jueves, junio 22, 2017

Porfirio Diaz el heroe olvidado, Capitulo XL

ASALTO DE PUEBLA 
2 DE AB RIL DE 1867.

A las 3 menos 15 minutos de la mañana del día 21 de abril de 1867, el General Porfirio Díaz, dió la orden de romper el fuego en brecha sobre las trincheras del Carmen y cuando estuvieron agotadas las municiones de artillería  que no eran muchas, ordenó el movimiento de la primera columna de ataque falso. Esta marchó vigorosamente sobre la trinchera del Carmen, siendo recibida desde que el enemigo pudo sentir su movimiento, con vivo fuego a metralla y retrocedió en desorden y con fuertes pérdidas, como unos 100 metros antes de llegar a la trinchera, pues su ataque era largo y en  llanura limpia. Destacó inmediatamente a la segunda columna que llegó hasta la contraescarpa y fue también rechazada, y luego la tercera que avanzó un poco más, pues no sólo llegó a la contraescarpa sino que intentó pasar el foso y dejó algunos cadaveres dentro de él, y fue también rechazada.


En estos momentos, mandó un toque convenido de clarín, dió la orden de incendiar el lienzo preparado, que significaba la orden de asalto general y que niguno podía dejar de ver, puesto que estaba en la cúspide del mismo cerro.

Aquel silencio que había permanecido toda la noche se vió interrumpido de pronto por un fuego general, tanto de las columnas asaltantes, como de los defensores de las trincheras y de los coronamientos que el enemigo tenía en los edificios altos y balcones, que formaban un canal de fuego por donde los asaltantes tenían que pasar antes de tocar una trinchera.

El General en Jefe de la Línea de Oriente de este ataque había reunido un gran número de Jefes y Oficiales que sucesivamente se le habían ido presentando y que no teniendo servicio que darles, los había armado y formado con ellos una Legión de Honor, pero a media noche de la víspera del ataque los dividió previamente en grupos de a cinco hombres, armados todos con mosquetes cortos y ordenes a cada Jefe de grupo que se posesionaran de las escaleras que estaban abandonadas en la parte de la ciudad que ocupaban éllos y que habían pertenecido al servicio de alumbado público, para que en los momentos que las columnas iniciaran sus respectivos ataques, estos grupos escalando los balcones de todas las manzanas que estuvieran ecerradas entre dos ataques y por las azoteas o por las horadaciones, vinieran a introducir el desorden entre los edificios de dichas cuadras que a la sazón debían estar preocupadas en las defensas de sus respectivas trincheras.

Distribuyó otra parte de esa Legión de Honor, en grupos de cuatro personas cada uno y designó a cada grupo una manzana para que colocado un oficial en cada esquina, por donde ya hubieran pasado las columnas de asalto, hicieran el servicio de policia para evitar los desmanes que la tropa vencedora intentara cometer en la ciudad.  La señal para el movimiento de esos grupos, sería el paso de las columnas.

El fuego vivísimo de la fusilería y de cañón no duraría en todo su vigor, arriba de 10 minutos, y a los 15 minutos ya no quedaban defendiendose mas que las torres de Catedral y las alturas de San Agustín y del Carmen, las columnas rechazadas por el Carmen, volvieron de nuevo a la carga y penetraron por el mismo punto por donde habían sido rechazadas, cuando el ataque se hizo general en toda la ciudad.

Los cerros que no sólo no habían sufrido ataque alguno sino que habían sido reforzados con la mayor parte de los prófugos de la ciudad, hacían fuego de artillería muy vivo sobre toda ella; y principalmente sobre las calles por donde podían ver las masas de los soldados republicanos, pues esto pasaba cuando ya la luz del día era clara.

El enemigo habia tenido cuidado de situar sus trincheras al principio de cada calle, con objeto de que la continuacion que le servia de campo de tiro fuera ocupada respectivamente por tiradores que metia por horadaciones de uno y otro lado hasta la esquina en cada caso; por consiguiente, los asaltantes de cada trinchera tenian antes de tocarla, que penetrar por un canal de fuego que despedian las ventanas bajas, las aspilleras, los balcones y las azoteas, más el fuego de artillería y fusilería que a lo largo de la calle despedia la trinchera. En algunos casos ese canal de fuegos laterales era de hasta cien metros de largo.

En estas condiciones estaba la trinchera de la calle de la siempreviva que tocó asaltar al comandante Carlos Pacheco que peleo con gran brio. Al comenzar su asalto no solo lanzaban desde las azoteas granadas de mano y tiros de fusil, sino grandes granadas puesto que solo tenian que encenderlas y dejarlas caer. Un casco de esas granadas hirió al comandante Pacheco en una pantorrilla y sin embargo de que perdia tambien muchos hombres en su columna, avanzo hasta la trinchera. Arrojados alli los sacos de paja que traian muchos de los soldados con objeto de pasar los fosos, pudo pasar Pacheco uno de los primeros y alli tambien fue herido en una mano. Siguio sin embargo hasta la esquina de la plaza, y alli un tiro de metralla disparado desde el atrio de catedral, puso fuera de combate a algunos de los soldados de su columna y a él le rompió el muslo izquierdo. En esos momentos uno de sus soldados lo tomó en brazos para pasarlo por un lugar menos enfilado por los fuegos del enemigo y otro golpe de metralla le rompio el brazo derecho y los dos al soldado que lo conducia. Era el momento que llegaban a la plaza las primeras columnas asaltantes que mandaba el coronel Luis Mier y Teran y el coronel Juan de la Luz Enriquez.

El Teniente Coronel Juan de la Luz Enriquez, tuvo ocasión de proteger  a los Tenientes Figueroa y Santiago.  Porque se batian fuertemente con una fuerza replegada en el Portal del Cazador, en donde fué gravemente herido y muerto poco después el Teniente Santiago Pou, de origen español.

Esta batalla lo calificó El General Porfirio Díaz, como un acto heroíco, llena de actos de entrega y arrojo de sus subordinados que sin la educación necesaria y solamente movidos por un gran valor asaltaron las fortificaciones y tomaron la línea de defensa a pesar del nutrido fuego de fusilería y de las granadas de mano que se les arrojaba de los balcones y azoteas lucharon como verdaderos hombres de acción, para obtener esta importante victoria durante la Guerra de Intervención Francesa.

A continuación el parte que brindó el General Porfirio Díaz, al Ministro en Washington, con respecto al asalto y toma de Puebla.

"Acabamos de tomar por asalto la Plaza, el Carmen y demás puntos fortificados que el enemigo tenía en la Ciudad de Puebla, quitándole un numeroso tren de artillería y un depósito abundante de parque. Don Mariano Trujeque, Don Febronio Quijano y otros 20 Jefes y Oficiales traidores fueron hechos prisioneros y fusilados con arreglo a la Ley.

Una parte de la guarnición enemiga se ha refugiado en los cerros de Loreto y Guadalupe, en espera del auxilio que trae, Don Leonardo Márquez y éste, según los informes de mis exploradores, pernoctó ayer en San Nicolás con una división de 3 mil o 4 mil hombres y diez u ocho piezas de artillería.  Aun no puedo decir a usted las operaciones que me propongo ejecutar, pero si me creo en aptitud de asegurarle, que los cerros sucumbirán y Márquez será batido si no regresa luego que sepa el reves que sufrieron sus complices.

En  uno u otro caso, muy pronto estaré sobre el valle para acudir en auxilio del Ejercito del Norte o emprender sobre México, según mejor convenga.

Sírvase usted poner lo expuesto en el conocimiento del C. Presidente de la República.

Independencia y República, Zaragoza, 2de abril de 1867.
-Porfirio Díaz-C. Ministro de Guerra y Marina."

CAPITULACION DE LOS CERROS DE
LORETO Y GUADALUPE
4 DE ABRIL DE 1867.

Ocupada la ciudad, quedaban los cerros de Loreto y Guadalupe, que por espacio de dos o tres horas gastaron muchos proyectiles sobre el ejército de Gobierno.


El primer cuidado del General Díaz fue recoger toda la artillería que el enemigo había dejado en los puntos retrincherados de la plaza y comenzar a moverla hacía los cerros con objeto de preparar un nuevo asalto iniciado con un cañoneo general y vigoroso.

El General Francisco Leyva que había sido llamado el 1o. de abril con objeto de que tomara parte en el asalto, no pudo estar a la hora citada, porque era mucha la distancia, y el General Díaz no podía anticiparle más el aviso por temor de que se precipitara.  Así es que llegó entre nueve y diez de la mañana con 1,000 caballos, 1,000 infantes y dos obuses de montaña.

Una vez tomada la plaza casi no había un saldado de los que tomaron parte en el asalto que conservara un cartucho en su cartuchera, pero entre los distintos almacenes que tenía el enemigo, había en el Convento de Santa Inés una gran catidad de municiones.  De suerte que mandó municionar tanto a los asaltantes como a la fuerza que había qudado de reserva,  cuyas cartucheras habian vaciado para mal surtir las de los primeros, y procedió al trabajo de incorporar en los batallones a los prisioneros de clase de tropa asegurando convenientemente a los Jefes y Oficiales. Distribuyó el vestuario que el enemigo tenía en sus almacenas e hizo todos loas preparativos necesrios para pasar una revista de guerra el día siguiente.

En todo el dia 3 estuvo colocando  tuberías en obras pasajeras que tenian por objeto batir a los dos cerros.  como disponía de toda la artillería y las municiones que había dejado el enemibo, que eran muchas, comprendió bien el enemigo los resultados del cañoneo con que iba a iniciar el ataque.  Además había visto llegar el día 2 a las nueve de la mañana al General Leyva co 2,000 hombres de las tres armas, y sabía que aun en el caso de que de que llegara la columna de Márquez, su protección no sería del todo eficaz, pues habían podido medir el brío de las columnas que lo habían asaltado el día anterior. En consecuencia de ésto, a las 3 de la mañana del día 4 se desprendió del cerro de Guadalupe un oficial con una linterna y un clarín que tocaba parlamento,

El General en Jefe General Díaz, mandó que fuera respetado y conducido al Cuarte General, con las precauciones prescritas para estos casos.  Como se había impedido la comunicación entre los dos carros, el de Loreto, a ejemplo del de Guadalupe mandó también un portapliegos, con objeto de pedir algunas garantías, mediante las cuales rendirían sus defensores. Intencionalmente, no volví al portapliegos, ni quiso contestar a ninguno de los dos y a las 5 de la mañana vino un segundo enviado del cerro de Guadalupe y en seguida otro de Loreto, repitiéndo las mismas peticiones.

Como eso era ya un asunto muy avanzado de madurez, le manifestó al segundo enviado del cerro de Loreto que fuera a decir a su Jefe que sólo esperaba la luz del día, que ya comenzaba a alumbrar para iniciar un ataque, y por esa circunstancia no le contestaba por escrito, porque eso le obligaría a perder momentos que para él eran preciosos, que dijera a su Jefe que no tenían más remedio que rendirse a discreción: que si el Jefe contestaba afirmativamente subiera al plano de fuegos de la fortificación y parado allí abriera su capa con los brazos; que a esa señal, él que quedaba parado al descubierto al pie de la colina subiría o mandaría un comisionado que recibiera la fortaleza.

Quiso proceder primero respecto del Fuerte de Loreto, sin tocar el de Guadalupe,  porque este, al ver que Loreto se rendía se daría prisa por hacer otro tanto, y en efecto así pasó, pues al entrar el Jefe Comisionado que debía recibir los prisioneros y materiales de Loreto, salieron en persona del fuerte de Guadalupe, los Generales Noriega y Tmaríz que eran General en Jefe el primero y Contra Maestre el siguiente de la Plaza de Puebla.  El Héroe Nacional subió a recibirlos entre Loreto y Guadalupe y como hablaban los dos simultaneamente, preguntó quien era el General en Jefe con quien debía entenderrse. El General Tamariz le dijo que lo era el General Noriega.  El General Noriega contestó que eso era exacto; pero que habiéndose enfermado desde el dia anterior, el mando había recaído en Tamariz, así es que mandó que Noriega entrara a la Fortaleza y quedar el General Tamariz hablando con él puesto que era el que ejercía el mando.  Despues de algunas palabras en que Tamariz insistía en pedir garantías y habiéndole contestado que eso no era posible porque haría muy mal efecto al decoro de las fuerzas sitiadoras y principalemnte a su Jefe, pero que podía volver a su fortaleza, seguro que no dispararía un tiro antes que el entrara. Entonces Tamariz le ofreció su espada que no recibió, diciéndole que todavía tenía que ejecutar algunas providencias conducentes a su rendición incondicional; que se la ciñera y volviera con élla a la fortaleza haciéndo salir a todos sus soldados formados y sin armas, primero a la tropa y despues a los Jefes y Oficiales.

Mandó recibir  a unos y otros y conducirlos a la ciudad a las respectivas prisiones que les señaló.

Al ver que los oficiales que salian no tenían equipajes, les dijo que podian volver a su posición para tomarlos y salir con todo lo que les pertenecia, menos armas y caballos.

Despues de haber reconocido las dos fortalezas y dado las órdenes conducentes a la conservación y almacenaje de los materiales y cuando volvió al Palacio Municipal, que había tomado por alojamiento desde el día de asalto, los Generales que estaban presos en un departamento del mismo palacio, solicitaron hablarle y le suplicaron que les permitiera la entrada de algunas personas de su familia, con quienes deseaban comunicarse, así como la de sacerdotes católicos  y notarios, porque tenían  que hacer algunas disposiciones y le suplicaron les dijera de cuanto tiempo podían disponer para hacer sus arreglos. El General Porfirio Díaz Mori, les contestó que podían tranquilamente ejecutar cuando quisieran hasta las tres de la tarde..  Cuando esto pasaba serían las ocho y media de la mañana.  Además ordenó enseguida que se les pasara utiles de escritura, papel sellado de todas clases y que se les aumentara algunas piezas más, para que pudieran separarse sucesivamente en compañía de los sacerdotes que concurrieran a su llamamiento.  Como se darán cuenta el General Díaz era un hombre cabal, justo, de buenos sentimientos, todo un caballero, pero las circunstancias, el tiempo de guerra, lo obligaron a tomar decisiones que no siempre le parecian bien  a todos, pero eran  necesarias para conservar la paz en nuestro territorio.

Los prisioneros pasaron el tiempo hasta las tres de la tarde en confesarse y hacer sus disposiciones testamentaria, mientras el General díaz se dedicaba a sus multiples ocupaciones.

Como a las tres y media de la tarde, fue a decirles que tomaran sus sombreros y salieron con él. Los condujo personalmente y sin más escolta que sus ayudantes; al Palacio Episcopal donde estaban los prisioneros de Coronel a Subteniente que serían como 500  y donde estaban también los obispos a quienes había notificado de prisión.

Una vez estando allí y estando todos juntos, les manifestó que según las Leyes vigente todos estaban sujetos a la pena de muerte; pero que tratandose de un número tan grande, le parecía que el Gobierno, cuando tuviera conocimiento del caso haría alguna concesión, y que para eso era necesario conservarlos en prisión muy rigurosa, y él que acababa de sufrirla, sabía cuan penosa era, y quería evitarles ese sufrimiento si se comprometían  bajo su firma a presentarsele cuando él los llamara por la prensa si así se lo exigía el Gobierno; que procedía él así para no privarlos de su libertad y por la gran confianza que tenía en la victoria de la República, aún en el caso de que éllos fueran desleales a sus compromisos.  Todos contestaron conmovidos que se sometian y comenzaron a firmar el documento de compromiso que les hizo leer en voz alta, quedando en libertad según iban firmando.

El General Tamariz le manifestó siempre al General Díaz (he aquí un hombre agradecido, como ya casi no existen) mucho agradecimiento por su comportamiento con él y los demás prisioneros, y cuando el General Díaz tenía que pasar por Puebla se esforzaba por demostrarselo.

El General en Jefe de la Línea de Oriente, hizo extensiva la orden de poner en libertad el mismo día 4 a todos los prisioneros que conservaba de las batallas de Miahuatlán, La Carbonera, Toma de Oaxaca y Asalto de Puebla, que los extranjeros que quisieran residir en el país quedan sujetos a las mismas condiciones, y los que deseaban salir de la República podrían hacerlo libremente. E informó al Ministro de Guerra la rendición de los Fuertes, sin derramamiento de sangre.


Proximo capítulo: DON VIDAL ESCAMILLA, SAN DIEGO NOTARIO y SAN LORENZO

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