jueves, junio 22, 2017

Porfirio Diaz el heroe olvidado, Capitulo XXXVII

DON JUAN PABLO FRANCO
DEL 14 DE OCTUBRE DE 1866 AL
30 DE ENERO DE 1867.

Don José Pablo Franco, que desde que el Gobierno Federal abandonó la Ciudad de México y se organizó en ella el primer simulacro de administración intervencionista, se había manifestado partidario activo y entusiasta del imperio, fué al fin nombrado préfecto superior político de Oaxaca y acompañó en su expedición a los Generales Gartois D'Hurba y Bazaine, sirviéndoles con mucha actividad y eficacia, y haciéndoles creer que ejercía gran prestigio en dicho Estado sí como en el de Chiapas.


Después de la Batalla de Miahuatlán, aprovechó Franco la salida de una fuerza de caballería que mandaba Oronoz a Puebla escoltando al Obispo Covarrubias para ir con él a esa Ciudad. Covarrubias había sido uno de los más aficionados auxiliares de la intervención, y se asustó mucho por lo que pudiera pasarle si caía en manos de los republicanos por lo que mandó a preguntarle al General Porfirio Díaz que consideraciones le guardaría si tomaba a Oaxaca. Siguiendo su sistema de duro y cruel que tan bien le había funcionado para infundir terror a sus adversarios, le contestó que lo fusilaría con su gran uniforme de obispo, lo cual lo desmoralizó completamente y otro tanto le pasó a Franco lo que motivo la pronta salida de ambos para Puebla.

Estando en México Franco con Don Manuel Dublán, después de la rendición de Oaxaca, se pusieron de acuerdo para ir con una escolta de traidores hasta Tehuacán, que todavía estaba en poder del enemigo, a recibir a sus respectivas familias, que habian mandado a traer de Oaxaca.  Con este propósito salieron de México, pero en Puebla comprendió Dublán que había peligro en seguir adelante, y manifestó a Franco que lo esperaría allí si él continuaba su marcha, aconsejandole que no pasara de allí.

Avisados los puestos avanzados  que tenían los republicanos en algunos lugares cercanos de la carretera que conduce de Puebla a Tehuacán,  de que llegaba a Tlacotepec una fuerzas de caballería enemiga, en tal número que estas podian batir, lo dejaron entrar a Tlacotepec para atacarla en dicha población con ayuda del vecindario.

No tardaron sus soldados de caballería, mandados por el Teniente Coronel Don Ignacio Sánchez Gamboa, en apoderarse de Franco y de su escolta, que mandaron para Oaxaca, a donde llegó el 1o. de enero de 1867, antes de que el General en Jefe de la Línea de Oriente regresara de Tehuantepec, luego que tuvo noticia de la captura de Franco, mandó instaurar el proceso correspondiente y después de su tramitación regular y completa y de permitirle el ejercicio de todos los recursos legales, fue sentenciado a muerte el dia 26, interpuso el recurso del indulto, pero se lo negó y fue pasado por las armas en  Oaxaca el día 30 de enero de 1867, después de haber salido el General Díaz de aquella Ciudad para Puebla.

Fué fiscal de esa causa, el Teniente Coronel Don Joaquín Ballesteros, asesorado por el Auditor Lic. Ramón Rodrígues y su defensor, el Lic. José Isacc Cañas.

MARCHA SOBRE PUEBLA
DEL 10 DE ENERO AL 10 DE FEBRERO DE 1867.

El 10 de enero de 1867 entró el General Díaz y su tropa a Oaxaca, de regreso de la campaña de Tehuantepec, y se ocupó activamente de organizar la campaña sobre Puebla. Coincidió su regreso con el arribo a Oaxaca del armamento que conducía de los Estados Unidos el General Don Pedro Barranda, y esa circunstancia favoreció mucho la organización de su columna con que debía operar sobre la capital y cuya organización e instrucción había dejado encomendada al General Alejandro García, a quien había llamado de su cuartel de Tlacotálpam con ese objeto. Encontró sin embargo, que aún no estaban concluidas las baterias rayadas que había mandado fundir y montar antes de salir para Tehuantepec, y que aún no estaba uniformada una brigada compuesta de los batallones 1o, 2o y 3o, de Cazadores de Oaxaca.


Al comenzar su campaña, después de su evasión de Puebla, había ofrecido a las Guardias Nacionales, que lo seguían, que aprovecharía sus servicios hasta la ocupación de la Capital del Estado de Oaxaca y una vez logrado esto, las licenciaría a todas, regalándoles las armas con las que lucharon.

Esta promesa representó para el General Díaz una gran dificultad, y ella explica la necesidad que tenía de improvisar nuevas tropas, con carácter ya de ejército permanente,  para emprender una nueva y seria campaña, estuvo licenciando a todas las Guardias Nacionales que le exigian el cumplimiento de su  promesa, por fortuna logró convencer a algunos, aunque muy pocos, para que siguieran sirviendo en la nueva campaña que iba abrirse.

No siendo suficiente para esa campaña las fuerzas que él pudiera organizar en Oaxaca, extendió su acción y su esfuerzo, a los Estados de Puebla, Veracruz, México y Tlaxcala, y con ese propósito y estando todavía en la ciudad de Oaxaca, destacó con sus respectivas fuerzas, y con objeto de aumentarlas, al General Luis Pérez Figueroa, a los distritos de Tuxtpec y Teotitlán de aquel Estado, con orden de concurrir algunos días despues al Valle de Ixcaquistla.  A los Generales Juan N. Méndez e Ignacio R. Alatorre que aumentaran sus fuerzas, tanto como fuera posible en el norte de Puebla y Estado de Veracruz respectivamente, para concurrir al lugar que el designaría en una orden al efecto, y al Coronel Don Cristóbal Palacios que organizara un regimiento en los Distritos de Tepeaca y San Andrés Chalchicomula de Puebla. Al Coronel Rodríguez Bocardo que había desertado del Imperio y que se había puesto a sus órdenes,  le mandó que permaneciera y mejorara sus tropas en la ciudad de Tlaxcala. Al Coronel Anastacio Roldán, servidor del Imperio y que también se había puesto a sus órdenes con 200 caballos, le pidió que permaneciera en Acajete y amagara a Puebla por el rumbo de Ayotla. Al General Rafael Cuellar le había mandado que organizara fuerzas de infantería y caballería en los Distritos de Chalco y Xochimilco y contiguos del Estado de México, y al Coronel Florentino Mercado, que organizara también la fuerza de caballería que pudiera en los Llanos de Apam.

El 26 de enero de 1867 salió el General Porfirio Díaz, de Oaxaca para Acatlán, del Estado de Puebla, con una pequeña fuerza de caballería que no llegaría a 300 hombres, porque el resto de caballería que era en su totalidad de hombres de Ixcaquistla, de Tepeji y de toda la Mixteca baja y sur de Puebla, les había dado licencia por un mes.

Se situó primero en Acatlán con objeto de observar de cerca las operaciones del enemigo, y proteger al Coronel Don Juan Espinosa y Gorostiza que había avanzado con unos cuantos infantes para posecionarse de Matamoros Izúcar y organizar allí un batallón que debía mandar el mismo,  y también había mandado al General Don Francisco Leyva  a apoderarse de Cuernavaca y organizar alli fuerzas de infantería y caballería con las cuales maniobraría despues, según ordenes que recibiera, y mandó al General Don Vicente Ramos que inspeccionara la organización de todas las fuerzas que había mandado levantar en los Distritos del sur de Puebla, pero desgraciadamente murio cuando comenzaba a desempeñar ese servicio que encomendó después al General Manuel Toro.


El General en Jefe de esta gran campaña, el héroe olvidado, permaneció en Acatlán cosa de dos semanas, esperando que emprendieran su marcha para incorporarsele las diferentes fuerzas que había mandado organizar.

Proximo capítulo:  
SOLICITUD DE MAXIMILIANO POR CONDUCTO
DE MR. BOURNOF. e IXCAQUIXTLA, TEPEACA Y HUAMANTLA

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