lunes, noviembre 30, 2015

Porfirio Diaz el heroe olvidado, Capitulo VIII

ATAQUE AL CONVENTO DE LA CONCEPCION.
27 DE DE ABRIL DE 1860.

Durante el sitio de Oaxaca el General Rosas Landa, ordenó al Teniente Coronel Díaz, asaltar el Convento de la Concepción, como este era un punto muy dominante, lo mismo de la plaza que de la línea de operación de los nuestros, el enemigo comprendía que una vez tomado este edificio estaba tomada la plaza y por esa razón lo tenia muy bien defendido, sin embargo, recibió ordenes de atacarlo y era preciso cumplirla.

En el ejército sitiador no tenían ingenieros y funcionaba como tal el Teniente Coronel Luévanos que era de los oficiales que habían llegado de Veracruz con el General Rosas Landa.  La razón que Luévanos tenía para ocuparse de los trabajos de minas, sin ser ingeniero, era que las había hecho en Guadalajara bajo la dirección de Ingenieros, según se lo explicaron el General Rosas y el mismo Luévanos.

 Luévanos colocó tres minas sobre el convento de la Concepción, una en cada una de las esquinas noroeste y sudoeste del edificio que es cuadrangular y otra en el centro de ese lado del convento que ve al occidente, comprendido entre esas dos esquinas. La explosión de las minas debía abrir brecha por donde verificar el asalto, pero las minas estallaron  y no fue abierta brecha alguna, sino que desfogaron por las calles levantando las banquetas y despidiendo las losas hacía éllos a larga distancia.  No habriéndose brecha, no fue posible el asalto, al ver este desastre el General Rosas, le pidió al Coronel Díaz quemar una puerta que tenía el convento frente a éllos, así lo hizo y cuando la puerta desapareció resultó que tenía una mampostería por dentro, entonces le ordenó el General en Jefe que destruyera esa tapia, no a cañonazos, sino con obras de zapa y penetrara por allí; y como la calle estaba enfilada por la trinchera del enemigo que le servía para ligar la manzana del Colegio de Niñas con la de San Felipe. Con mucho peligro y pérdida de algunos hombres, puso una pequeña trinchera que defendiera su flanco izquierdo, por donde le atacaba la trinchera del enemigo con artilleria y fusilería; y para defenderse de los proyectiles de la altura del convento, desarmó una mesa de billar que había en la manzana horadada, y bajo los fuegos del enemigo sacó el tablón de la mesa para recargarlo sobre el muro de la concepción y proteger así a los trabajadores, de los proyectiles de la altura, formandoles una cobacha con la mesa de billar. Se comprende desde luego, que cada operacion de estas costaba muchas vidas  y obligaba a afrontar muchos peligros,  No fue posible, a pesar de todo este esfuerzo, hacer el asalto tal como lo había ordenado el General Rosas Landa, porque luego que una de las barretas pasaba al otro lado del muro, salia la boca de un fusil por la perforación, y aunque ésta llegó a agrandarse a barretazos y palazos el ataque fue imposible.


El General Rosas Landa le previno también que añadiera  las escaleras del alumbrado hasta que alcanzara la coronación del edificio y por ahí subieran los soldados, cosa que tampoco fue practicable, no obstante de que se intentó a mucha costa.  Por último, desistió Landa Rosas de esta operación, después de muchos ensayos muy peligrosos y que costaron muchas pérdidas humanas.

EL GENERAL ROSAS LANDA, DECIDE LEVANTAR EL SITIO.
8 DE MAYO DE 1860.

Cuando el General Rosas Landa, tuvo noticias de que se acercaba la columna enemiga en auxilio de la plaza, citó a una junta de Jefes y Oficiales, en la que propuso la retirada a la Sierra,  los jefes de fuera del Estado estuvieron de acuerdo con ese movimiento, pero el Teniente  Coronel Díaz, apoyado por los Jefes oaxaqueños, protestaron decidamente y propusieron que la División marchara  desde luego al encuentro de las fuerzas enemigas, manifestando que si lo derrotaban esa victoria les abriría las puertas de la Ciudad y que si eran derrotados  entonces sería el tiempo de tomar el camino de la sierra para organizar de nuevo la campaña. Pero el General se opuso tercamente a esta sugerencia y pasaron dos o tres días en agrías discusiones, dando esto por resultado que se hiciera tarde para salir al encuentro del enemigo y que no les quedara otra opcion que retirarse a la sierra, lo cual desagrado tanto a los Jefes Oaxaqueños, que si el General Rosas Landa permanece más entre éllos tal vez hubiera sufrido alguna violencia.

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sábado, noviembre 28, 2015

Porfirio Diaz, el heroe olvidado. Capitulo VII

MITLA.
21 DE ENERO DE 1860.


Luego que regresó a Juchitán de Tehuantepec, El Teniente Coronel Porfirio Díaz, se ocupó de organizar una columna con que debía ayudar al Gobierno del Estado a recobrar la Capital, que había perdido replegandose a Ixtlán, aumentó, instruyó y uniformó al Batallón Independencia tanto como era posible en tan poco tiempo y recibió del Gobernador de Chiapas, por orden de Don Benito Juárez que aun permanecía en Veracruz, una fuerza como de 70 hombres, mandada por el Coronel Nicolás Ruíz y el Teniente Coronel José María Vela, que agregó a los restos de sus compañías de cazadores y granaderos de su cuerpo, que a esa fecha apenas pasaban de 100 hombres entre las dos.


Salió de Tehuantepec, con dirección a Oaxaca, el 5 de enero de 1860. siguiendo el Camino Nacional hasta San Carlos Yautepec, distante como 35 leguas de Oaxaca, y de allí marchó hacía la derecha del camino por la cañada de Narro hasta San Lorenzo Alvarradas, para evitar que el enemigo tuviera noticias de su movimiento y para acercarse más a las fuerzas del Gobierno del Estado que debía venir a Tlacolula, a proteger su marcha e incorporarse allí.

El 20 de enero pernoctó en el monte, cerca de la población de San Lorenzo Alvarradas.  Al siguiente día, cuando emprendia su marcha para Tlacolula, notó algunos síntomas de insubordinación entre los juchitecos, y a pocos momentos el Teniente Coronel Cosme Damian Gomez, que por enfermedad del Teniente Coronel Pedro Gallegos, mandaba ese batallón, le comunicó lo que los juchitecos le dijeron, que ya habían cumplido con acompañarlo hasta cerca de Oaxaca, que era su objeto; que ya no tenía peligro; que no querían alejarse más de su pueblo, y que se proponian regresar a Juchitán.  Como esto constituia una rebelión al frente del enemigo, formó las Compañías de su batallón frente a los insurrectos, mandó a éstos terciar armas y habiendo quedado impasible todo el batallón de Juchitán y pareciéndole prudente no tomar la cuestión de una manera colectiva, se dirigió particularmente al sargento que cerraba su costado derecho y despues de darle algunos golpes lo mandó parar en la fila y le ordenó terciar. Obedeció la orden y entonces la dió a todo el batallón y fue también obedecida por todos.  La corta distancia a que se encontraba el enemigo, así como la consideración de que eran Guardias Nacionales, indisciplinados y casi rogados, no le permitió proceder con la energía debida en ese caso.

Colocó a la vanguardia la fuerza de Chiapas, en el centro a los juchitecos sublevados. y a la retaguardia a las compañías de su Batallón, dandoles ordenes a los soldados de ésta, en alta voz de modo que los juchitecos la entendieran de pasar por las armas sin más consulta a todo soldado que se atrasara en la marcha. En estas condiciones y como una hora despues de ocurrido este suceso, fue atacado de improviso por el Regimiento de Guías de Caballería que mandaba el Teniente Coronel Antonio Vidal Canalizo, el cual formaba la vanguardia de la columna de Marcelino Cobos, compuesta de 1,300 hombres, que venía de Tlacolula a batirlo, José María y Marcelino Cobos habían ocupado a Tlacolula antes de que llegara la fuerza de la sierra y el segundo había salido a encontrarlo. Recibio el primer ataque del Regimiento de Guías que pudo rechazar, quedando muertos el Teniente Coronel Canalizo y el Capitán Miguel Monterrubio, así como algunos soldados y caballos. Ocupó en seguida una colina frente a la hacienda de Xagá, cercana al pueblo de Mitla.

Derrotado el Regimiento de Guías, retrocedió hasta ser protegido por su infantería y artillería; y cuando se encontraron emprendieron formal ataque hasta ocupar la colina que  defendia la fuerza republicana y que habia dejado un tanto débil, tratando de detener a viva fuerza a los juchitecos que huyeron en esos momentos a la vista del enemigo.  Sin embargo, como los restos de granaderos y cazadores quedaban en buen estado de ánimo y muy mortificados por la conducta de los juchitecos, haciéndo un esfuerzo supremo, pudieron recuperar la colina, dejando Cobos dos obuses de montaña que constituía toda su artillería. pero los republicanos no pudieron conservar esa posición ni los obuses capturados, por ser muy reducido el número  de soldados que  había quedado y que en ese momento no llegaría a 80 hombres, pues al huir los juchitecos, se habían ido también varios de los chiapanecos y hasta algunos soldados de su Batallón, además de las muchas bajas que había tenido por muertos y heridos

Tampoco pudo llevarse los obuses pues los capturó sin mulas, y por este motivo el enemigo los recobró.  Cuando emprendió nuevo ataque en alta fuerza y no teniéndo ya elementos bastantes para resistirlo, se determinó abandonar la colina, inutilizando previamente los cañones que había tomado al enemigo.  Esta fue la primera vez que conoció la derrota en su carrera el genio militar Teniente Coronel Porfirio Díaz, que por supuesto le mortificó mucho, pero todos sabemos que en la guerra se pierde o se gana y a él despues de tantas victorias le tocó en esta ocasión perder.


SEGUNDO  SITIO DE OAXACA
DEL 1o. DE FEBRERO AL 11 DE MAYO DE 1860.


Despues de la acción de Mitla el Teniente Coronel Porfirio Díaz siguió el camino para la sierra, para incorporarse con la columna procedente de Ixtlan que debía esperarlo en Tlacolula, pero al estar ya ocupado dicho pueblo por Cobos, suspendieron la marcha.  Al día siguiente 23 de enero de 1860, se incorporó Marcelino a Cobos, no esperaron que el Gral. Don José María Díaz Ordaz, bajara a batirlos al valle sino que éllos fueron a batirlo al pie de la sierra y tuvo lugar la acción en Santo Domíngo del Valle, en el que Cobos fue completamene derrotado y mortalmente herido el General Díaz Ordaz, falleciendo al día siguiente.

Incorporado ya a las fuerzas del Coronel Salinas, el 26 de enero de 1860, el Teniente Coronel Díaz le aconsejó sitiar a Oaxaca, entrando por San Felipe del Agua, para tomar el cerro de la soledad, el Coronel aceptó la indicación y marcharon sobre Oaxaca, a la vista de la caballería del enemigo, este los atacó en varias ocasiones pero lo rechazaron y siguieron su marcha, llegaron a San Felipe el 10 de febrero de 1860, el enemigo se defendíó en el Fortín, pero se lo tomaron el 2 de febrero  y comenzaron a sitiar  la Ciudad,  no pudieron sitiarla completamente por falta de elementos, pero hicieron un semi círculo y el sitio duró del 1o. de febrero al 11 de mayo de 1860.
El 9 de marzo siguiente estando en el Fortín de la Soledad y cerros inmediatos, los conservadores hicieron una salida por el barrio de China y ocupó parte del marquesado, como rodeando la posición de los nuestros, por lo que las fuerzas del gobierno  hicieron un ataque vigoroso para desalojarlo de allí y obligarlo a volver al perimetro de la ciudad, este enfrentamiento les costó la vida de muchos soldados para ámbos bandos.

Al poco tiempo de que el Teniente Coronel Díaz, se incorporó a las Fuerzas del Coronel Salinas, ocurrió un episodio que quizás influyó a que no se llevara a buen término la misión, resulta que surgió una rivalidad entre Don Marcos Pérez, quien fue nombrado Gobernador Interino de Oaxaca, a la muerte del General Díaz Ordaz y el Coronel Salinas, a quien algunos de sus partidarios consideraban que le correspondia a él ocupar dicho puesto.  Don Marcos Pérez, envió  instrucciones al Coronel Díaz, dandole el mando de la fuerza, y que  arrestara a Salinas, y lo mandara  preso a Ixtlan. Como era de esperarse de todo un caballero y un hombre de bien como era el Coronel Díaz, y considerando que una acción de esta naturaleza dividiría a los caudillos liberales, le rogó a Don Marcos Pérez, que desistiera de esta orden. Lo anterior llegó a conocimiento del Presidente Don Benito Juárez, quien estuvo de acuerdo con el buen juicio de Porfirio, y para evitar rencillas nombró a un nuevo Jefe, el General Don Vicente Rosas Landa, quien se encargó del mando el 12 de febrero de 1860.

Mientras esto pasaba, seguian ocupando las alturas inmediatas a la Ciudad y el Coronel Díaz se preparaba para un asalto con su fuerza e inspiraciones,  pero el General Rosas Landa, acostumbrado a mandar soldados más disciplinados y mejores elementos de los que tenian ahí, (que habían ganado muchas batallas a base de injundia, pero no eran instruidos)  no permitió el asalto diciendo que era muy peligroso. Así es que mientras llegaban los refuerzos de Veracruz, sólo permitió durante 3 meses los tiroteos al enemigo, lo que no dió ningún resultado definitivo para ninguno de los beligerantes.

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ATAQUE AL CONVENTO DE LA CONCEPCION.

lunes, noviembre 16, 2015

Porfirio Diaz, el heroe olvidado. Capitulo VI

TEHUANTEPEC
CONDUCCION DEL ARMAMENTO DE MINATITLAN A LA VENTOSA,
SANTA MARIA AREU
25 DE NOVIEMBRE DE 1859.

A fines del año 1859, el médico cirujano de un buque de guerra de los Estados Unidos que llegó a la Ventosa, le extrajo a Porfirio Díaz la bala que le hirió en la acción de Ixcapa.  El mismo día de esa operación recibió pliegos del Gobierno Federal, residente en Veracruz y los cuales había conducido el Comandante de Escuadrón Don Mariano Viaña, en que se le prevenía que escoltara y condujera desde Minatitlán hasta el Puerto de la Ventosa, un armamento de 8,000 mil fusiles, algunas carabinas y sables, muchas municiones labradas, 2,000 barriles de pólvora  a granel y muchos quintales de plomo en lingotes; consignados todo al General Juan Alvarez,  y de cuyo convoy era sobre cargo el General Don José María Pérez Hernández.


Al día siguiente  el Teniente Coronel Porfirio Díaz, valiente como el que más se levantó de la cama, montó en su caballo y se puso en marcha, pues la urgencia del servicio no le permitió esperar el restablecimiento de la herida que había sufrido el día anterior, con motivo de la extracción de la bala, y un día más de detención habría ocasionado la pérdida del cargamento.

El Gobierno reaccionario tuvo noticias del envío de esas armas y mandó fuerzas de Orizaba y Córdoba con orden de interceptarlas, los sublevados de Tehuantepec también se movieron con el propósito de asaltar el convoy, el Teniente Coronel Díaz tuvo noticias de esos movimientos y una vez que llegó a río de la Puerta, se alarmó al ver que no había más vías que las fluviales, y que a la sazón no se encontraba en ese lugar más que una canoa, resolvió dejar allí a sus fuerzas a las órdenes de los Capitanes Omaña y Castañeda y entró a la canoa acompañado del Teniente Coronel  Pedro Gallegos y dos asistentes, sin ningún boga y sin que ninguno de éllos supiera remar.  Llevados por la corriente que en el río de la Puerta es fuerte, y evadiendo las rocas para no estrellarse en ellas, llegaron al río Coatzacoalcos y despues de tantas dificultadas y de haberse destrozado las manos haciendo el trabajo de remeros, llegaron a Súchil donde por fortuna estaba un americano, Mr. Wolf, Capitán de un vapor, que tenía necesidad de ir a Minatitlán. Lo comprometieron a que les sirviera de patrón, y entonces adiestrándolos en el trabajo de bogas pudieron llegar a Minatitlán en el momento en que la columna procedente de Orizaba se encontraba a diez leguas de aquella ciudad, y la goleta que conducia las municiones y pólvora estaba fondeada a medio río, y se esperaba al día siguiente el vapor Habana que conducía todo el material  que no era inflamable. Engañando al Jefe Político Militar de Minatitlán, que lo era el Teniente Coronel Don Francisco Zérega, lo mismo que al Administrador de la Aduana, Don Francisco Soto y teniendo sólo por confidente al Contador Don Francisco Mejía (aquí encontramos al Trío de los Panchos), que merecía toda su confianza y la del Gobierno, y quien fue despues Secretario de Hacienda bajo la Administración del Sr. Lerdo de Tejada, hizo preparar cuarteles y comestibles para su fuerza, que suponía en número exagerado y que dijo venía en 15 canoas que debían llegar un poco despues, procedentes de la Puerta, Sostuvo esta situación toda la noche y parte del día siguiente, mientras duró el trasborde de la goleta al vapor de río Súchil, de poco calado, que podía subir el río, y que en esos momentos le prestó  la compañía Luisiana de Tehuantepec.

Con ese vapor hizo su primer viaje a Súchil, a donde habían llegado ya sus soldados, habriéndose paso a machete entre los bejucales  y pantanos de la ribera.  Puso su tropa a bordo, fue a Minatitlán donde cargó de nuevo al Súchil con el cargamento del vapor Habana, y de este modo se salvó del golpe con que lo amenazaba la fuerza procedente de Orizaba.

En el Súchil había mandado a preparar 1000 mulas procedentes de San Juan Guichicovi y otros pueblos pertenecientes al Departamento de Tehuantepec, y que eran amigos suyos; pero las mulas de los indios no obstante que diariamente hacen uso de ellas, no tenían aparejos, sino dos pequeños bultos de zacate que les ponían en el lomo, lo cual hacía dificil cargarlas con cajas de 20 fusiles en que habían sido empacados para el viaje marítimo..  Entonces con madera y clavos facilitados por la Compañía Luisiana de Tehuantepec, con las tablas y cepos de las cajas en que habían venido las armas y con los carpinteros que había entre sus soldados, y él que no había olvidado su oficio de carpintero que alguna vez tuvo se pusieron a hacer nuevas cajas de diez fusiles.  Durante toda esta operación,  su tropa tenía por todo alimento la presca que podía hacer y que allí es muy abundante; plátanos, piñas silvestres y algo de caza.  Emprendió por fin la marcha con su convoy del Súchil a Tehuantepec, haciéndo jornadas muy cortas, por los tiroteos que sostenía diariamente con el enemigo y las precauciones que era necesario tomar en tan penoso viaje, hasta llegar al llano de Sabaria a donde ya las autoridades de Tehuantepec le habían situado más de 200 carretas tiradas por bueyes, que hacían más cómodo y defendible el convoy, y la Compañía Luisiana de Tehuantepec le facilitó  20 de sus guayines que ocupó como carros,  Así llegó sin novedad a Tehuantepec y sin ser ya molestado por el enemigo.  Despidió las carretas y devolvió los guayines que ocupaba diariamente la Compañía en su servicio.

Entre tando habían ocurrido sucesos trascedentales en el Estado de Oaxaca, creyendo el Gobierno de Veracruz que no había en Oaxaca Jefes organizadores, y con motivo de desensiones entre los jefes militares y caudillos civiles, el Sr. Juárez mandó al General Francisco Iniestra, a organizar una brigada que saliera a la meseta central a hacer la campaña contra los reaccionarios.  El General Iniestra  salió de Oaxaca para Tehuacán, con una fuerza de 2000 hombres bien armados, pero por quejas en su contra de sus Jefes y Oficiales se le reveló con el Coronel Ignacio Mejía, quien encontró a Iniestra en Tecomavaca, donde siguió con la fuerza  hasta Tehuacán, en donde debían incorporársele los Generales Alatriste y Carvajal. Como no aparecieron éstos se retiró el Coronel Mejía a Teotitlán, en donde fue derrotado por completo el 30 de octubre de 1859 por las fuerzas reaccionarias a las órdenes de los Generales Vicente Miñón y Don José María Cobos.

Cobos ocupó por segunda vez a Oaxaca y el Gobierno Liberal del Estado se retiró de nuevo a la Sierra de Ixtlán. Luego que Cobos se posesionó de Oaxaca envío una columna sobre Tehuantepec, a las órdenes del General Alarcon.

El Teniente Coronel Díaz, ignoraba lo que había ocurriéndo, muy poco despues de haber llegado las armas a Tehuantepec, estaba indicada su marcha defensiva hacia Juchitán; pero no podía improvisar medios de transporte, pues apenas podía reunir en la ciudad de Tehuantepec de 50 a 60 carretas. Pidió por extraordinario a Juchitán todas las carretas disponibles y fuerzas que le ayudaran a defender el convoy; y mientras llegaba ese auxilio, comenzó a acarrear todo su convoy con las pocas carretas que tenía, hasta el barrio amigo de San Blas en los suburbios de Tehuantepec y en camino para Juchitán y estableció su defensa en su nuevo campamento lo mismo que la del cuartel en Tehuantepec.

Al día siguiente recibió en auxilio cerca de 200 carretas, con las que pudo llevar todo su convoy hasta Juchitán y se internó por el monte hasta las más espesas arboledas, tapandola enseguida con nueva tala de arboles, cuya remoción demandaba mucho tiempo y trabajo.

Se dedicó despues a organizar un batallón de juchitecos y le dió por nombre Batallón Independencia.

El enemigo no ocupó a Tehuantepec porque se decía que el Teniente Coronel Porfirio Díaz, había minado el convento, lo cual le habría sido fácil por disponer de gran cantidad de pólvora; pero no era tanto ese temor, como el propósito de dejar el río de aquella población interpuesto entre él y la tropa republicana, la cual permaneció en los barrios de Santa María Areu y Santa María Tagolaba.  El Teniente Coronel Díaz emprendió la marcha hacia el Puerto de Ventosa, por el camino llamado del Monte Grande, por donde podía llegar a Tehuantepec sin descubrir su dirección, aunque haciendo mucho rodeo, y sin dar lugar, por medio de este ardid, a que los juchitecos se embriagaran y cometieran desordenes, pues no se encontraba ninguna bebida alcoholica en el monte.

Marchó en esa dirección hasta cortar el camino que conduce a Tehuantepec y la Ventosa y por el siguió su marcha hacia aquella población. El río, que estaba crecido, dificultaba el paso, para Tehuantepec, y para que el enemigo estuviera entretenido y no pudiera sentir la maniobra que se ejecutaba por su retaguardia, había situado a su frente, río de por medio, en un lugar que se llama Portillo de San Blas, una fuerza de gente de San Blas que tirotease durante toda la noche,  víspera del asalto, y llamara su atención por ese lado.

En la madrugada del 25 de noviembre de 1859, llegó a la primera avanzada del enemigo, en el camino para la Ventosa.  Cuando descubrió la fogata de la avanzada, dejó su caballo en el camino con la columna y acompañado de cuatro oficiales notables por su audacia, se internaron a pie y sigilosamente, por un sembrado de maíz que los cubría bien, hasta llegar donde estaban los hombres que formaban la avanzada o puesto de vigilancia, a quienes sorprendieron por completo, sin disparar un solo tiro,y sin que se pusiera a salvo ni un solo hombre de los que la servían. Si hubiera sonado un solo tiro no hubiera sido posible el éxito del asalto.

Estaba tan confiado el enemigo, de que en caso de atacarlo, vendrían por el camino directo de Tehuantepec a Juchitán que tenía el una avanzada con una fuerte patrulla de caballería, a más de tres leguas de Tehuantepec; es decir su avanzada se encontraba más cerca de Juchitán que de aquel punto, pues llegaba hasta la Laguna de las Ciruelas que le servía de defensa. El núcleo principal de su infantería, estaba en una casa situada frente a la plaza, perteneciente a Gregorio Reina, y estaba convertida en cuartel; otra fuerza considerable ocupaba el cerro de la Cueva y otra en el cerro de Tagolaba, que estaba situada en el barrio de ese nombre. Formó una columna que debía atacar el cerro de Tagolaba, a las ordenes del Capitán Francisco Cortés, otra que atacara el cerro de la Cueva a las órdenes del Teniente Coronel Gallegos y el Teniente Coronel Díaz se quedo con la fuerza suficiente para atacar personalmente el cuartel de la plaza. Las columnas asaltantes de los cerros debían moverse cuando escucharan los primeros tiros de su asalto, que debia verificarse al tocar diana el enemigo. Situó su columna a pocos metros de la plaza, y movió las otras dos a sus respectivos destinos, en  espera de la señal convenida.

Al amanecer tocó el enemigo llamada de banda, primero dentro del cuartel y repitió  despues este toque en la plaza y cuando la banda formada frente a la puerta del cuartel comenzaba a tocar diana, salió el Teniente Coronel Díaz con su columna rápidamente por una de las bocacalles que parten de la plaza y entró al cuartel antes de que la banda pudiera replegarse y dar aviso de lo que ocurría en el exterior.

La sorpresa fue tan completa que tropezaron con la guardia acostada en el zaguán, y de la misma manera sorprendieron  en seguida a las cuadras.  Despues de un fuego que no duraría media hora, el Cuartel ya era suyo, y aun pudo proteger a la columna del Capitán Cortez que descendía ya del cerro, por haber sido gravemente herido su Jefe, y mandó proteger al Teniente Coronel Gallegos que consumaba la ocupación del cerro de la cueva.

Ocupadas todas las posiciones del enemigo, y cuando parecía que ya no había con quien combatir, llegó el Coronel Trujeque que había salido con su cuerpo de caballería a hacer una especie de descubierta hacía el camino de Tehuantepec a Juchitán, oyó los disparos, pero como no conocía el éxito del combate, fue a meterse a la boca del lobo creyendo que eran los suyos y así causó nuevos y muy vivos fuegos, luego que comprendió su error huyó rumbo a Oaxaca, sin perder más que muertos y heridos, pero ya no fue posible perseguirlo porque los liberales no tenían caballería. El enemigo quedó completamente derrotado, sin embargo de que su fuerza era de más de mil hombres y la del Teniente Coronel Porfirio Díaz apenas llegaba a 370 soldados, incluyendo a los valerosos habitantes de San Blas, que lo tiroteó durante la noche, y que al formalizarse el asalto, cruzaron el río y tomaron parte en el combate.

Una victoria más para el héroe legendario, que despues de combatir fieramente, pasó el río y en los guayines de la compañía Luisiana, condujo a los heridos a Juchitán, por no haber elementos para curarlos en Tehuantepec, pues la ciudad estaba casi desierta. Los juchitecos se habían regresado desde luego a sus pueblos en desorden, y las fuerzas oaxaqueñas se habian dispersado en el camino en busca de alimento;  de manera que poco antes de llegar a ese pueblo apenas le quedaría 40 fieles soldados que admiraban y respetaban a su Jefe; y si Trujeque hubiera  regresado en vez de correr para Oaxaca, con seguridad lo hubiera destrozado.

Antes de salir de Tehuantepec el jefe Díaz le dirigió unas palabras de aliento y agradecimiento a sus soldados, sin imaginar que alguien hubiera tomado nota de su discurso.  Muchos años despues, cuando en 1883 visitó las oficinas del Herald de Nueva York, se le mostró esa elocución impresa en inglés y publicada por dicho periódico de aquella época,

Al tener noticia el Sr. Juárez de la victoria de Santa María Areu, le mandó de Veracruz el despacho de Coronel de Guardia Nacional de Oaxaca, expedido por la Secretaría de Guerra, lo cual era irregular, porque al Gobernador del Estado y no al Presidente le correspondía dar ese empleo.  Dos o tres días despues de esa victoria le avisó el vigilante, que estaba a la vista una goleta, y que según las señales que hacía, era la que debía mandar el General Juan Alvarez, para embarcar el convoy.

Entonces Don Porfirio Díaz, mandó reunir el número de carretas que se necesitaba para transportarlo, y componer el camino que conduce de Juchitán a la Ventosa por la playa, pasando por la hacienda del Zapotal, y marchó para la Ventosa en donde embarcó todo el armamento.  Pocos días despues de su arribo a Tehuantepec con el convoy, el General Pérez Hernández le manifestó que era necesario que fuera a Acapulco para traer la embarcación que debería recibir el armamento en la Ventosa, porque no obstante que ya había avisado al General Alvarez el día de su salida de los Estados Unidos, el tiempo estaba avanzado y el buque no llegaba.  Con este motivo lo embarcó en un pequeño bote, con el Comandante Octaviano Marín que le servía de ayudante y así llegó a Acapulco. No volvió el General Pérez Hernández, y tuvó que mandar las armas con Don José M. Romero, hermano de Don Matias Romero que estaba con él en Tehuantepec.

Proximo capitulo:  MITLA Y SEGUNDO SITIO DE OAXACA.

lunes, noviembre 09, 2015

Porfirio Diaz el Heroe Olvidado, Capitulo V

TEHUANTEPEC, JALAPA Y LAS JICARAS.
25 DE FEBRERO Y 13 DE ABRIL DE 1858.

Cobos y sus oficiales derrotados emprendieron camino para el sur de Oaxaca, llegaron hasta Miahuatlán y de allí se fueron a Tehuantepec, ahí los ayudó un comerciante contrabandista inglés, les proporcionó una buena cantidad de machetes y una fuerte cantidad de pólvora, con la condición de que reorganizara sus tropas y le aconsejó que explotará a los principales comerciantes del lugar.

Reorganizado Cobos, amenazaba seriamente al Gobierno de Oaxaca, el cual se vió obligado a mandar prontamente una columna de 700 hombres  y varios oficiales entre ellos al Comandante Porfirio Díaz, todos bajo las ordenes del Coronel Don Ignacio Mejía, Ministro de Guerra, que fueran en persecución de los insurrectos. Emprendieron la marcha hacia Tehuantepec y al llegar a la hacienda de  "Tapamala", supo el Coronel Mejía que había una avanzada de infantería y caballería en el rancho llamado "Las Vacas", mandó al Capitán Francisco Cortes, con un destacamento que sorprendió al enemigo, llegando por veredas sin ser visto y los destruyó por completo.
Siguieron la marcha y al pasar por la hacienda de San Cristóbal, tuvieron noticias de que el enemigo se movia de Tehuantepec para encontrarse con ellos y en efecto el 25 de febrero de 1858, antes de que llegaran al poblado de Jalapa, comenzaron a ser tiroteados por la avanzada conservadora, pero los nuestros no se acobardaron atacaron vigorosamente a la mayor parte de la tropa que se encontraba en el convento, había también dos montículos cercanos repletos de militares que sumaban como 3,000, la mitad bien armados y la otra mitad con machetes, además tenián cuatro cañones que la Comisión Liberal de Tehuantepec al regresar a Oaxaca no pudieron llevarlos y los dejaron clavados, pero Don José Ma. Cobos, muy vivillo los utilizó y los perdió en esta importante batalla donde la victoria fue para los aguerridos liberales. Pese a toda  la superioridad númerica y al armamento que poseian, no pudieron resistir el empuje y arrojo de la fuerza liberal que aun saboreaban el triunfo obtenido en la Ciudad de Oaxaca, el combate fue muy reñido y sangriento aunque sólo duró más de una hora, hasta que los conservadores fueron totalmente aniquilados.  Como quedaron muchos heridos, nuestros héroes tuvieron que permanecer dos días en Jalapa. Así es como participó en otra batalla el ilustre y valeroso Joven Comandante Porfirio Díaz Mori.

Despues de tres semanas de permanecer en Tehuantepec, en las cuales hicieron algunas salidas en persecución de los fujitivos, sin conseguir atraparlos pues se escondian en los montes o eran protejidos por los mismos habitantes partidarios de los conservadores.
El Coronel Mejía, recibió ordenes de volver con la Brigada a Oaxaca, dejando un destacamento en Tehuantepec, le dijo al Comandate Díaz que se quedara al mando de una guarnición militar, a sabiendas de lo peligroso que era permanecer por estos rumbos con tan pocos hombres, ya que gran cantidad de los derrotados estaban merodeando en los alrededores y en cuanto se fuera el grueso del batallón, ellos quedarían a merced del enemigo,  sin embargo con la decisión y temple de acero que lo caracterizaba acató las disposiciones con disciplina y aseguró que haría todo lo posible para mantener el orden.  Por este motivo fue nombrado Gobernador y Comandante Militar del Departamento de Tehuantepec, contaba solamente con 160 hombres de su Compañía.  Lo previsto se realizó pues  apenas se retiró de Tehuantepec la columna del Coronel Mejía, cuando comenzó a ser tiroteada la guarnición durante el día y la noche. Como al mes y medio de esta situación los sublevados se acercaron a la Ciudad con las intenciones de ponerle sitio y en efecto, el enemigo había establecido su cuartel general en la hacienda "Las Jicaras", al otro lado del río como a 2 kilometros de distancia de la plaza. El Comandante Díaz, que en ese entonces contaba con solo 28 años de edad, se habia conventido en un gallardo y temible militar, tomó la decisión de salir sigilosamente  la noche del 12 de abril de 1858, con toda su fuerza, dejando al cuidado del cuartel a un pequeño destacamento y protejidos por el barrio de San Blas, que tenían algunas armas y era el único amigo que tenian entre los 15 barrios que formaban la Ciudad de Tehuantepec.

Avanzó la tropa del Gobierno por veredas y montañas a las sombras de la noche, sin que la tierra lo sintiera, hasta rebasar la retaguardia del destacamento enemigo, con el fin de atacar por donde menos se lo esperaban, llegaron al cuartel al despuntar el alba el día 13 de abril de 1858, muchos de los oficiles aun estaban dormidos, el asalto fue vertiginoso, directo, con fuerza y decisión, arrollaron practicamente a todos, la hacienda quedó destruida, esta es otra de las muchas victorias obtenidas por el Comandante Díaz y sus valientes soldados, claro que también hubo derrotas,  derrotas muy dolorosas, pero por lo pronto este fue un triunfo muy importante ya que en esta batalla murieron muchos Jefes que comandaban las tropas conservadoras, capaces de organizar una revolución. El Gobernador de Oaxaca, felicitó ampliamente a Diaz, y lo recompensó dandole el nombramiento de Mayor de Infantería.



TEHUANTEPEC
 LOS AMATES, JALAPA, TEQUISIXTLAN,
JUCHITAN. 1859.

Aunque la victoria de las Jicaras no fue enteramente decisiva sí mejoró mucho la situación de los liberales, que permanecieron por dos años en Tehuantepec. El Mayor de edad, perdón El Mayor de Infantería Porfirio Díaz y su gente hacian constantes salidas por las noches por veredas que sólo podian ir a pie para no ser descubiertos, pues todos los caminos estaban vigilados, y puestas avanzadas que ofrecian muy poca ambición a sus asaltos, y evidentemente defendian los principales núcleos del enemigo, en muchas ocasiones sorprendieron a los conservadores y ahí erá cuando entraban en acción haciendo huir a los sublevados o dejandolos en el campo de batalla.


 El 17 de junio de 1857, los conservadores llegaron a la Mixtequilla, El Mayor de Infantería Díaz y Compañía los siguieron hasta el Rancho de los "Amates", en donde trataron de hacerse fuerte, pero con poco esfuerzo los derrotaron por completo dejando allí algunos muertos, entre éllos su jefe que era el Mayor Espinosa, esta acción aunque de poca importancia le valió al Mayor de Infanteria Porfirio Díaz el ascenso a Teniente Coronel, por el Gobierno del Estado de Oaxaca,  muy bien merecido por cierto por la entrega, el valor y el deseo de servir a su patria.

El 6 de septiembre del mismo año, sorprendió de nuevo al enemigo en el pueblo de Jalapa y lo atacó vigorosamente causándole serios destrozos, el 2 de noviembre en Tequixistlán se llevó a cabo otra escaramuza.

Su situación en Tehuantepec era realmente dificil, pues estaba incomunicado con el Gobierno, sin más elementos de apoyo que su escasa fuerza, casi a diario sostenía combates con el enemigo y era muy desgastante, todos los caminos estaban ocupados por los isurrectos y no podía transitarse por ellos, porque se robaba a los pasajeros.  Para recibir la correspondencia de Oaxaca tenía que salir con una fuerza armada. Estas excursiones las hacía casi semanalmente y en ellas tenía que alejarse a veces hasta 25 leguas de Tehuantepec. Sus únicos amigos en este lugar eran el Cura Fray Mauricio López, dominico, istmeño de nacimiento, hombre bastante ilustrado de ideas liberales, el Juez que era Don Juan A. Avendaño, antiguo vecino y comerciante de Tehuantepec, tío de Don Matias Romero y Don Juan Calvo, relojero y Administrador de Correos, sin estas amistades que le brindaron su apoyo y sin una policia secreta que estableció, hubiera ignorado absolutamente cuanto pasaba en el pueblo, porque todos eran enemigos.  Sus sentimientos humanitarios determinaron no fusilar a los prisioneros poniéndolos en libertad canjeándolos por un arma o amonestándolos de que no volvieran a tomar parte en la guerra al lado de los conservadores, pero la experiencia le demostró que no sabían apreciar su generosidad y se vió obligado a cambiar de conducta.

Su situación se hizo muy dificil pues a finales del año 1958, el Gobierno del Estado no le mandaba ningún recurso, ni aun el remplazo de los hombres que se perdian en las batallas, por lo que su fuerza había quedado reducida a cosa de 130 hombres. Consideró indispensable hablar personalmente con el Gobernador para describirle su situación con objeto de remediarla, gran parte de los soldados que le quedaban estaban con él por afecto personal.  Un día los sacó de Tehuantepec y los llevó hasta San Carlos Yautepec, como si se tratara de una de tantas expediciones periódicas que hacían para proteger el correo, sin decirles cual era el objeto del movimiento.  En Yautepec los formó, les informó de la situación y del propósito de su marcha, y les ofreció que estaría de vuelta antes de cinco días y que tomaba sobre él la responsabilidad de todo trastorno causado por su ausencia.  Volvió en efecto antes de los cinco días, despues de haber arreglado parcialmente sus dificultades con el Gobierno, pues tan solo consiguió que el Gobernador, mandara un refuerzo de tropa a las ordenes del Coronel Don Cristóbal Salinas, pero esta fuerza estuvo solamente por dos semanas, y regresó a Oaxaca, dejándolo en peores circunstancias.  Entonces se dirigió al señor Juárez en Veracruz, y en respuesta recibió dos mil pesos de que fue conductor el Teniente Coronel Don Francisco Loaeza.

La amistad de los juchitecos no era muy sólida ni estaba basada en principios, sino en su gran enemistad y rivalidad con el pueblo de Tehuantepec. Cuando se retiró el Coronel Salinas, la situación para el Teniente Coronel  Díaz, empeoró, porque los Juchitecos empezaban a entenderse con los sublevados de Tehuantepec, pero un incidente inesperado vino a disipar este grave peligro.


 El día 1o. de enero de 1859, siguiendo su costumbre concurrieron centenares de familias juchitecas  a la fiesta de Año Nuevo que se celebra en Tehuantepec, y exparcida la voz de que Díaz, había dado municiones de fusil a los juchitecos, y que esas municiones caminaban distribuidas en las carretas en que regresaban las familias a Juchitán, los sublevados las asaltaron en su regreso de la fiesta.   El Teniente Coronel Díaz acudió en su defensa, no sólo con las tropas juchitecas, sino con sus compañías, con sus pocos soldados hizo grandes estragos a los asaltantes y los persiguieron hasta meterse en una laguna en que les daba el agua a la mitad del cuerpo y en donde los salteadores se habían refugiado creyendo sin duda que allí  no los seguirían.  Considerando que esto era una buena oportunidad para tener agradecidos a los juchitecos e impedir que se pusieran de acuerdo con los sublevados siguieron escoltando el convoy a pie, hasta cerca de Juchitán, en donde lo alcanzó su ordenanza con su caballo y algunos otros oficiales. Pasaron la noche en aquella ciudad, y convocó a una reunión popular para hacerles presente la necesidad de exterminar a los pronunciados.  Por este medio logró que se alistaran como 2000 hombres, que distribuyó en pequeñas fracciones, para hacer una batida a todo el territorio del Departamento. Así se verificó y esto dió muy buenos resultados porque en esa batalla perecieron varios de los cabecillas de los rebeldes, se recogieron algunas armas y sobre todo se imposibilitó la mancomunidad de acción de los juchitecos con los de Tehuantepec.


A consecuencia de haberse publicado en el Departamento de Tehuantepec las Leyes de Reforma del 12 y 13 de julio de 1859 y las del 27 del mismo mes, que establecían el Matrimonio y el Registro Civil, expedidos por el Gobierno Federal, residente en Veracruz, el pueblo de Juchitán las consideró como un ataque a la religión, y se pronunció contra el Gobierno de Oaxaca.  Para el Teniente Coronel Díaz esto era un inconveniente muy importante ya que el barrio de San Blas, el pueblo de Guevea y el de Juchitán eran sus únicos aliados, no podía prescindir de éste, ni estaba lo bastante fuerte para aceptar su reto; y por lo mismo, al tener  noticias de su pronunciamiento se dirigió a Juchitán, acompañado del Cura Fray Mauricio López, de un ayudante y de un ordenanza.  Al llegar al pueblo, dejó a sus acompañantes en los suburbios y entró solo con el propósito de meterse en la casa de Don Alejandro de Gives, antiguo vecino y rico comerciante frances, que estaba muy apreciado y bien relacionado en ese lugar, y llamar alli a los cabecilllas de la sublevación para tratar de entenderse con ellos. Pero antes de llegar a esa casa encontró una partida de los pronunciados ebrios y armados, quienes al verlo y considerandolo como enemigo por haberse ellos pronunciado contra el gobierno a quien Diaz servia, se prepararon para abrir fuego, pero valiendose de su don de convencimiento logró contenerlos, diciendoles que como amigo que era de ellos iba a acompañarlos y a seguir su suerte.  Entraron en conversacion y fueron a la plaza del pueblo, (o mejor dicho cantina) en donde logró calmar el temor que tenian  de que hubiera llevado fuerza armada,  diciéndoles quiénes eran los que lo acompañaban, y a quiénes fueron a recibir para cerciorarse de que no llevaba tropa. Una vez en la plaza y calmados ya, persuadidos de que el Teniente Coronel  Diaz había ido solo, se prestaron a escuchar lo que Fray Mauricio les explicó en lengua zapoteca acerca de la ley del Registro Civil que en nada afectaba la religión, y que si eso fuera así, él habría sido el primero en tomar las armas en defensa de la fe. A media peroración de Fray Mauricio, de pronto se escuchó la voz airada y descompuesta de uno de los cabecillas de Juchitán, que algunos años después asesinó a su hermano Félix, que incitaba imperiosamente a los presentes para que los mataran allí mismo  a Fray Mauricio y a Porfirio Díaz,  porque de otro modo lograrían convencer al pueblo de que habían hecho mal en pronunciarse y el triunfo sería de ellos. Uno de los ancianos, que son allí muy respetados del pueblo, regañó y castigó severamente a este individuo, lo cual permitió que Fray Mauricio terminara su discurso y que la demás gente se convenciera de que habían hecho mal en sublevarse y convinieran en volver al orden. De esta manera lograron salvarse de uno de los mayores peligros que se presentó durante su permanencia en Tehuantepec.


Proximo Capitulo: TEHUANTEPEC CONDUCCION DEL ARMAMENTO DE MINATITLAN A LA VENTOSA, SANTA MARIA AREU.

lunes, noviembre 02, 2015

Porfirio Diaz, el héroe olvidado. Capitulo IV

PRIMER SITIO DE OAXACA.
8 DE ENERO DE 1859.


El primer Congreso Constitucional se había reunido en septiembre de 1857 y el General Comonfort, electo Presidente, había inaugurado su nueva administración el 1o. de diciembre del mismo año, pero por consejos del Partido Conservador, disolvió el Congreso el 17 de diciembre y proclamó la dictadura.
En ese tiempo El Capitán Porfirio Díaz, se encontraba recuperandose de sus heridas en el Convento de Santo Domíngo en Oaxaca, sus heridas estaban aun muy delicadas y casi no podía caminar. Al poco de estar ahí se acercó una columna de militares, comandados por Don José Ma. Cobos, que los conservadores mandaron de México sobre Oaxaca.  Se apoderaron de la ciudad y establecieron su cuartel general en el Palacio del Estado y el Gobernador  con las Guardias Nacionales dirigidas por el Coronel don Ignacio Mejía, se refugiaron en los Conventos de Santo Domíngo,  El Carmen y Santa Catarina, los cuales fueron sitiados por las fuerzas conservadoras.  En un momento en que el Gobernador de Oaxaca Díaz Ordaz y el Coronel Ignacio Mejía, discutían los medios para la defensa y se lamentaban de que no había mucho personal disponible para luchar, Porfirio Díaz, se presentó y se puso a sus ordenes, pese a estar en plena convalecencia, sin embargo aceptaron su ofrecimiento conmovidos por su nobleza y lo nombraron Comandante del fuerte de Santa Catarina, que le entregaron para su defensa, El Gobernador Díaz Ordaz, tomó a su cargo la defensa de Santo Domíngo y el Coronel Salinas la defensa del Carmen.

UN PLAN DESESPERADO.


Al Comandante  Porfirio se le dió un piquete de Guardia Nacional de Ocotlán, a las ordenes del Capitán Ramón del Pino, otro de la Guardia Nacional de Tuxtepec a las ordenes del Sub-Teniente Marcos Carrillo y otro de Caballería Desmontada de Jaltacatlán a la orden del Aferez Vicente Bolaños, formando un total de 60 hombres,  con esta fuerza fortificó lo mejor que pudo el lugar. A los 20 días de sitio, el cansancio, la falta de alimentos y municiones, comenzaron hacer estragos.  Un día quien sabe por que medios se enteraron  que una de las barricadas que el enemigo había puesto en la esquina llamada del Cura Unda, frente a sus posiciones eran en su mayor parte de sacos de harina y salvado, al Comandante Díaz, se le ocurrió una grandiosa idea, propuso un ataque súbito a las trincheras y en la confusión apoderarse del material con que estaban hechas. Se lo comunicó a sus Superiores, que aceptaron el plan, para esto Porfirio les dejó sus apuntes donde señalaba la combinación de toques de corneta para comunicarse, sin que les entendiera el enemigo. Convinieron que fuera a las diez de la noche.  Saldría de su línea de defensa con 25 hombres y penetraría a las casas de la cuadra contigua por medio de hacer horadaciones en las paredes de adobe hasta llegar a la esquina, donde saldría por atrás de la trinchera enemiga, mientras Díaz, realizaba  su trabajo haciendo el menor ruido posible, los soldados a su mando  distraian al enemigo con tiroteos, obligando al enemigo a responder el fuego, para que no escucharan el ruido que pudieran hacer al estar rompiendo las paredes. casa por casa siguieron avanzando en cada una de ellas el Comandante Díaz, dejaba un soldado de guardia, todo iba bien pero resulta que en la última casa estaba el mismisimo Cobos, que al ser sorprendido huyó a esconderse,dando la alarma con sus gritos, acudieron muchos soldados enemigos, así es que tuvieron que sostener un combate muy reñido y se fueron acumulando en el dintel de la puerta los cadáveres de los soldados de ámbos bandos, Porfirio, dió la orden al corneta para que tocara diana que según su combinación de que le dejó copia al Coronel Mejía, significaba que necesitaba refuerzos y municiones, pero el coronel no lo oyó o no le entendió el toque, porque contestaron con otra diana diana con chinchin y hecharon a volar las campanas de Santo Domíngo, al percatarse que no obtendría ayuda y que ya sólo le quedaban 3 hombres, además de que había muchos enemigos afuera, Díaz  arrojó granadas de mano con el fin de ganar tiempo para salir tan pronto como pudiera pues el paso estaba obstruido por los soldados caidos, en su retirada y debido a la oscuridad se desubicó y no encontró los huecos hechos en la paredes, los guardias que dejó y que se suponía le indicarían el camino, ya no estaban, pero pudo saltar la tapia que no era muy alta, cuando ya sus perseguidores estaban a punto de darle alcance, llegando a tiempo a su línea de defensa.  Así es como fracasó esta operación que tantas esperanzas les dió para meter estas humildes provisiones que para éllos que estaban sitiados les hubiera sido de gran ayuda, ya que no tenian que comer.


En la mañana que siguió al ataque de la esquina del Cura Unda, creció la desmoralización entre los sitiados al saber que el Gobierno se proponía retirarse para la sierra rompiendo el sitio.  Los oficiales más jovenes y belicosos decidieron desobedecer esa orden y atacar la plaza.  Decididos para el asalto, se organizaron  tres columnas de cerca de 200 hombres cada una: La primera se componía de cazadores, que debía atacar por las calles de Sangre de Cristo, Estanco y Sagrario, se puso a las ordenes del Teniente Coronel, Don José María Batalla y como segundo el Capitán Don Vicente Altamirano. La segunda de granaderos, debía hacer un ataque paralelo por las calles del Carmen de Arriba, Campana y Colegio de Niñas, era mandada por el Teniente Coronel Manuel Velasco y por el Comandante Porfirio Díaz,  y la tercera que debía atacar por la calle de la Barranca, paralela también hasta la esquina de la Virgen de Piedra, se puso a las ordenes del Teniente Coronel Don José M. Ballesteros y como segundo al Capitán  D. Luis Terán y una columna de reserva que marchaba a la retaguardia de las columnas de asalto. Al amanecer del día 16 de enero de 1858, salieron al mismo tiempo las tres columnas por las calles que se les había designado. A la mitad de la marcha de la primera columna, cayó mortalmente herido el Teniente Coronel Batalla, quien murió a pocas horas, como quien dice dejó de dar batalla y quedó gravemente herido el Capitán  Don Vicente Altamirano. Pese a esto las columnas seguían su marcha hasta la Plaza de Armas a las ordenes de Don Mariano Jiménez.  La segunda columna forzó la trinchera de la calle de la carcel, volteó el cañón que la defendía y marchó con el hasta el atrio de la catedral. La tercera columna llegó sin obstáculos hasta la esquina de la concepción y atacaba de flanco el Palacio sin haber tenido que forzar más que una barricada de adobes que no tenía artillería, detenida la segunda columna a cargo del Comandante Díaz, en la esquina formada por la Alameda Central, Catedral y Portal del Señor, se le incorporó  la primera columna que había quedado sin jefes, y había penetrado forzando la trinchera del estanco, pero todo en desorden. En algunos ataques que intentaron las fuerzas liberales por dentro del Portal del Señor,   les mataron a  muchos oficiales, sargentos, soldados e hirieron gravemente al Teniente Coronel Velasco, por lo que quedó al mando el Comandante Díaz, que de inmediato organizó una nueva columna con el personal de la primera y la segunda y marchó directamente al palacio. Atacó por la puerta principal, mientras el Teniente Terán lo hacia por la puerta del costado, el enemigo fue abatido por las dos puertas, quedando derrotado y perdiéndo muchos oficiales y tropa.

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