosas surgió de entre la niebla, unas criaturas desagradables, unos diablos con
forma humana. Les bloqueamos el paso durante al menos noventa metros. No
funcionó nada. Ni los rifles Krag, ni el cañón Gatling. [ . ..] Creo que Rilev
perdió el juicio. Preparó su bayoneta e intentó ensartar a una de aquellas
bestias. A su alrededor se unieron doce más.
¡Con la velocidad del rayo pasó a ser sólo huesos! ¡Resultaba
espantoso! [ . ..] Y llegó, como un brujo calvo, un doctor o un monje, como
quieras llamarlo [ . ..] balanceando lo que al parecer era una pala lisa con
una cuchilla en forma de luna menguante [ ... ] debía de haber diez, tal vez
veinte cadáveres a sus pies [ .. .] corría, hablando sin cesar como un loco,
señalando a su cabeza y más tarde a la del resto. El viejo hombre, sólo Dios
sabe cómo reconoció lo que el chino estaba murmurando: nos ordenó que consiguiéramos
todas las cabezas de las bestias. [ . . . ] Les disparamos a quemarropa. [ ...
] Mientras recogíamos los cuerpos, descubrimos entre los chinos unos cuantos
hombres blancos, nuestros misioneros. Uno de los nuestros encontró un monstruo
con la columna aplastada por las balas. Aún estaba vivo, agitando los brazos,
separando sus dientes sangrientos ¡dejando escapar aquel gemido nauseabundo! El
viejo hombre lo reconoció: era el pastor Alfred. Rezó un padrenuestro y a
continuación le pegó un tiro al padre en la sien.
Wakowski vendió su relato a la revista sobre misterios Cuentos
macabros, un acto que le supuso la expulsión de su cargo y el encarcelamiento.
Cuando salió de la cárcel, Wakowski se negó a concertar más entrevistas.
En la actualidad, la Marina de EEUU niega la historia.
1905 D. C, TABORA, TANGANICA, COLONIA ALEMANA AL ESTE DE
ÁFRICA
Las trascripciones del juicio afirman que un guía nativo al que
sólo se conocía como «Simón» fue arrestado e imputado por decapitar a un famoso
cazador blanco, Kart Seekt. El abogado defensor de Simón, un terrateniente
holandés llamado Guy Voorster, explicó que su cliente creía que en realidad
había realizado una hazaña heroica. En palabras de Voorster: El pueblo de Simón
cree que existe una enfermedad que arrebata la fuerza de la vida a los hombres.
En su lugar queda el cuerpo, muerto aunque aún con vida, sin sentido de uno
mismo ni de sus alrededores y cuya única fijación es el canibalismo. [ .. .]
Además, las víctimas de este monstruo no muerto se levantan de la tumba para
devorar a más víctimas. Este ciclo se repetirá, una y otra vez, hasta que no quede
nadie sobre la faz de la Tierra excepto estas abominables criaturas. [ ...] Mi
cliente afirma que la víctima en cuestión regresó a su campamento base con dos
días de retraso, deliraba y tenía una herida inexplicable en el brazo. Horas
más tarde fallecía. [ ...] Entonces mi cliente me explicó que Herr Seerkt se
levantó de su lecho de muerte para morder al resto de su partida. Mi cliente
usó un cuchillo indígena para decapitar a Herr Seerkt y quemó su cabeza en la
hoguera.
El señor Voorster añadió rápidamente que no estaba de acuerdo con
el testimonio de Simón y lo utilizó para probar que estaba loco y que no debían
ejecutarlo. Como la defensa de un demente sólo se aplicaba a los hombres
blancos y no a los africanos, Simón fue condenado a morir en la horca. Todos
los registros del juicio se conservan todavía, aunque en muy malas condiciones,
en Dares Salaam, Tanzania.
1911 D. C, VITRE, LUISIANA
Esta leyenda americana común contada en bares y en vestuarios de
instituto por todo el Sur Profundo, tiene sus raíces en un hecho histórico
documentado. La noche de Halloween, varios jóvenes cajún tomaron parte en un
reto que consistía en quedarse en el pantano desde medianoche hasta el
amanecer. En la zona se decía que originariamente los zombis descendían desde
la plantación de una familia y merodeaban por la ciénaga, consumiendo o
reanimando a cualquier humano que se cruzara en su camino. A las doce de la
mañana del día siguiente, ninguno de las adolescentes había regresado de su
reto. Se organizó una partida de búsqueda para explorar la ciénaga. Se vieron
atacados por al menos treinta gules, entre los que se encontraban los jóvenes. La
partida se retiró y sin darse cuenta mostraron el camino de vuelta a Vitre a los
no muertos. Mientras los habitantes formaban barricadas en sus casas, un
ciudadano, Henri de la Croix, creyó que empapar a los no muertos con melaza
atraería a millones de insectos que se encargarían de devorarlos. El plan
falló, y De la Croix escapó vivo a duras penas. Empaparon a los no muertos de
nuevo, esta vez con queroseno, y les prendieron fuego. Sin percatarse de las
consecuencias de este acto, los habitantes de Vitre vieron con horror cómo los
gules prendían fuego a todo lo que tocaban. Varias víctimas, atrapadas dentro
de edificios con barricadas, se quemaron vivas mientras otras huían al pantano.
Varios días después, unos voluntarios para el rescate contaron un total de
cincuenta y ocho supervivientes (en el pueblo vivían 114). Vitre se había quemado
por completo. Había no muertos y humanos entre los cadáveres. Cuando las bajas
de Vitre se añadieron a la cantidad de cadáveres de zombis que encontraron, al
menos faltaban quince cuerpos. Los registros oficiales del gobierno en Baton
Rouge describen el ataque como «un comportamiento alborotado de la población
negra», una explicación curiosa ya que el pueblo de Vitre era enteramente
blanco. Cualquier prueba de un brote zombi proviene de cartas privadas y
diarios que se hallan entre los descendientes de los supervivientes.
Mientras el doctor Ibrahim Obeidallah puede que fuera el primero
en expandir el conocimiento humano sobre los no muertos, no fue
(afortunadamente) el último. El doctor Jan Vanderhaven, muy conocido en Europa
por su estudio de la lepra, llegó a la colonia de América del Sur para estudiar
un extraño brote de esta familiar enfermedad.
Los cuerpos infectados muestran síntomas similares a los que se
dan por todo el planeta: úlceras purulentas, piel moteada, la carne, al
parecer, en proceso de descomposición, etc. Sin embargo, todas las similitudes
con las afecciones convencionales terminan aquí. Estas pobres almas parecen
haber perdido por completo la cabeza. [ ...] No dan muestra de ningún
pensamiento racional ni reconocen nada que les sea familiar: [...] Tampoco
duermen ni beben agua. Rechazan todo tipo de comida excepto aquella que esté
viva. [ ... ] Ayer, un enfermero en el hospital, por puro juego, y
desobedeciendo mis órdenes, arrojó una rata herida a la celda de los pacientes.
Inmediatamente, uno de ellos agarró al bicho y se lo tragó entero. [ .. .] El
infectado se volvió casi de inmediato rabioso y hostil. [ ... ] Mordía a todo
lo que se le acercaba, enseñando los dientes como si fuera un animal. [ . ..]
Una visitante, una mujer influyente que desafió todas las normas del hospital,
fue posteriormente mordida por su esposo infectado. A pesar de que se
utilizaron todos los métodos de trata miento conocidos, ella entró en colapso
rápidamente a causa de la herida y murió horas más tarde ese mismo día. [ .. .]
Llevaron el cuerpo a la plantación de la familia. [ . . . ] A pesar de mis
súplicas, no me permitieron realizarle la autopsia por la falta de decoro que
suponía. [ .. .] Anoche denunciaron el robo del cadáver. [ . ..] Los experimentos
con alcohol, formalina y una tela a 90 grados centígrados han eliminado la
posibilidad de que se trate de una bacteria.
[ .. .] Además, debo deducir que el agente es un fluido vivo
contagioso [...] apodado «Solanum».
(«Fluido vivo contagioso» era un término común antes de adoptar la
palabra latina virus.) Estos extractos provienen de un estudio de doscientas
páginas, realizado durante un año por el doctor Vanderhaven, sobre este nuevo
descubrimiento. En dicho estudio, está documentada la tolerancia del zombi al
dolor, su aparente falta de respiración, el lento proceso de descomposición, la
falta de rapidez, la agilidad limitada y la ausencia de cicatrización. Debido
al comportamiento violento de estos sujetos y al miedo aparente de los
enfermeros del hospital, Vanderhaven nunca fue capaz de acercarse lo suficiente
para hacer una autopsia completa. Por este motivo, fue incapaz de descubrir que
los muertos vivientes eran sólo eso. En 1914, regresó a Holanda y publicó su
trabajo. De forma irónica, ni recibió alabanzas ni quedó en ridículo con la
comunidad científica. Su historia, como muchas otras de la época, quedó
eclipsada por el estallido de la Primera Guerra Mundial. Existen copias
olvidadas de este trabajo en Ámsterdam. Vanderhaven volvió a practicar la
medicina convencional en las Indias Orientales holandesas (Indonesia), donde
posteriormente murió de malaria. El mayor adelanto de Vanderhaven fue el
descubrimiento de un virus como culpable de la creación de los zombis y fue la
primera persona en atribuirle el nombre de «Solanum». No se sabe por qué eligió
este término. Aunque su trabajo no fue aplaudido por sus contemporáneos
europeos, ahora se lee en todo el mundo. Desafortunadamente, un país dio a los
hallazgos del buen doctor un uso devastador. (Véase «1942-45 d. C, Harbin», pp.
272-274.)
1923 D. C, COLOMBO, CEILAN
Este relato procede de The Oriental, un periódico para los
británicos que vivían alejados de su patria en la colonia del océano Indico.
Christopher Wells, copiloto de las líneas aéreas British Imperial, fue
rescatado de una balsa hinchable después de pasar catorce días en el mar. Antes
de morir debido a tal exposición, Wells explicó que habían transportado un
cadáver descubierto por una expedición británica en el monte Everest. El cadáver
era de un europeo, sus ropas pertenecían al siglo pasado y no tenía documentos
identificativos. Como se encontraba congelado, el líder de la expedición
decidió llevarlo en el avión a Colombo para estudiarlo en profundidad. Por el
camino, el cadáver se derritió, resucitó y atacó a la tripulación de la
aeronave. Los tres hombres lograron vencer al asaltante aplastándole el cráneo
con un extintor de incendios (como no sabían a qué se enfrentaban, simplemente
se centraron en incapacitar al zombi). Ahora que estaban a salvo de este peligro
inmediato, tenían que vérselas con una aeronave estropeada.
El piloto mandó por radio un mensaje de socorro, pero no tuvo
tiempo de enviar las coordenadas de posición. Los tres hombres se lanzaron en
paracaídas al océano, pero el comandante de la tripulación no se había dado cuenta
de que el mordisco que había sufrido tendría graves consecuencias. Al día
siguiente, falleció, resucitó pocas horas después e inmediatamente atacó a los
otros dos hombres. Mientras el piloto luchaba contra el asaltante no muerto,
Wells, en un ataque de pánico, echó a patadas por la borda a los dos. Después
de contar algunos dirían que confesar- su historia a las autoridades, Wells se
quedó inconsciente y murió al día siguiente. Su historia fue tomada como el
delirio de un maniaco con insolación. Investigaciones posteriores no
encontraron pruebas ni del avión, ni de la tripulación, ni del supuesto zombi.
1942 D. C, PACÍFICO CENTRAL
Durante el avance inicial de Japón, enviaron un pelotón de los
marines imperiales para establecer una guarnición en Atuk, una isla de las
Islas Carolinas. Varios días después de su llegada, el pelotón se vio atacado
por un enjambre de zombis que procedían de la jungla. Al principio hubo muchas
bajas. Al no tener ninguna información sobre la naturaleza de sus atacantes o
la manera correcta de destruirlos, los marines se dirigieron a la cima de una
montaña fortificada al norte de la isla. De forma un tanto irónica, como
dejaban morir a los heridos, los marines que iban sobreviviendo se evitaban el
peligro de llevar a los camaradas infectados con ellos. El pelotón se quedó
atrapado en la fortaleza de la cima de la montaña varios días, sin comida, con
poca agua y sin poder comunicarse con el exterior. Durante este tiempo, los
gules asediaban su posición, incapaces de escalar los acantilados empinados
pero impidiendo cualquier posibilidad de escapar. Después de dos semanas de
encarcelamiento, Ashi Nakamura, el francotirador del pelotón, descubrió que un
tiro en la cabeza resultaba fatal para el zombi. Saber esto permitió a los
japoneses combatir por fin a sus atacantes. Después de acabar con los gules que
había alrededor a tiro de rifle, avanzaron hasta la jungla para realizar un rastreo
completo de la isla. Los relatos de los testigos cuentan que el oficial al
mando, el teniente Hiroshi Tomonaga, decapitó a once zombis sólo con su catana
de oficial (un argumento para el uso de esta arma).
Tras la guerra, las investigaciones que se realizaron y la
comparación de los registros demostró que Atuk se trataba, con toda
probabilidad, de la misma isla que Sir Francis Drake describió como «la isla de
los malditos». El propio testimonio de Tomonaga, ofrecido a las autoridades
estadounidenses después de la guerra, afirmaba que, una vez que pudieron
comunicarse por radio con Tokio, el Alto Mando japonés envió instrucciones
precisas de capturar, sin matar, los zombis que quedaran. Una vez realizada tal
tarea (consiguieron atar y amordazar a cuatro gules), enviaron el submarino
imperial 1-58 para recuperar los prisioneros no muertos. Tomonaga confesó que
desconocía lo que había ocurrido con los cuatro zombis. Le ordenaron a él y a
sus hombres no hablar sobre lo ocurrido, bajo pena de muerte. En 1951, en su
libro El sol se levantó en el Infierno, el que fuera oficial del Ejército de
Inteligencia de EEUU, David Shore, detallaba una serie de experimentos
biológicos durante la guerra dirigidos por una unidad del ejército japonés
conocida como Dragón Negro. Uno de los experimentos, denominado «Flor de cerezo»,
se organizó especialmente para crear y entrenar zombis para introducirlos en el
ejército. Según Shore, cuando las fuerzas japonesas invadieron las Indias
Orientales holandesas en 1941-42, descubrieron una copia del trabajo de Jan
Vanderhaven en una biblioteca médica en Surabaya. Enviaron el trabajo al
cuartel general de Dragón Negro en Harbin para realizar estudios adicionales.
Aunque se mandó realizar un plan teórico, no pudieron encontrar muestras de
Solanum (prueba de que la ancestral Hermandad de la Vida para acabar con los
zombis había hecho su trabajo muy bien). Todo esto cambió seis meses después
con el incidente en la isla de Atuk. Enviaron a Harbin a los cuatro zombis
retenidos. Se llevaron a cabo experimentos con tres de ellos y el cuarto se utilizó
para crear otros zombis. Shore afirma que usaban a los disidentes japoneses
(todo aquel que no apoyara el régimen militar) como conejillos de indias.
Cuando resucitaron a un pelotón de cuarenta zombis, los operativos de Dragón
Negro intentaron entrenarlos como zánganos obedientes. Obtuvieron unos resultados
muy sombríos: los mordiscos convirtieron a diez de los dieciséis instructores
en zombis. Tras dos años de intentos frustrados, se tomó la decisión de liberar
la fuerza de los cincuenta zombis con los que ahora contaban contra el enemigo
sin importar en qué condiciones estuvieran. Lanzaron en paracaídas a diez gules
sobre las fuerzas británicas en Birmania. Atacaron el avión con fuego antiaéreo
antes de que llegaran a su destino, y lo convirtieron en una bola de fuego que
destruyó toda prueba de la carga no muerta. Se intentó por segunda vez enviando
a diez zombis por submarino a la zona del canal de Panamá en la que EEUU participaba
(esperaban que el consiguiente caos frenara la construcción en el Atlántico y
la limitación en el Pacífico de los buques de guerra estadounidenses). El
submarino se hundió por el camino. Hubo un tercer intento (de nuevo en
submarino) liberando a veinte zombis en el océano cerca de la costa occidental
de Estados Unidos. A medio camino, mientras recorrían el Pacífico norte, el
capitán del submarino informó por radio de que los zombis se habían liberado de
sus ataduras y estaban atacando a la tripulación y que no tenía más opción que
hundir la nave. Cuando la guerra terminó, se envió un cuarto y último ataque.
Soltaron en paracaídas al resto de zombis en una madriguera de guerrillas
chinas en la región de Yunnan. Nueve de los zombis que se lanzaron en
paracaídas recibieron un tiro en la cabeza de los francotiradores chinos. Los tiradores
de élite no se dieron cuenta de la importancia que tenían sus disparos. Habían
recibido siempre la orden de disparar a la cabeza. El último zombi fue
capturado, atado y llevado al cuartel general personal de Mao Tse-Tung para
estudiarlo. Cuando la Unión Soviética invadió Manchukuo en 1945, todos los
registros y las pruebas del proyecto «Flor de cerezo» habían desaparecido.
Shore afirma que su libro se basa en los relatos de los
testimonios de dos operativos de Dragón Negro, hombres que él personalmente
interrogó después de que se rindieran ante el ejército de EEUU en Corea del Sur
al finalizar la guerra. Al principio, Shore encontró quien le publicara su
libro, una compañía pequeña e independiente conocida como Green Brothers Press.
Antes de que llegara a las librerías, el gobierno ordenó confiscar todos los
ejemplares. A Green Brothers Press directamente se la acusó, de manos del
senador Joseph McCarthy, de publicar «material obsceno y subversivo». A causa
del peso de las deudas legales la compañía quebró. David Shore fue acusado de
violar la seguridad nacional y sentenciado a cadena perpetua en Fort Leavenworth,
Kansas. Lo absolvieron en 1961, pero murió de un ataque al corazón dos meses
después de su puesta en libertad. Su viuda, Sara Shore, mantuvo una copia
secreta e ilegal de su manuscrito hasta su muerte en 1984. Su hija, Ana, ganó
hace poco un pleito que le ha otorgado el derecho a publicarlo.
1943 D. C, COLONIA FRANCESA AL NORTE DE ÁFRICA
Este extracto proviene del interrogatorio al primer soldado raso
Anthony Marno, ametrallador de cola en el bombardero B-24 del ejército de EEUU.
Al regresar de una incursión nocturna contra las concentraciones de tropas
alemanas en Italia, la aeronave empezó a descender sobre el desierto de
Argelia. Tenían poco combustible; el piloto vio lo que parecía ser un
asentamiento civil y ordenó a su tripulación que saltara en paracaídas. Lo que
habían encontrado era Fort Louis Philippe. Parecía sacado de la pesadilla de un
crío. [ .. .] Abrimos las puertas, no había tranca ni nada. Caminamos hacia el
patio y nos encontramos con todo aquel montón de esqueletos. Montañas de ellos,
¡no bromeo! Amontonados por todas partes, como en una película. Nuestro
capitán, que parecía sacudir la cabeza, dijo: «Parece que haya un tesoro
enterrado aquí, ¿sabéis?». Menos mal que no había ningún cuerpo en el pozo. Nos
las arreglamos para llenar las cantimploras y cogimos algunas provisiones. No
había comida, pero ¿quién la querría?, ¿eh? Marno y el resto de la tripulación
fueron rescatados por una caravana árabe a ochenta kilómetros del fuerte. Cuando
preguntaron sobre aquel lugar, los árabes no respondieron. En aquel momento, el
ejército de EEUU tampoco tenía los medios ni el interés para investigar unas
ruinas abandonadas en mitad del desierto. Más tarde no se llevó a cabo ninguna
expedición.
1947 D. C, JARVIE, COLUMBIA BRITÁNICA
Una serie de artículos de cinco periódicos diferentes cuentan los
acontecimientos sangrientos y el heroísmo individual asociado con esta pequeña
aldea canadiense. Los historiadores sospechan que el transportista Mathew
Morgan, un cazador de la zona, regresó a la aldea una noche con un misterioso
mordisco en el hombro. Al amanecer del día siguiente, veintiún zombis
merodeaban por las calles de Jarvie. Devoraron por completo a nueve personas.
Los quince humanos que quedaban hicieron una barrera en la oficina del sheriff.
Un disparo fortuito de uno de los ciudadanos aguerridos demostró lo que podía
hacer una bala en el cerebro. Pero para entonces la mayoría de las ventanas
estaban cubiertas, por lo que nadie podía apuntar con sus armas. Planearon
trepar hasta el tejado, contactar con la oficina de teléfono y telégrafo y
avisar a las autoridades en Victoria. Los supervivientes estaban a mitad de
camino por la calle cuando los gules percibieron su presencia y les dieron
caza. Un miembro del grupo, Regina Clark, les dijo a los otros que continuaran
mientras ella detenía a los no muertos. Clark, armada únicamente con una
carabina MI de EEUU, dirigió a los zombis hasta un callejón sin salida. Los
testigos insisten en que Clark lo hizo a propósito, reuniendo a los no muertos
en un lugar limitado que le permitiera alcanzar a un máximo de cuatro objetivos
a la vez. Con una puntería fantástica y un tiempo de recarga pasmoso, Clark
eliminó a todo el grupo. Varios testigos aseguran que vació un peine de quince
balas en doce segundos sin fallar un solo tiro. Más pasmoso aún resultó que el
primer zombi al que derribó fuera su marido. Fuentes oficiales tachan el suceso
de «exposición inexplicable de violencia pública». Todos los artículos que
salieron en el periódico se basan en lo que dijeron los ciudadanos de Jarvie.
Regina Clark se negó a ser entrevistada. Sus memorias siguen siendo un secreto
guardado por su familia.
Este pasaje se tomó de una carta escrita por Jean Beart Lacoutour,
un hombre de negocios francés que vivió en la antigua colonia.
El juego se llama «La danza del Diablo». Una persona viva es
puesta en una jaula con una de estas criaturas. Nuestro humano sólo tiene un
cuchillo pequeño, de unos ocho centímetros de largo a lo sumo. [ .. .]
¿Sobrevivirá a su vals con el cadáver viviente? De no ser así, ¿cuánto tiempo
resistirá? Se realizan apuestas sobre esta y otras variables. [ ... ]
Mantenemos un establo para ellos, los gladiadores fétidos. La mayoría son
víctimas de contiendas fallidas. A algunos los cogemos de la calle. [ . ..]
Pagamos bien a sus familias. [ ...] Que Dios me perdone por este pecado
inimaginable. Esta carta, junto a una considerable fortuna, llegó a La
Rochelle, Francia, tres meses después de la pérdida de la Indochina francesa
contra las guerrillas comunistas de Ho Chi Minh. El destino de la «Danza del
Diablo» de Lacoutour se desconoce. No se ha descubierto nueva información. Un
año después, el cuerpo de Lacoutour llegó a Francia, muy descompuesto, con una
bala en el cerebro. La explicación del coronel norvietnamita fue el suicidio.
1957 D. C, MOMBASA, KENIA
Este extracto fue tomado del interrogatorio que realizó un oficial
del ejército británico a un rebelde kikuyu capturado durante la insurrección de
Mau Mau (todas las respuestas provienen de un traductor):
P: ¿A cuántos viste?
R: A cinco.
P: Descríbelos.
R: Hombres blancos, con la piel gris y llena de grietas. Algunos
tenían heridas, marcas de mordiscos en algunas partes de su cuerpo. Todos
tenían orificios de bala en el pecho. Se tambaleaban y gemían. Sus ojos no
veían. La sangre chorreaba por sus dientes. El olor a carroña anunciaba su
llegada. Los animales huyeron.
El intérprete masai y el prisionero comenzaron a hablar. El
prisionero se quedó en silencio.
P: ¿Qué ocurrió?
R: Vinieron a por nosotros. Sacamos nuestras lalems (un arma
masai, parecida al machete) y les cortamos las cabezas y las enterramos.
P: ¿Enterrasteis las cabezas?
R: Sí.
P: ¿Por qué?
R: Porque el fuego nos habría dado ventaja.
P: ¿No fuiste herido?
R: No estaría aquí.
P: ¿No estabas asustado?
R: Sólo tememos a los vivos.
P: ¿Así que eran espíritus diabólicos?
El prisionero ríe entre dientes.
P: ¿De qué te ríes?
R: Los espíritus diabólicos se han inventado para asustar a los
niños. Estos hombres eran muertos vivientes.
El prisionero dio poca información el resto de la entrevista.
Cuando le preguntaron si había más zombis sueltos, se quedó callado. La
trascripción completa apareció en un tabloide británico poco después ese mismo año.
No se hizo nada al respecto.
1960 D. C, BYELGORANSK, UNIÓN SOVIÉTICA
Se sospecha, desde que terminó la Segunda Guerra Mundial, que las
tropas soviéticas que invadieron Manchuria capturaron a la mayoría de los
científicos japoneses, los datos y los experimentos realizados (los zombis) involucrados
en el proyecto especial Dragón Negro. Recientes revelaciones han confirmado que
estos rumores son ciertos. El propósito de este nuevo proyecto soviético era
crear un ejército secreto de muertos andantes para usarlos en la inevitable
Tercera Guerra Mundial. «Flor de cerezo», rebautizada con el nombre de
«Esturión», fue llevada cerca de una pequeña ciudad al este de Siberia donde
había únicamente un gran edificio que servía como prisión a disidentes
políticos. El emplazamiento no sólo garantizaba una total discreción sino
también la disponibilidad directa de los experimentos realizados Basándonos en descubrimientos
recientes, somos capaces de determinar que, por alguna razón, los experimentos
se descontrolaron y causaron un brote de varios cientos de zombis. Algunos
científicos lograron escapar a la prisión. Seguros tras los muros, se asentaron
creyendo que sería un asedio de poco tiempo hasta que llegara la ayuda. Nadie
vino. Algunos historiadores creen que el aislamiento del pueblo (no había
carreteras y las provisiones venían por aire) impidieron una respuesta
inmediata. Otros creyeron que como el proyecto lo había comenzado Yósif Stalin,
el KGB era reacio a informar al primer ministro Nikita Khrushchev de su existencia.
Una tercera teoría sostiene que el líder soviético conocía el desastre y había
cercado el área con tropas para evitar una evasión, y vigilaba y esperaba para
ver el resultado del asedio. Dentro de los muros de la prisión, una coalición
de científicos, personal del ejército y prisioneros sobrevivían de manera
bastante cómoda. Construyeron invernaderos, cavaron pozos; consiguieron
producir energía con molinos de viento y dinamos humanas. Se mantenía el contacto
por radio con la base prácticamente a diario. Los supervivientes cuentan que,
gracias a aquella situación, podrían aguantar hasta el invierno, cuando, con
algo de suerte, los no muertos se congelaran. Tres días antes de la primera
helada de otoño, un avión soviético lanzó un artilugio termonuclear tosco sobre
Byelgoransk. La explosión de un megatón destruyó el pueblo, la prisión y los alrededores.
Durante décadas, el gobierno soviético explicaba el desastre como
una prueba nuclear de rutina. No se supo la verdad hasta 1992, cuando comenzó a
filtrarse la información hacia Occidente. Los rumores sobre el brote también
surgieron entre los siberianos más viejos, entrevistados por primera vez por la
reciente prensa libre de Rusia. Los testimonios de los oficiales de alto rango
soviéticos insinuaban la verdadera naturaleza de la devastación. Muchos
reconocen que Byelgoransk existió. Otros confirman que se trataba de una
prisión militar y de un centro de armas biológicas. Algunos incluso van más
lejos y admiten algún tipo de «brote», aunque ninguno describe exactamente lo
que lo desató. La prueba más perjudicial surgió cuando Artiom Zenoviev, un
gángster ruso y antiguo archivero del KGB, entregó todas las copias del informe
oficial del gobierno a una fuente anónima occidental (algo por lo que le
pagaron maravillosamente). El informe contiene transcripciones de radio,
fotografías aéreas (del antes y el después) y los testimonios tanto de las
tropas de tierra como de la tripulación del bombardero aéreo, junto a las
confesiones firmadas de los que estaban al mando del proyecto Esturión.
Incluidas con este informe hay 643 páginas con datos de laboratorio en relación
a la fisiología y a los patrones de comportamiento de los experimentos
realizados con los no muertos. Los rusos se toman esta revelación como una
patraña. Si esto es cierto y Zenoviev no es más que un oportunista con una
imaginación brillante, entonces ¿por qué las personas que había en una lista
que los hacía responsables según los informes oficiales, entre los que se
encontraban científicos de altura, comandantes del ejército y miembros de
Politburo, fueron ejecutados por el KGB después de que incineraran Byelgoransk?
1962 D. C, CIUDAD SIN IDENTIFICAR, NEVADA
Los detalles de este brote son sorprendentemente incompletos, ya
que ocurrieron en una zona relativamente acomodada del planeta en la segunda
mitad del siglo veinte. Según fragmentos de los relatos de testigos de segunda
mano, recortes de periódicos viejos y un informe de policía sospechosamente impreciso,
un pequeño brote de zombis atacó y asedió a Hank Davis, un granjero de la zona,
y a tres de sus empleados en un establo durante cinco días y noches. Cuando la
policía acabó con los gules y entró en el establo, encontraron a todos los
ocupantes muertos. La investigación posterior determinó que los cuatro hombres
se mataron entre ellos. Más concretamente, tres hombres fueron asesinados,
mientras que el cuarto se quitó la vida. No hay una razón concreta para este
acontecimiento. El establo era más que seguro para soportar un ataque y sólo
habían consumido la mitad de una pequeña provisión de agua y comida que tenían.
La teoría actual es que el incesante gemido de los zombis, mezclado con el
sentimiento de total aislamiento e impotencia, les provocó una completa crisis
psicológica. No se dio una explicación oficial al brote. El caso aún «se está
investigando». Esta historia la contó Peter Stavros, un paciente drogadicto y
antiguo francotirador de las Fuerzas Especiales. En 1989, mientras le evaluaban
psicológicamente en el hospital para veteranos de Los Ángeles, contó esta historia
al psiquiatra que le atendía. Stavros afirmaba que su equipo estaba en una
misión rutinaria de búsqueda y destrucción en la frontera vietnamita. Su
objetivo era un pueblo del que se sospechaba que era una zona de preparación de
Pathet Lao (guerrillas comunistas). Cuando entraron en el pueblo, descubrieron
que los habitantes estaban en mitad de un asedio contra varias docenas de
muertos andantes. Por razones que se desconocen, el líder del equipo les ordenó
la retirada y luego pidió un ataque aéreo. Los bombarderos, armados con napalm,
destrozaron la zona, acabando con los muertos vivientes y los supervivientes
humanos. No existen pruebas documentadas que corroboren la historia de Stavros.
Los otros miembros de su equipo están o muertos, o perdidos en combate, o
perdidos en Estados Unidos, o simplemente se negaron a que les entrevistaran.
Jane Massey, reportera dedicada a la vida salvaje para La Tierra
viviente, fue como enviada por la revista a documentar la vida de los gorilas
de lomo plateado en peligro de extinción. Este extracto es sólo una pequeña anécdota
de las muchas y populares historias de los primates raros y exóticos:
Cuando cruzamos el valle escarpado, vi moverse algo entre el
follaje. Nuestro guía también lo vio y nos convenció de que aligeráramos el
paso. En aquel momento oí algo bastante extraño en aquella zona del planeta:
completo silencio. Ningún pájaro, ningún animal, ni siquiera insectos, y
hablamos de insectos de un tamaño considerable. Le pregunté a Kengeri y lo
único que me dijo fue que bajara la voz. Desde la zona más baja del valle, pude
oír un gemido espeluznante. Kevin (el fotógrafo de la expedición) se puso más
blanco de lo normal y continuó diciendo que debía de ser el viento. Un dato, yo
he oído el viento en Sarawak, Sri Lanka, el Amazonas e incluso en Nepal y ¡eso
NO es viento! Kengeri puso una mano en el machete y nos dijo que nos
calláramos. Le dije que quería bajar al valle para echar un vistazo. El se negó.
Cuando insistí, me dijo: «Los muertos andan sueltos por aquí» y se marchó.
Massey nunca exploró el valle ni descubrió la fuente del gemido.
La historia del guía podría tratarse de una superstición de la zona. El gemido
pudo haber sido simplemente el viento. Sin embargo, hay mapas del valle que
revelan que está rodeado por acantilados escarpados, lo que hace imposible que
los gules escapen. En teoría, este valle podría servir como receptáculo para
las tribus que quieran atrapar pero no destruir a los muertos andantes.
1975 D. C, AL-MARQ, EGIPTO
La información relativa a este brote proviene de varias fuentes:
entrevistas a los habitantes del pueblo que fueron testigos de lo ocurrido,
nueve declaraciones juradas del personal militar egipcio de bajo rango y los relatos
de Gassim Farouk (un antiguo oficial de inteligencia de las fuerzas aéreas
egipcias que emigró hace poco a Estados Unidos), además de la información sobre
la investigación de varios periodistas internacionales que han preferido
mantener sus identidades en secreto. Todas las fuentes corroboran la historia
sobre un brote de origen desconocido que atacó e invadió este pequeño pueblo
egipcio. Las llamadas pidiendo ayuda no obtuvieron respuesta, a la policía de
otros pueblos y al comandante de la base de la Segunda División Armada de
Egipto en Gabal Garib a tan sólo cincuenta y siete kilómetros. En un extraño giro
de los acontecimientos, el operador de teléfono de Gabal Garib también era un
agente israelí del Mossad que pasó la información a los cuarteles generales de
la FDI en Tel Aviv. Tanto el Mossad como los integrantes de la Fuerza de
Defensa de Israel se tomaron la información como una patraña y la hubieran olvidado
rápidamente si no hubiera sido por el general Jacob Korsunsky, un ayudante de
la primera ministra Golda Meir. Judío estadounidense que fue colega de David
Shore, Korsunsky estaba al tanto de la existencia de los zombis y de la amenaza
que suponían si no les ponían obstáculos. De forma impresionante, Korsunsky convenció
a Meir para que formara una misión de reconocimiento para investigar Al-Marq.
La infección se encontraba en aquel momento en su día catorce. Nueve
supervivientes habían formado una barricada en la mezquita del pueblo con un
poco de agua y sin comida. Con el consentimiento de Korsunsky, una patrulla de paracaidistas
descendió al centro de Al-Marq y, tras doce horas de batalla, eliminaron a
todos los zombis. Se sospecha que esta historia tuvo un final salvaje. Algunos
creen que el ejército egipcio rodeó Al-Marq, capturó a los israelíes y preparó
su ejecución allí mismo. Cuando suplicaron a los supervivientes, que mostraron a
los soldados los cadáveres de los zombis, los egipcios permitieron a los
israelíes pasar de un modo seguro hasta sus hogares. Otros llevaron esta
posibilidad más lejos, dando lugar a que la tomaran como una de las razones de
la tregua egipcio-israelí. No existen pruebas consistentes que sostengan esta
historia. Korsunsky murió en 1991. Sus memorias, relatos personales,
comunicados del ejército, los consiguientes artículos en los periódicos e
incluso películas sobre la supuesta batalla grabadas por un cámara del Mossad, han
quedado ocultos por el gobierno israelí. Si esto es cierto, se presenta una
cuestión interesante y, posiblemente, perturbadora. ¿Por qué tendría que
convencerse el ejército egipcio de que los muertos vivientes existen a través
de testimonios y, al parecer, cadáveres humanos? ¿No tendría que existir un espécimen
(o varios) intacto y con las funciones activas para probar una historia tan
impresionante? De ser así, ¿dónde están ahora esos especímenes?
Durante su jornada diaria, Check Bernard, el cartero de la zona,
paró en la granja de los Henrichs y vio que no habían recogido el correo del
día anterior. Como nunca había ocurrido antes, Bernard decidió llevar el correo
a la casa. A quince metros de la puerta principal, oyó lo que parecían
disparos, gritos de dolor y llamadas de socorro. Bernard se fue, condujo
dieciséis kilómetros hasta el teléfono público más cercano y llamó a la policía.
Cuando dos ayudantes del sheriff y un equipo paramédico llegaron, encontraron a
la familia Henrichs completamente descuartizada. La única superviviente, Freda
Henrichs, estaba sufriendo, como se podía ver a la perfección, los síntomas de
una infección avanzada. Golpeó a los paramédicos antes de que los ayudantes del
sheriff pudieran atarla. Un tercer ayudante, el último en llegar y novato en el
cuerpo, sufrió un ataque de pánico y disparó a la mujer en la cabeza. A los dos
hombres a los que había mordido los llevaron al hospital del condado para que
los trataran y poco después murieron. Tres horas después, resucitaron durante
la autopsia, atacaron al coronel y a su ayudante y salieron a la calle.
Alrededor de medianoche la ciudad estaba aterrorizada. Había veintidós zombis y
devoraron por completo a quince personas. Muchos supervivientes buscaron
refugio en sus casas. Otros intentaron huir del pueblo. Tres colegiales se las
arreglaron para subir a lo alto de la torre de agua. Aunque estaban rodeados
(varios gules intentaron escalar la torre pero volvieron a caerse al suelo),
estos niños permanecieron a salvo hasta que los rescataron. Un hombre, Harland
Lee, tenía en su casa un subfusil Uzi modificado, una escopeta paralela
recortada y dos pistolas mágnum del 44 (una era un revólver y la otra una
automática). Los testigos afirman que vieron a Lee atacar a un grupo de doce zombis,
disparando con la Uzi en primer lugar y a continuación con las otras armas.
Cada vez, Lee disparaba al torso de los zombis, provocándoles gran daño pero
sin matarlos. Como se le terminaba la munición y a su espalda había un montón
de coches destrozados, Lee intentó disparar a la cabeza con una pistola en cada
mano. Como las manos le temblaban mucho, Lee no acertaba ningún tiro. El autoproclamado
salvador de la ciudad terminó siendo devorado al instante. Por la mañana, los
ayudantes del sheriff de los pueblos colindantes, con la policía del estado y
con grupos de voluntarios, se reunieron en Sperry. Iban armados con rifles de
caza con miras y sabían que el tiro en la cabeza era mortal (un cazador de la
zona había aprendido esto al defender su casa), así que rápidamente acabaron
con la amenaza. La explicación oficial (proporcionada por el Departamento de
Agricultura) fue la «histeria colectiva a causa de un escape de pesticida en el
nivel freático del pueblo». El Centro de Control de Enfermedades se deshizo de
todos los cuerpos antes de que pudieran realizarse las autopsias. La mayoría de
las grabaciones de radio, las imágenes de las noticias y las fotografías de los
particulares se confiscaron inmediatamente. Varios supervivientes rellenaron
ciento setenta y cinco declaraciones juradas. Noventa y dos de esos casos se han
llevado a la corte, cuarenta y ocho aún están por resolver y el resto han sido
retirados misteriosamente. Se ha presentado recientemente una declaración con
motivo del acceso a las imágenes de los medios de comunicación que fueron
confiscadas. Al parecer, para que se tome una decisión habrá que esperar años.
Las noticias de este brote en principio provenían de Madre Verde,
un grupo medioambiental que pretendía atraer la atención sobre las difíciles
condiciones que los indios locales sufrían a causa de la adquisición y la destrucción
de su tierra. Los ganaderos, que pretendían conseguir sus objetivos utilizando
la violencia, se armaron y se dirigieron al poblado indio. Cuando se
encontraban en lo más profundo de la selva tropical les atacó un enemigo aún
más terrorífico: una horda de más de treinta zombis. Todos acabaron devorados o
resucitaron convertidos en muertos andantes. Dos supervivientes consiguieron
llegar al pueblo más cercano, Santarem. Ignoraron sus advertencias y los
informes oficiales explican que la batalla fue una insurrección de la población
india. Tres brigadas armadas se encaminaron hacia Maricela. Como no encontraron
ningún rastro de los no muertos, se dirigieron al pueblo indio. Lo que ocurrió
a continuación lo negó mediante comunicado oficial el gobierno brasileño, pero
sabían que se trataba de un ataque de muertos andantes. Los relatos de los testigos
describen la masacre exactamente como tal, con las tropas del gobierno matando
a todo ser que caminara tanto zombi como humano. De forma irónica, los miembros
de Madre Verde también negaron esta historia; afirmando que, en realidad, el
gobierno brasileño se inventó esta patraña de los zombis para justificar la
masacre de los indios. Buena parte de las pruebas provienen de un sargento
mayor retirado del Departamento de Artillería del ejército brasileño. Cuenta
que durante los días precedentes a la batalla, habían requisado prácticamente
todos los lanzallamas del país. Tras la operación, habían devuelto las armas
vacías. Esta estación remota, a más de 480 kilómetros río abajo de Maricela, se
convirtió en la escena de varios ataques cinco semanas después. Los zombis
surgieron del agua por toda la ribera. El resultado de estos ataques (el
número, la respuesta, las bajas) aún se desconoce.
Este brote, mucho más leve considerando el espacio y las personas
involucradas, apenas se considera de clase 1. Sin embargo, las ramificaciones
representan uno de los acontecimientos más significativos en el estudio del
Solanum. El incendio en una escuela elemental causó la muerte a cuarenta y
siete niños a causa de la inhalación de humo. La única superviviente, Ellen
Aims, de nueve años, escapó saltando desde una ventana rota pero sufrió
profundas laceraciones y pérdida de sangre. Salvó la vida gracias a una
transfusión de urgencia del banco de sangre. En media hora, Ellen comenzó a
sufrir los síntomas de una infección de Solanum. El personal médico no lo
entendía y sospecharon que la sangre estaba contaminada por otras enfermedades.
Mientras le realizaban las pruebas, la niña murió. Delante de los empleados,
los testigos y los padres, resucitó y mordió a la enfermera que estaba
atendiéndola. Ataron a Ellen, pusieron a la enfermera en cuarentena y el médico
de guardia contó el caso a un colega de Phoenix (Arizona). Dos horas más tarde,
los médicos del Centro de Control de Enfermedades llegaron, escoltados por las
fuerzas de la ley de la zona y «agentes federales sin identificación». Llevaron
en avión a Ellen y a la enfermera infectada a un lugar sin revelar para un
«tratamiento avanzado». Confiscaron todos los informes del hospital y el banco
de sangre. No permitieron a la familia Aims acompañar a la niña. Tras una
semana sin recibir noticias, les informaron de que su hija había «fallecido» y
que habían tenido que incinerar el cuerpo por «motivos sanitarios». Este caso ha
sido el primero registrado que demuestra que el Solanum puede transferirse
desde la sangre almacenada en un banco. Esto plantea las siguientes preguntas:
¿Quién fue el donante con la sangre infectada? ¿Cómo pudo tomarse su sangre sin
que el sujeto supiera que estaba infectado y por qué nunca se supo nada sobre
el donante? Además, ¿cómo se enteró el CCE del caso de Ellen tan rápido (el
médico de Phoenix se negó a que le entrevistaran) y por qué respondió la
agencia tan rápido? Aunque no es necesario decirlo, la teoría sobre una
conspiración rodea aún este caso. Los padres de Ellen han presentado una
demanda contra el CCE con el único propósito de conocer la verdad. Sus
declaraciones han contribuido en la investigación de este caso del autor.
En marzo de 1987, varios grupos de disidentes chinos informaron a
Occidente sobre un desastre cerca de la planta de energía nuclear en Xinjiang.
Tras varios meses negando la historia, el gobierno chino anunció de modo
oficial que había habido un «fallo» en las instalaciones. En un mes, la
historia cambió a «intentan realizar sabotaje [...] unos terroristas
contrarrevolucionarios». En agosto, Tycka!, un periódico sueco, publicó la
historia de que un satélite espía de Estados Unidos sobre Khotan había
fotografiado tanques y otros vehículos armados disparando a quemarropa a lo que
parecían ser grupos desorganizados de civiles que intentaban entrar en la
planta nuclear. Otras fotografías revelan que algunos de los «civiles» rodeaban
a otros y los desmembraban y se comían
sus cadáveres. El gobierno estadounidense niega que su satélite aportara tales
imágenes y Tycka! se retractó de tal historia. Si lo que ocurrió en Khotan fue
un brote zombi, entonces hay más preguntas que respuestas. ¿Cómo empezó el
brote? ¿Cuánto duró? ¿Cómo se contuvo al final? ¿Cuántos zombis había?
¿Entraron en la planta? ¿Cuánto daño causaron? ¿Por qué no ocurrió algo
parecido al desastre de Chernóbil? ¿Escapó algún zombi? ¿Ha habido más ataques
desde entonces? Una parte de la información que aporta cierta credibilidad a la
historia del brote proviene del profesor Kwang Zhou, un disidente chino que
había desertado a Estados Unidos. Kwang conocía a un soldado que había
participado en aquel incidente. Antes de que lo enviaran a un centro de
reeducación junto con otros testigos, el joven le contó que el nombre clave de
aquella operación era «Pesadilla del despertar eterno». Aún hay otra pregunta: ¿Cómo
empezó este brote inicial? Tras leer el libro de David Shore, en especial la
sección sobre cómo capturaron un zombi de Dragón Negro las tropas comunistas
chinas, es lógico sacar la conclusión de que el gobierno chino tuvo, o aún
tiene, su propia versión de «Flor de cerezo» y «Esturión», su propio proyecto
para crear un ejército de no muertos.
Varios excursionistas y viajeros de este parque en el desierto
encontraron una tienda de campaña y equipo abandonados junto a la carretera
principal. Investigando las historias, los guardas del parque descubrieron una escena
horripilante a dos kilómetros del campamento abandonado. Encontraron a una
chica de unos veinte años muerta, con la cabeza destrozada a golpes de piedra y
su cuerpo cubierto de marcas de mordeduras realizadas por otro humano. Una
investigación más a fondo realizada por la policía local y nacional identificó a
la víctima; se trataba de Sharon Parsons de Oxnard, California. Ella y su
novio, Patrick MacDonald, acamparon en el parque la semana anterior. Todos los
boletines difundidos por los medios de comunicación apuntaban hacia MacDonald.
La autopsia completa de Parsons reveló un hecho que sorprendió al juez de instrucción
del caso. El nivel de descomposición de su cuerpo no cuadraba con el del tejido
cerebral. Además, el esófago contenía restos de carne humana que coincidían con
el grupo sanguíneo de MacDonald. Sin embargo, las muestras de piel que había
bajo las uñas encajaban con un tercero en discordia, Devin Martin, un fotógrafo
de la fauna salvaje y solitario que había recorrido en bicicleta el parque un
mes antes. Como tenía pocos amigos, no tenía familia y trabajaba como autónomo,
la desaparición de Martin nunca se denunció. Una búsqueda completa en el parque
no reveló nada. El vídeo de vigilancia de una gasolinera en Diamond Bar reveló
que MacDonald había parado allí brevemente. El empleado de servicio describió a
MacDonald como demacrado, frenético y llevando un trapo lleno de sangre sobre
el hombro. La última vez que se vio a MacDonald iba en dirección oeste, hacia
Los Angeles.
Aún se está realizando una investigación en relación a la primera
fase de este brote, incluyendo cómo se expandió en un principio a las zonas
cercanas. El brote lo detectó primero un grupo de jóvenes, miembros de una
banda callejera conocida como los VBR, o los Venice Boardwalk Reds. Entraron en
aquella zona de la ciudad para vengar a uno de sus miembros, asesinado por una
banda rival conocida como los Perros Negros. Alrededor de la 1 a. m., entraron
en una zona industrial casi abandonada donde los Perros tenían su guarida. Lo
primero que notaron fue que no había vagabundos. La zona era conocida por su
gran barrio de chabolas que había en un solar desocupado. Las cajas de cartón,
los carros de la compra y demás parafernalia que pertenecía a los sin techo
estaban desparramados por toda la calle, pero no había señal alguna de ellos.
Iban prestando muy poca atención a la carretera y el conductor del vehículo de
los Reds atropello por accidente a un peatón que se movía muy despacio. El
conductor perdió el control de su El Camino y viró bruscamente hacia el lado de
uno de los edificios. Antes de que los Reds pudieran atender al vehículo, que
se había estropeado, o reprender a su compañero por su falta de habilidad al
volante, vieron moverse al peatón que habían atropellado. Aunque tenía la
columna rota, la víctima empezó a reptar hacia la banda callejera. Uno de los
Reds sacó una pistola de 9 mm y disparó al hombre en el pecho. Este acto no
sólo no paró al hombre, sino que envió una onda de sonido a un radio de varias
manzanas. Abrió fuego varias veces más, todos hacia su objetivo, sin producir
resultado alguno. El último disparo fue directo al cráneo y lo mató. Los Reds
nunca tuvieron tiempo de descubrir exactamente lo que lo había matado. De
repente oyeron un gemido que parecía proceder de todas direcciones. Lo que
creían que se trataba de las sombras de las farolas era un grupo de más de
cuarenta zombis que se acercaba desde todas las direcciones.
Como tenían el coche estropeado, los Reds fueron calle abajo,
literalmente atravesaron una pequeña línea libre entre los muertos vivientes.
Tras varias manzanas, se encontraron, irónicamente, a los miembros que quedaban
de los Perros Negros, también a pie después de que los zombis hubieran invadido
su guarida y destrozado sus coches. Cambiaron la rivalidad por la
supervivencia, las dos bandas pactaron un cese de fuego y se dispusieron a
buscar un medio de escapar o un refugio seguro. Aunque muchos de los edificios
(bien construidos, almacenes sin ventanas) les hubieran servido de buenas
fortalezas, estaban cerrados o (en el caso de los que habían sido abandonados)
entablados y no podían entrar. Como conocían mejor la zona, los Perros tomaron
la iniciativa y sugirieron que debían dirigirse al instituto De Soto Júnior, un
edificio pequeño a una distancia fácil de cubrir corriendo. Con los zombis a
pocos minutos de distancia, las dos bandas llegaron al instituto y para poder
entrar rompieron una ventana del segundo piso. Al hacer esto activaron la alarma
antirrobo que, además, alertó a todos los zombis que se encontraban por la
zona, aumentando su número a más de cien. La alarma, sin embargo, era el único
aspecto negativo de aquel reducto formidable. En los términos de una fortaleza,
De Soto era una elección excelente. Una construcción de cemento armado sólido,
con rejas y cubierto de ventanas con mallas y puertas de madera maciza
cubiertas de acero hacían fácilmente defendible aquel edificio de dos plantas.
Una vez dentro, el grupo actuó con una prudencia admirable, estableciendo un
plan secundario, comprobando todas las puertas y las ventanas para estar más seguros,
llenando todos los recipientes que pudieron de agua y almacenado sus propias
armas y municiones.
Como creyeron que la policía era peor enemigo aún que los muertos
vivientes, ambas bandas usaron el teléfono para llamar a las bandas callejeras
aliadas en lugar de a las autoridades. Ninguno con los que lograron contactar
se creyó lo que estaban escuchando, pero prometieron llegar lo antes posible. Este
último acto fue, en otro giro irónico, uno de los pocos casos de exceso de
medios jamás registrado en una insurrección de no muertos. Bien protegidos,
bien armados, bien liderados, bien organizados y extremadamente bien motivados,
los miembros de las bandas fueron capaces de matar a los muertos vivientes desde
las ventanas de arriba sin perder a ninguno de los suyos. Los refuerzos (bandas
callejeras aliadas que prometieron ofrecer apoyo) llegaron, desafortunadamente,
al mismo tiempo que la policía de Los Ángeles. El resultado fue el arresto de todos los involucrados.
El incidente se definió oficialmente como «un tiroteo entre bandas
callejeras de la zona». Tanto los Reds como los Perros intentaron transmitir la
verdad a todos los que quisieran escucharla. Su historia se explicó como una
ilusión psicótica producida por el «hielo», un narcótico popular en esa época.
Como la policía y los refuerzos de los miembros de otras bandas sólo vieron
cadáveres muertos a tiros pero a ningún zombi, nadie pudo actuar como testigo.
Los cuerpos de los no muertos fueron recogidos e incinerados. Como casi todos ellos
habían sido vagabundos, no se pudo identificar a ninguno y tampoco los echaron
en falta. Declararon culpables de asesinato en primer grado a los miembros
originales de las bandas que se vieron involucradas y la sentencia fue cadena
perpetua en alguna de las prisiones de California. Todos fueron asesinados el
primer año de su encarcelación, supuestamente por miembros de bandas rivales.
Esta historia habría acabado aquí si no hubiera sido por un detective de la
policía de Los Ángeles que pidió permanecer en el anonimato. El/ella leyó sobre
el caso Parsons-MacDonald varios días antes y estaba intrigado/a por los
detalles más extraños. Así que, en cierto modo, creyó las historias de los
miembros de las bandas. El informe del juez de instrucción le dio el argumento
más convincente. Cuadraba perfectamente con la autopsia de Parsons. El último
clavo en elataúd fue una cartera que se había encontrado en uno de los no
muertos, un hombre de unos treinta años queparecía ir mejor vestido y aseado
que la mayoría de los vagabundos. La cartera pertenecía a Patrick MacDonald.
Como el propietario tenía un disparo en la cara de una bala del calibre doce,
no había forma exacta de identificarlo. El/la detective anónimo/a creyó que era
mejor no decírselo a sus superiores por miedo a la acción disciplinaria. En
lugar de eso, él/ella copió el informe del caso al completo y lo presentó al
autor de este libro.
FEB. 1993 D. C, ESTE DE LOS ÁNGELES, CALIFORNIA
A la 1.45 a. m., Octavio y Rosa Melgar, los propietarios de una
carnicería, se despertaron al oír gritos desesperados debajo de la ventana de
su habitación en el segundo piso. Asustados al creer que estaban robando en su
negocio, Octavio cogió una pistola y corrió escaleras abajo mientras Rosa
llamaba a la policía. Encogido cerca de una boca de alcantarilla había un
hombre tiritando y sollozando, cubierto de barro, vestido con un mono de
trabajo andrajoso del Departamento de Sanidad y le salía a borbotones la sangre
del muñón donde una vez había tenido el pie derecho. El hombre, que no quiso
identificarse, gritó varias veces a Octavio para que cubriera la boca de la
alcantarilla. Sin saber qué más hacer, Octavio obedeció. Antes de que la tapa de
metal encajara en su sitio, Octavio creyó oír un sonido parecido a un gemido
lejano. Cuando Rosa sujetó la pierna herida del hombre, entre llantos y gritos
contó que él y cinco trabajadores sanitarios estaban inspeccionando la unión de
una boca de tormenta cuando les atacó un grupo numeroso de «locos». Al describir
a los asaltantes dijo que iban cubiertos de harapos y heridas, gruñendo en
lugar de hablar, y se aproximaban a ellos cojeando de modo regular. Las
palabras del hombre se desvanecieron en una ininteligible concatenación de
frases, gruñidos y sollozos antes de que se quedara inconsciente. La policía y
los paramédicos llegaron noventa minutos más tarde. Para entonces, el hombre
había muerto. Cuando recogieron su cuerpo, los oficiales de la policía de Los
Ángeles interrogaron a los Melgar. Octavio mencionó que él había oído los
gemidos. Los oficiales tomaron nota pero no dijeron nada. Seis horas después,
los Melgar oyeron en las noticias de la mañana que la ambulancia que
transportaba al muerto se había chocado y había explotado de camino al
hospital. La llamada por radio de los paramédicos (cómo pudo la estación de
noticias obtenerla es aún un misterio) consistía principalmente en gritos de
pánico afirmando que el muerto había abierto el saco donde se encontraba.
Cuarenta minutos más tarde de la transmisión, cuatro camiones de policía, una ambulancia
y un camión de la guardia nacional se detuvieron frente a la carnicería de los
Melgar. Octavio y
Rosa vieron cómo la policía de Los Ángeles acordonaba la zona y
levantaban un puesto de campaña grande de color verde militar sobre la boca de
la alcantarilla con un pasaje idéntico de allí al camión. Los Melgar, junto a
un pequeño grupo de curiosos, oyeron un eco inconfundible de disparos desde la
boca de la alcantarilla. En una hora, quitaron la tienda de campaña, levantaron
la barricada y los vehículos fueron rápidamente retirados. Existe una pequeña
duda de que este incidente sea una réplica del ataque en el centro de la ciudad
de Los Ángeles. Los detalles del gobierno sobre lo que exactamente ocurrió en
el laberinto subterráneo nunca se conocieron. Los Melgar, alegando «razones
personales legales», no hicieron más averiguaciones. La policía de Los Ángeles
explicó el incidente como una «inspección de mantenimiento y rutina sanitaria».
El Departamento de Sanidad de Los Ángeles niega la pérdida de ninguno de sus empleados.
Si no fuera por Allie Goodwin, una conductora de grúa en este
astillero del sur de California y su cámara desechable con veinticuatro fotos,
el mundo nunca podría haber sabido la verdadera historia de este brote zombi.
Un contenedor sin marcar fue descargado del SS Mare Caribe, un carguero con
bandera panameña de Ciudad de Davao, en Filipinas. Durante varios días
permaneció en los astilleros esperando la recogida. Una noche, el vigilante oyó
sonidos dentro del contenedor. El y varios guardas de seguridad, al sospechar
que había inmigrantes ilegales dentro, lo abrieron inmediatamente. Cuarenta y
seis zombis salieron en tropel. Los que estaban más cerca fueron devorados.
Otros buscaron refugio en los almacenes, edificios de oficinas y otras instalaciones.
Algunas de estas estructuras proporcionaron un refugio adecuado, otras se
convirtieron en trampas mortales. Cuatro conductores de grúa intrépidos, entre
los que se encontraba Goodwin, subieron a sus vehículos y los usaron para crear
una fortaleza con los contenedores. Este refugio prefabricado mantuvo protegidos
a trece trabajadores el resto de la noche. A continuación usaron sus vehículos
como armas, lanzando contenedores a los zombis que estaban a su alcance. Para
cuando la policía llegó (para entrar a las instalaciones había que pasar por
varias puertas cerradas), sólo quedaban once zombis. Fueron derribados con una descarga de artillería (incluyendo algún
tiro fortuito en la cabeza). Se estimó que habían muerto veinte humanos. Los
zombis asesinados fueron treinta y nueve. Los siete que faltaban se creyó que
habían caído al agua y la corriente los había arrastrado.
Las noticias calificaron este incidente de intento de robo. El
gobierno no hizo declaraciones, ni una sola. La dirección del astillero, la
policía de San Pedro (incluso la compañía de seguridad privada que perdió a
ocho de sus guardas) permanecieron en silencio. La tripulación del Mare Caribe,
su capitán e incluso la propia compañía negaron saber lo que había en el
contenedor, que también desapareció misteriosamente. Casualmente, el puerto se
incendió el día siguiente al ataque. Lo que hace tan increíble este
encubrimiento es que San Pedro es un puerto grande, activo, situado en una de
las zonas más pobladas de Estados Unidos. Resulta verdaderamente asombroso cómo
el gobierno fue capaz de ocultar casi todas las fuentes de información. Todas
las partes implicadas en esta historia califican las fotos y la declaración de
Goodwin de patraña. La despidieron apelando incompetencia psicológica.
ABR. 1994 D. C, BAHÍA DE SANTA MÓNICA, CALIFORNIA
Tres residentes de Palos Verdes, Jim Hwang, Anthony Cho y Michael
Kim, contaron a la policía que les habían atacado mientras pescaban en la
bahía. Los tres hombres juraban que Hwang estaba pescando en la zona profunda
cuando el sedal enganchó una presa grande y extremadamente pesada. Lo que llegó
a la superficie fue un hombre, desnudo, quemado, parcialmente descompuesto y
aún vivo. El hombre atacó a los tres pescadores, agarrando a Hwang e intentando
morderle en el cuello. Cho empujó a su amigo y Kim le destrozó la cara a la
criatura con un remo. El atacante se hundió bajo la superficie mientras que los
tres pescadores se dirigían a la orilla. El Departamento de Policía de Palos
Verdes realizó inmediatamente a los tres las pruebas de alcoholemia y
sustancias estupefacientes (todas las pruebas dieron negativo), les interrogaron
durante toda la noche y los liberaron a la mañana siguiente. El caso aún está
siendo oficialmente «investigado». Dado el momento y el lugar del ataque, es
lógico suponer que la criatura fuera uno de los zombis del brote original de
San Pedro.
Este extracto ha sido tomado de un informe realizado por el
lugarteniente Tagore de las Fuerzas de Seguridad de la Frontera: El sujeto se
aproximó con un tambaleo lento, como si estuviera enfermo o intoxicado. [A
través de los prismáticos] pude observar que llevaba el uniforme de los
soldados pakistaníes, algo extraño ya que ninguno de ellos opera en esta zona.
Cuando estaba a trescientos metros le ordenamos que parara y se identificara.
No accedió. Le dimos un segundo aviso. Siguió sin dar respuesta. Parecía gemir
de forma incoherente. Con el sonido de nuestras llamadas aceleró el paso
ligeramente. A doscientos metros de nosotros activó la primera mina, una mina
saltadora estadounidense. Observamos cómo recibía heridas de metralla en la
zona superior y anterior del torso. Tropezó, se cayó de boca y luego volvió a
ponerse de pie y continuó avanzando. [ .. .] Deduje que llevaría algún tipo de
armadura. [ ...] Ocurrió de nuevo lo mismo a ciento cincuenta metros. Esta vez
la metralla le arrancó la mandíbula. [ ...] A esa distancia pude observar que
la herida, no sangraba. [ ...]El viento soplaba en nuestra dirección. [ ...]
Notamos un olor pútrido que provenía del sujeto, parecido al olor de la carne
al descomponerse. A cien metros ordené al soldado Tilak [un francotirador del
pelotón] que matara al sujeto. Tilak realizó un disparo directo a la frente del
sujeto. El sujeto cayó inmediatamente. No volvió a levantarse, ni a hacer
ningún tipo de movimiento. Los informes posteriores documentan la recuperación
del cuerpo y su autopsia en el hospital militar en Sri Nacar. Poco después el
cuerpo fue retirado por la Guardia de Seguridad Nacional. Tras aquello no se ha
revelado más información en relación a aquel descubrimiento.
1998 D. C, ZABROVST, SIBERIA
Jacob Tailor, un aclamado realizador de documentales de la
Canadian Broadcast Company, llegó al pequeño pueblo siberiano de Zabrovst con
la intención de fotografiar el cadáver de un tigre dientes de sable intacto y potencialmente
clonable. También habían encontrado el cuerpo de un hombre de casi treinta
años, cuya vestimenta encajaba con la de un cosaco del siglo dieciséis. La
filmación debía tener lugar en julio, pero Tailor se anticipó y llegó con un
equipo en febrero para familiarizarse con la zona y sus compañeros. Tailor creía
que el cadáver humano sólo aparecería unos segundos en la película, pero pidió
que lo guardaran junto al tigre hasta que regresara. Tailor y su equipo
regresaron a Toronto para un merecido descanso. El 14 de junio algunos miembros
del equipo de Tailor volvieron a Zabrovst para preparar a los dos sujetos
congelados y la excavación para la filmación. Fue la última vez que se supo de
ellos. Cuando Tailor llegó en helicóptero con el resto del equipo de la
película el 1 de julio, encontró que los doce edificios del lugar estaban
desiertos. Había signos de violencia y de haber forzado la entrada, incluyendo ventanas
rotas, muebles volcados y sangre y pedazos de carne en las paredes y el suelo.
Un grito hizo que Tailor volviera al helicóptero. Encontró un grupo de treinta
y seis gules, incluyendo a habitantes del pueblo y los miembros desaparecidos
de su equipo, comiéndose a los pilotos. Tailor no entendía lo que estaba
viendo, pero sí comprendió que debía correr para salvar su vida.
La situación parecía desalentadora. Tailor y su cámara, el técnico
de sonido y el investigador de campo no tenían armas, ni provisiones y se
encontraban en mitad del erial siberiano y sin ningún sitio a donde ir a pedir ayuda.
Se refugiaron en una granja de dos plantas que había en el pueblo. En lugar de
entablar las puertas y las ventanas, Tailor decidió destruir las dos escaleras.
Almacenaron en la segunda planta toda la comida que pudieron encontrar y
llenaron los cubos de agua en el pozo. Utilizaron un hacha, un mazo y varias herramientas
pequeñas para destruir la primera escalera. La llegada de los zombis les
impidió destruir la segunda. Tailor actuó con rapidez, cogiendo las puertas de
las habitaciones de la segunda planta y colocándolas en la segunda escalera.
Esto creó una rampa que impidió a los zombis que iban acercándose poder subir.
Uno a uno intentaban subir la rampa y eran empujados abajo por el equipo de Tailor.
Esta batalla de baja intensidad duró dos días, la mitad del grupo mantenía a
raya a los atacantes mientras la otra mitad dormía (con algodón en los oídos
para amortiguar el sonido de los gemidos).
El tercer día, un accidente extraño le dio a Tailor la idea para
su salvación final. Como temían que los gules les agarraran las piernas si los
pateaban rampa abajo, recurrieron a empujar a los zombis con una escoba de madera
de mango largo. El mango de la escoba, muy débil debido al uso, acabó
rompiéndose cuando uno de los depravados atacantes lo agarró. Tailor se las
arregló para echar hacia abajo al zombi y observó con sorpresa que la punta
rota y puntiaguda del mango, que aún estaba en la mano del monstruo, se le
clavó en la cuenca del ojo a otro gul. Tailor no sólo consiguió matar sin
querer al primer zombi, sino que también se dio cuenta de la forma correcta de
deshacerse de ellos. Entonces, en lugar de intentar tirar a los atacantes por
la rampa, el equipo de filmación los incitaba de forma agresiva a que subieran.
El que se acercaba lo suficiente para atacar recibía un golpe devastador en la
cabeza con el hacha del equipo. Cuando perdieron este arma (se le atascó a un
zombi muerto en el cráneo), lo intentaron con el mazo. Cuando se rompió el
mango, recurrieron a un desencofrador. La batalla duró siete horas, pero al
final los cineastas canadienses, exhaustos, habían matado a todos los
atacantes.
Desde ese día, el gobierno ruso no ha dado una explicación oficial
de lo que ocurrió en Zabrovst. A cualquier oficial que se le pregunte explica
que lo están «investigando». Sin embargo, en un país con tantos problemas sociales,
económicos, políticos, medioambientales y militares como es la Federación Rusa,
hay poco interés por la muerte de unos pocos extranjeros y algunos siberianos
atrasados.
Tailor, increíblemente, dejó grabando las dos cámaras durante el
incidente. El resultado son cuarenta y dos horas del metraje más excitante
jamás grabado, vídeo digital con el que la Película Lawson no puede compararse.
Tailor ha tratado durante los últimos años de presentar al menos una parte de
este metraje al gran público. Todos los expertos internacionales que han visto
el vídeo dicen que se trata de una patraña rodada por un experto. Tailor ha
perdido toda la credibilidad en una industria que una vez lo aclamó como uno de
los mejores. Ahora está en proceso de divorcio y tiene varios litigios
pendientes.
2001 D. C, SIDI-MOUSSA, MARRUECOS
La única prueba de un ataque proviene de un pequeño artículo de la
contraportada de un periódico francés: Brote de histeria colectiva en un pueblo
de pescadores marroquí. Las fuentes confirman que una condición neurológica que
antes se desconocía ha afectado a cinco residentes, provocando que atacaran a
sus parientes y amigos en un intento por comerse su carne. Actuando según las
costumbres locales, los afectados fueron atados con cuerdas y pesas, los
llevaron al mar y los lanzaron al agua. Queda pendiente la investigación por
parte del gobierno. Los cargos que se les imputan van del asesinato al
homicidio por negligencia.
No se materializó un juicio por parte del gobierno y no
aparecieron informes posteriores.
2002 D, C, ST. THOMAS, ISLAS VIRGINIA EN EEUU
Un zombi (hinchado, empapado, con la piel a tiras) llegó a la
orilla de la costa noreste de la isla. Los habitantes locales no estaban
seguros sobre qué hacer; guardaron las distancias y llamaron a las autoridades.
El zombi se levantó a trompicones en la playa y comenzó a perseguir a los
curiosos. Aunque la curiosidad hacía que se mantuvieran cerca de él, la
multitud iba alejándose conforme el gul se aproximaba. Dos miembros de la
policía de St. Thomas llegaron y ordenaron al sospechoso que parara. Como no
obedeció, dispararon una vez como aviso. El zombi no dio respuesta alguna. Uno
de los oficiales le disparó dos veces en el pecho, sin producir ningún efecto.
Antes de que volvieran a descargar munición sobre él, un niño de seis años,
emocionado por los acontecimientos y sin darse cuenta del peligro, corrió hacia
el zombi y comenzó a pincharle con un palo. El muerto andante agarró
inmediatamente al niño e intentó levantarlo para acercárselo a la boca. Los dos
oficiales corrieron hacia él e intentaron sacar al niño de las garras del
zombi. En aquel momento, Jeremiah Dewitt, un inmigrante recién llegado de la
isla de Dominica, se adelantó entre la multitud, agarró el brazo de uno de los
oficiales y disparó a la cabeza del zombi. Dewitt quedó absuelto de todos los
cargos en un proceso criminal, al considerarse que actuó en defensa propia. Las
fotografías delcadáver del zombi demostraron, aunque estuviera muy
descompuesto, que era de ascendencia norteafricana o de Oriente Medio. La ropa
andrajosa y la cuerda demostraron de forma convincente que la criatura era una
de las que lanzaron al mar desde la costa de Marruecos. En teoría, sería
posible que un espécimen no muerto viajara con las corrientes a través del
Atlántico, aunque es el único caso que se ha registrado. En uno de los más
extraños giros en el encubrimiento y la supresión de los brotes, este caso ha
alcanzado el estatus de celebridad. Como con el Bigfoot en el noroeste del
Pacífico o el monstruo del Lago Ness en Escocia, los turistas pueden comprar
fotografías del «zombi de St. Thomas», camisetas, figuras, relojes de pared.
Y bien, que les ha parecido, muy interesante no?
De todos estos datos, podemos destacar tres cosas:
1.- Los zombies son tan antiguos como la humanidad misma.
2.- A lo largo de los años se ha tratado de estudiarlos, se ha recopilado información sobre ellos y como eliminarlos.
3.- La censura de los gobiernos en turno ha hecho que fluya muy poco la información y actualmente estemos indefensos ante ellos
Pues bien, ha sido un honor compartir con ustedes salvajes esta información, así que la próxima vez que sepáis de algún asesinato en circunstancias misteriosas, empezad a juntar provisiones, afilad vuestro machete y apuntalar puertas y ventanas quizá sea una buena idea.
Nos vemos en la próxima entrada, bueno si es que todavía seguimos por aquí. Oh! ahí están esas voces otra vez...
Stay Tunned.
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