jueves, junio 22, 2017

Porfirio Diaz el heroe olvidado, Capitulo XXXIX

TERCER SITIO DE PUEBLA
DEL 9 AL 31 DE MARZO DE 1867.

Con la fuerza organizada de Huamantla el General Díaz emprendió la marcha sobre la Plaza de Puebla, a  donde llegó el 9 de marzo de 1867 y ocupó sin resistencia el Cerro de San Juan, donde estableció su Cuartel General, tomando el mismo día poseción del Convento de San Fernando, sin que el enemigo intentara defenderlo. La casa del Lic. Don Manuel María de Zamacona, situada en la

cima de dicho cerro, le sirvió de alojamiento durante todo el sitio y recibió por parte de esa familia cordialidad y hospitalidad, el Sr. Zamacona mandó a su familia a Cholula, en donde él pasaba las noches. pero durante el día lo empleaba en procurar hacer cómoda y agradable la estancia del General.

Siguió Díaz, extendiendo su linea envolvente, ocupando los suburbios de la ciudad por el sur y por el oriente, sin cerrar el sitio por el lado norte, porque se lo impedian los Cerros de Loreto y Guadalupe, que el enemigo tenía ocupados con artillería, sin embargo de lo cual, ocupó casi todo el Barrio de la Luz y el Alto; y aunque no pudo incomunicar los cerros con la ciudad, estableció con su caballería, completa incomunicación de los cerros para afuera.

Estando en el sitio de Puebla y pocos días antes del asalto, se le incorporó el General Don Diego Alvarez con cosa de seiscientos hombres de las Fuerzas del Sur y el Coronel Don Mucio Maldonado con 400 caballos de Texcoco.

Siguieron las operaciones con objeto de reducir el perimetro conocido por el enemigo al grado de avanzar su línea por la parte occidental de la ciudad hasta la Plazuela de San Agustín, teniéndo los republicanos los tres lados de esa plazuela, occidente, norte y sur, y el enemigo el lado de oriente.

Cosa de 8 días antes del asalto de Puebla, que tuvo lugar el 2 de abril , el Teniente Coronel Domínguez oficial tan arrojado como imprudente, emprendió un ataque vigoroso en la manzana  que hace frente al Mesón llamado "Nobles Varones", con objeto de desalojar al enemigo que ocupaba la mitad de la manzana.  Como se hizo muy nutrido el fuego de fusilería y el cañoneo en aquel lugar, el General González, cuya línea comprendía la manzana ocupada en parte por Domínguez y en parte por el enemigo, acudió al lugar en el momento de salir a la zotea, fue herido en el brazo derecho, por un tiro que le destrozó el codo.

El General Díaz que también había escuchado el tiroteo,  acudió inmediatamente y entró en momentos en que bajaban por una escalera al General González.  Después de dar las ordenes conducentes para contener una hemorragía que hacía peligrosa su herida, corrió al sitio del combate con algún refuerzo que de antemano había mandado traer, y la manzana fue en esa noche ocupada por éllos.

En uno de los últimos días del sitio, el enemigo incendió una tienda en la manzana que ocupaba el General Don Francisco Carreón, cuya tienda contenía mucha madera, pues estaba allí  todo un armazón y además todos los muebles de la familia que había abandonado la casa. Tan pronto tuvo conocimiento del hecho el General Díaz, acudió al lugar del incendio para apagarlo y comenzó por la pieza contigua a la tienda que también ardía, hizo poner al efecto una mesa en el centro del cuarto y sobre ella colocó un caldero donde cocinaban sus alimentos la tropa, el cual lo mandó llenar de agua, constantemente renovada por la que acarreaban los soldados. Mientras él parado sobre la mesa con una jicara arrojaba agua del caldero a las vigas del techo, el del piso superior, que le dijeron que ya había caido, se desplomó y las vigas del interior, medio carbonizadas ya, no resistieron el golpe y cayeron sobre el General Díaz.  Al oir el primer estruendo, brincó desde la mesa para la puerta de salida y allí se encontró con el Lic. Juan José Bax, única persona que se atrevía a darle valor y a quien con su choque arrojó fuera del peligro, pero el techo siempre lo alcanzó y quedó cubierto de escombros del medio cuerpo para abajo. Cayeron enseguida las puertas de las ventanas que estaban ardiendo y lo descubrieron ante el enemigo que le lanzaba sus fuegos de enfrente, ateviéndose, después hasta llegar a meter sus fusiles por las rejas de hierro, que eran las unicas que quedaban, para hacerle fuego a quemaropa, pero en esos momentos Carreón salió por los balcones de las piezas que no ardían y desalojó al enemigo, quien le hacía, sin embargo, fuego de enfrente.

El héroe olvidado, mientras tanto quedó en una trampa y Luis Terán para sacarlo de esa situación lo jalaba de los brazos con tal fuerza que parecía que quería arrancarselos, porque Terán era muy nervioso y cuando enfrentaba una situación dificil se ponía peor, pero un ayudante fue a traer una palanca y con esa lo sacó levantando las vigas que estaban sobr él y Teran que no aflojaba logró sacarlo metiendo la palanca a las vigas que soportaban los materiales que el General Díaz tenía encima, pero sus botas quedaron entre los escombros. (Esas botas las quisiera yo tener para venderlas a precio de oro).

Sufrió unas quemaduras en los muslos; pero con la fuerza que lo caracterizaba, se paró, vió que sus piernas estaban buenas y se fue como si nada a los baños de Carreto que quedaban en la misma manzana, y mandó que fueran a traerle ropa limpia, porque la que tenía quedó toda chamuscada.

Como se empezó a difundir la noticia  en su campamento de que había muerto en el incendio, recorrió en seguida la línea para que lo vieran todos los soldados que estaba vivito y coleando, y luego se fue al Cerro de San Juan, en donde estaban acampadas las reservas.

También el Genio Militar Mexicano, no se quedó atras e incendió algunas casas al enemigo, puso un mortero, y a las granadas de a doce les amarró en la espoleta un alambre con un pedazo de brin empapado en aguarrás, así incendió el Circo de Chiarini (ojala no hayan sufridos los animales, en caso de que los hubiera, pues son criaturas inocentes que no tienen nada que ver con los lios de los humanos), volviendo a las aventuras de Don Porfirio, como el circo era de madera, lo mismo que las casas inmediatas a dicho circo, ardió bien y bonito, hasta conseguir por este medio tomar la manzana contigua a San Agustín, que era de las más dificiles, porque esa línea central estaba defendida eficazmente por la altura de la iglesia y convento de San Agustín.

Durante el sitio de Puebla, el General Escobedo, que a la sazón sitiaba a Queretaro, le pidió algún auxilio al General Díaz y éste le mandó al General Juan N. Méndez con parte de su División y ordenó que se le unieran las Fuerzas de Pachuca, Esto permitió que llegara el General Méndez a Queretaro con un total de más de 6,000 hombres y 10 obuses de montaña.

PREPARATIVOS PARA EL ASALTO
DE PUEBLA
1o. DE ABRIL DE 1867.

Márquez salió de Queretaro con 1200 caballos el 22 de marzo de 1867 y tomando el camino de la sierra se dirigió a la Ciudad de México, sin encontrar gran resistencia en el camino. Nombrado Lugarteniente del Imperio con amplias facultades otorgadas por Maximiliano y con el objeto principal de obtener en la Capital  recursos pecuniarios y elementos de guerra, y volver con una fuerza respetable a Queretaro para levantar el sitio. Lo acompañó Don Santiago Vidaurri, nombrado por Maximiliano, Jefe de Gabinete y Ministro de Hacienda.


Márquez organizó una expedición de cosa de 4000 hombres de caballería, infantería y artillería, en los cuales había varios cuerpos extranjeros, y se dirigió sobre Puebla.  En los Llanos de Apam recibió la noticia de que las fuerzas del Gobierno habian tomado Puebla, pero que los cerros de Loreto y Guadalupe se conservaban en poder de éllos y que esperaban su auxilio.

Con este objeto siguió para Huamantla.  Pero como entre tanto se rindieron los cerros, le fue posible al General Díaz, ir a atacarlo sin tener ya enemigos a la retaguardia.

En la noche del 30 de marzo de 1867, el mismo día en que Don Leonardo Marquez había salido de México, el General Díaz recibió un mensaje de parte del General Leyva que se encontraba en Tlálpam con 2000 hombres de infantería y caballería, en que le avisaba que Márquez, procedente del sitio de Queretaro, había llegado a México, que había organizado en la Capital una columna de más de 4000 hombres, y que con ella había emprendido su marcha hasta San Cristóbal Ecatepec.  Como de dicho punto podía marchar lo mismo que en proctección de los sitiados de Queretaro como los de Puebla. Mandó establecer un telégrafo militar por la cuesta de Río Frío hasta Tlálpam y otro hasta Apizaco para tener comunicación fácil y rápida con las distintas fuerzas que estaban a sus ordenes. Además tenía en Apizaco una locomotora con el objeto de obaservar al enemigo y recibir noticias exactas de sus movimientos.

Cuando por telégrafo se le avisó el 31 de marzo, que Márquez seguía su marcha por la vía de los llanos de Apam, lo cual indicaba bien que su punto objetivo era Puebla. El General Díaz Decidió asaltar la Plaza y comenzó a sacar a todos los enfermos, heridos y bagajes rumbo a Tehuacán, para ponerlos a salvo en caso de que fuera derrotado,  pero  sin decir a nadie cual era su propósito, por cuyo motivo todo su trabajo preliminar fue interpretado por amigos y enemigos, como preparativos de retirada que se suponía con seguridad sería hacía el rumbo de Tehuacan y Oaxaca.

No podía hacer trabajos preliminares para el asalto sin descubrir su intención y en consecuencia nada hizo que pudiera interpretarse en ese sentido hasta bien entrada la noche del 1o. de abril, pues si sus soldados hubieran tenido noticia de su propósito, habrian fracasado por completo.

Cuando ya no era posible ocultarlo por más tiempo porque llegaba el momento de su ejecución, le comunicó al General Ignacio R. Alatorre, que le servía de Cuartel Maestre y le ordenó citara a una junta  a todos los Jefes en quien se había fijado para el mando de las columnas que debían ejecutar el asalto, así se efectuó y sobre el plano de la ciudad previnieron a cada uno, acerca de las operaciones que tenían que practicar, señalando a cada Jefe la fuerza de que debía constar su columna de asalto, la trinchera que debía asaltar, y la puerta o puertas de debían desatrincherar para hacer por allí su salida.

 Ninguna columna salía a una distancia mayor de 100 metros de la trinchera que debía atacar y algunas salian a menos de 50.

El perímetro reatrincherado del enemigo tenía la forma elíptica casi parabólica, cuyo diametro mayor se extendía de sur a norte.  En consecuencia el convento del Carmen era uno de los puntos más distantes de la Plaza y esa circunstancia le sugirió la idea al inteligente Don Porfirio Díaz, de hacer sobre el convento un ataque falso que llamara fuertemente la atención del enemigo e hiciera concurrir en su protección a la mayor parte o a todas las columnas de reserva.

Determinó la formación de 17 columnas de asalto con el propósito  de emplear tres de ellas como ataque falso y sucesivo sobre el Carmen y con ese fin sacar luego que entró la noche, toda la artilleria que estaba distribuida en la línea de aproches y la estableció sobre las trincheras del Carmen que hacian sus fuegos al sur.

Las tres columnas de ataque falso fobre Puebla estaban mandadas: la 1a. por el Teniente Coronel José Figueroa, la 2a. por el General Eutimio Pinzón y la 3a. por el General Luis Pérez Figueroa.

Las de ataque verdadero tendrían por témino medio, cosa de 130 hombres. Estas son las instrucciones
 que el General en Jefe de este asalto Porfirio Díaz, les díó a cada uno de los Jefes encargados del mando de las columnas y que punto debian atacar cada una.

"1a. Al General Rafael Cravioto asalto de la trinchera de la calle de la alcantarilla.

2a. Al General Francisco Carreón asalto de las trincheras de las calles de Belem e iglesias  y la brecha abierta en la manzana de Malpica. El asalto lo encabezará con 100 hombres el Jefe del Batallón de Zapadores, Teniente Coronel Genero Rodríguez.

3a. A Don Vicente Acuña asalto de la formidable fortificación de iglesias, quien lo llevara a efecto con 150 soldados.

4a. Al Teniente Coronel Francisco Vázquez se les encomienda que penetren por una brecha abierta por la artillería republicana en la manzana de Malpica.

5a. A los Coroneles Luis Mier y Terán y Juan de la Luz Enriquez se les previene que asalten las trincheras de las calles de Miradores.

6a. Al Teniente Coronel Guillermo Carbó que se posesione del noviciado.

7a. Al General Juan Crisóstomo Bonilla se le confía la toma del parapeto del costado de San Agustín.

8a. A los Generales Luis Pérez Figueroa, Manuel Andrade Párraga, Doroteo León y Vázquez Aldana, que concurrieran por la parte de oriente sobre la calle del Déan.

9a. Al Mayor Carlos Pacheco el asalto de la calle de la Siempreviva.

10. Al Coronel Manuel Santibañez se le previene que en los momentos del asalto ocurra al Convento de San Agustín.

11. Al General Alatorre, con una columna de reserva del 3o. de Cazadores, acuda a todos los lugares en que hubiera necesidad de su auxilio.

El total de la artillería republicana consistía en 18 bocas de fuego, de sitio, de batalla y de montaña, y aunque con riesgo la estableció a menos de medio tiro de las trincheras que debia batir en brecha.

El enemigo había cometido la falta muy grave, de no cubrir la espalda de los defensores de sus trincheras, falta que el Genio Militar Mexicano aprovechó muy bien, haciéndo que todo ataque sobre una trinchera tuviera uno correlativo sobre la opuesta, porque de ese modo todos los fuegos que pasaran por encima de la trinchera atacada herían por la espalda a los defensores de la opuesta; y esto, tratandose de un ataque dado en la noche, sugeriría evidentemente a los que se sentían heridos por la espalda la idea de que el enemigo había logrado entrar y los atacaba a retaguardía.

Las tres columnas que debían hacer el ataque falso fueron colocadas cerca de la artillería, aprovechando accidentes que las ponían fuera del enfilamiento de los fuegos de respuesta.

Colocadas respectivamente las otras catorce columnas en el lugar de donde cada una debia emprender su asalto,  hizo el General Díaz poner un gran lienzo formado de piezas de manta  colgadas a lo largo de un alambre tendido de torre a torre de la iglesia del cerrro de San Juan y suspendida hasta el suelo. cuyo lienzo empapado en resina debía ser encendido cuando se diera la orden, habiendo advertido antes a todos los Jefes de Columnas de asalto verdadero, que esa gran luz era la señal para iniciar el ataque.

Desde que la noche entró, había prohibido que se hiciera fuego en ninguno de los puntos de la línea, sino solamente en caso de que el enemigo pretendiera salir.

Este silencio que pronto fue observado por el enemigo, y la circunstancia de que Márquez estaba a doce leguas de sus espaldas, pues esa noche pernoctó en la Hacienda de Guadalupe, hacia creer al enemigo que esa misma noche se retiraban y que tal vez estaban ejecutando la evacuación de todas las líneas.

El General Díaz se situó cerca de la Alameda Vieja, en un punto desde donde podía ver la maniobra de algunas de las columnas de asalto verdadero  y las tres que debian ejecutar el asalto falso.

Era tal su escazes de municiones que en la noche, cuando ya estaba preparado el ataque, Díaz suplicó al General Diego Alvarez, que estaba bien provisto de ellas, le facilitara algunas y mandó recoger a la caballería que estaba formada fuera de la Ciudad por el sur y frente a los cerros, todas las municiones que tuvieran en cartucheras para dotar un poco mejor a las columnas de asalto, pues ninguna de ellas llegó a tener dos paradas completas;  consolando a la caballería con la idea de que ella tenía para su defensa la lanza y el sable. Y ordenando al General Toro que la mandaba, que aun cuando sintiera un ataque muy rudo en las calles de la ciudad, no abandonara su puesto mientras no se le ordenara, ni intentara tomar parte en dicho ataque porque tenía noticia cierta de que el enemigo trataba de romper el sitio en esa noche y nuestro héroe estaba dispuesto a impedirlo habiéndo girado todas sus ordenes conducentes.


Su objeto fue lograr que por ningún motivo tomara parte la caballería en el asalto, porque entre sus individuos había mucha gente de malas costumbres que podrían causar muchos desordenes en los momentos del asalto y tal vez después. Así pues, Cuando la caballería tuvo conocimiento del asalto a la Plaza, ya estaba tomada.  Este brillante militar confiesa que vaciló mucho en la conducta que debía seguir con motivo de la aproximación de Márquez. Salir a batirlo tenía el inconveniente que al desmontar el sitio se desmoralizaría su fuerza y dejaría enemigo a retaguardia. Lo cual empeoraba grandemente su situación. La retirada para Oaxaca equivalía a la destrucción completa de toda la gente, y los elementos de guerra, que con tanto esfuerzo había acumulado y que estaba seguro se desbandarían y perderían por completo aun antes de que los persiguiera el enemigo. No le quedaba pues más alternativa que perder esos elementos en buena lid y en una empresa que si le daba buenos resultados, le abriría las puertas de la Capital y pondría término a la guerra. Por lo que se decidió hacerlo así, a pesar de la oposición que encontraba en algunos de sus amigos que lo acompañaban, como Don Juan José Baz, quien desde el principio del sitio le urgía porque fuera primero a ayudar a la toma de Queretaro y marchar después sobre México y Puebla.  Afortunadamente el Estratega Mexicano no se equivocó y sus planes se vieron coronados con un éxito rotundo.


Proximo capítulo: ASALTO DE PUEBLA y CAPITULACION DE LOS CERROS DE
LORETO Y GUADALUPE

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