lunes, enero 04, 2016

Porfirio Diaz el heroe olvidado capitulo XIII

P U E B L A
5 DE MAYO DE 1862.

El 29 de abril, día siguiente en la acción de Acultzingo, se ordenó la marcha rumbo a Puebla donde llegaron el 3 de mayo, y ese mismo día llegó el enemigo a Amozoc, pues marchaban con diferencia de una jornada, luego que llegaron a Puebla, el General en Jefe ordenó que las tropas del General José M. Arteaga, que por haber sido herido gravemente en las Cumbres, ahora las mandaba el General Negrete, ocuparan los Cerros de Loreto y Guadalupe, que el General Santiago Tapía con las fuerzas de Puebla, ocupara el perimetro interior de la ciudad que estaba fortificado pasajeramente y artillado, y dejando como columnas maniobreras la Brigada del General Díaz, la del General Berriozabal, la del General Lamadrid y la Caballería que mandaba el Coronel Antonio Alvarez, formados de los regimientos carabineros a caballo, lanceros de Oaxaca, lanceros de Toluca y escuadrón trujano, mandados respectivamente por los Coroneles Alvarez y Felix Díaz, General Contreras y el Mayor Casimiro Ramírez.


El 3 de mayo en  la noche el General Ignacio Zaragoza, reunió a los Generales y demás Jefes, para manifestarles que estaban en desventaja en armamento y preparación a los elementos y les pidió que al menos si no se obtenía la victoria, que se luchara con todas las fuerzas para expulsar de territorio mexicanao al invasor hasta el sacrificio, o al menos se consiguiera causar muchas bajas y consumo de sus materiales, para que el Gobierno de la Nación tuviera más tiempo para preparar la defensa del país, Todos contestaron afirmativamente y es que en verdad estos militares amaban a México con todo el corazón.

La noche del 3 y todo el día 4 se emplearon en hacer trabajos de zapa (trabajos ocultos y solapados para conseguir algún fin) en los dos cerros y en perfeccionar la fortificación del perimetro interior.

El día 4 formaron las cuatro columnas maniobreras, incluso la caballería en la plaza de San José, en espera del ejército invasor. A medio día el Cuartel General supo por las fuerzas mexicanas ligeras que venían a la vanguardia del enemigo, que éste no se movía de Amozoc, por lo que volvieron a sus cuarteles con orden de formarse de nuevo en el mismo lugar, en el momento en que se disparara un tiro de cañón en el Fuerte de Guadalupe.

A las 2 de la madrugada llegó el Teniente Coronel Joaquín Rivero ayudante del Cuartel General, a darle instrucciones al General Díaz, como su columna había pernoctado con armas en la plazuela que estaba frente a su cuartel, inmediatamente la puso en pie y siguieron a Rivero, quien los condujo a la ladrillera de Azcárate, que es el último edificio de la ciudad sobre el camino de Amozoc, diciéndole que era el punto donde debía resistir el ataque que por ese lado de la ciudad daría probablemente el enemigo.  Pocos momentos despues llegó la  Brigada del General Berriozabal conducida a su vez por otro ayudante, y fue situada a la izquierda de la del General Díaz, la del General de Lamadrid fue colocada a la izquierda de la de Berriozabal y la del General Alvarez, fue colocada a la derecha de Díaz.

Como El General Díaz fue el primero en ocupar aquel lugar, supuso que el enemigo estaba cerca, destacó inmediatamente una cadena de tiradores a su vanguardia y colocó el núcleo de su fuerza en columnas paralelas por batallones. Según fueron llegando las otras brigadas fueron tomando la misma formación probablemente porque la consideraron adecuadas a las circunstancias o porque supusieron que eran ordenes del Cuartel General.

Cuando ya estaba casi por amanecer llegó el General Ignacio Zaragoza con su Estado Mayor, visitó sucesivamente las columnas, dirigió palabras de aliento a los soldados y dió algunas instrucciones, entre otras que la artillería que acababa de llegar fuera distribuida en las columnas, correspondiendo a la del General Díaz dos obuses de batalla calibre 12 cuya sección mandaba el SubTeniente Cortés y Frías, y que todas las columnas retiraran sus respectivas cadenas y sostén de tiradores formando una cadena general que cubriera el frente de todas con el batallón Rifleros de San Luis.

El Batallón del General Porfirio Díaz estaban mandados, el primero por el Teniente Coronel Alejandro Espinosa, el segundo por el Teniente Coronel Francisco Loaeza, el Batallón Morelos por el Teniente Coronel Rafael Ballesteros, el Batallón Guerrero por el Teniente Coronel Mariano Jiménez, el de Independecia por el Teniente Coronel Pedro Gallegos, y Lanceros de Oaxaca por el Teniente Coronel Felix Díaz, los batallones 1o. y 2o. eran los restos del incedio de San Andrés Chalchicomula y llegarían a 100 hombres entre los dos.

Así permanecieron hasta cerca de las 9 de la mañana que comenzaron a ver brillar las armas en la cumbre del cerro de Las Navajas, ubicado cerca de la Hacienda de Los Alamos. Esto es lo que éllos veían, pues el General en Jefe tenía a cada momento noticias de todos los movimientos  y avances del enemigo. Más tarde el polvo, el brillo de las armas, el humo de los disparos, les indicó que el Coronel de Caballería  Don Pedro Martínez, venía en retirada tiroteándo la cabeza de la columna del invasor, Momentos después apareció la cabeza de dicha columna y los tiradores que correspondian a los fuegos de Martínez, siguieron el camino que conduce de los Alamos a la Hacienda de la Manzanilla, con la intención  al parecer de rodear la ciudad más bien que de atacarla por su frente, pues habían dejado la carretera que condue de Amozoc a Puebla, y  mandado una columna de Infantería de Marina y Cazadores de Vincennes, apoyado por un escuadrón de Cazadores de Africa, que hizo parada en la garita de Peaje. El General en Jefe interpretó esta maniobra del enemigo como intención de atacar los cerros antes que la ciudad, y así fue en efecto, porque después de un alto de 15 o 20 minutos que hizo la columna enemiga, se formó en batalla con el frente hacía los cerros, estableció sus baterias, rompió  sus fuegos de cañón sobre los cerros de Guadalupe y Loreto,  tomando el primero como el principal punto y despues destacó una fuerte columna de infantería que al parecer se dirigía, no al cerro de Guadalupe, sino al espacio que separa a los dos cerros. Las Brigadas de Berriozabal y Lamadrid subieron al trote para reforzar los cerros, los fuegos de la artillería de las tropas del Gobierno Mexicano, hacían muy poco daño a la columna del enemigo que ascendía sobre los cerros, porque no estaban a su alcance ya que sus cañones eran notablemente inferiores a los de los franceses, que podian batirlos desde el llano, y despues, porque en el ascenso seguian las ondulaciones del terreno que casi no dejaban verla.

Pero cuando llegaron a la meseta superior recibieron de improviso todo el fuego de fusilería de la Brigada de Berriozabal y los fuegos de la artillería de los dos Fuertes de Loreto y Guadalupe, que hasta entonces comenzaron a ser eficaces, porque comenzó el enemigo a ser visible y que en su mayor parte aprovecharon a metralla.  Este fuego fue resistido muy poco por la columna francesa y en el acto determinó sus desorganización y retroceso.  En ese momento el Batallón fijo de Veracruz, maniobró al trote para batir a la columna invasora por su costado derecho, movimiento que imitaron los valesoros indios de Tetela y Zacapoaxtla, y el General Antonio Alvarez, salió con su pequeña columna de caballería intentando una carga sobre el enemigo que se retiraba.  El General Laurence, que desde sus baterias vió el retroceso de su columna, hizo salir al trote a otra que venía en pos de la primera y que había hecho alto manteniendose como reserva.   Esto ocasionó que las tropas liberales volvieran rapidamente a sus puestos y que la caballería casi no llegara a tocar la columna en fuga, porque una vez en las ondulaciones del terreno que la cubrian de la artillería, hizo alto la columna derrotada y resistió a sus perseguidores animada con el auxilio que ya tenía muy cerca. Fue mucho más vigoroso el segundo ataque ejecutado tanto por la columna que primero había sido rechazada como por la que fue en su auxilio, ambas entraron de frente al Cerro de Guadalupe y a la Capilla de la Resurrección que tenía una fortificación pasajera ocupada por el batallón de Zapadores a las ordenes del General de Lamadrid, con tanto valor que llegaron a pasar los fosos de la Resurrección y los de Guadalupe, y formando columnas unos soldados sobre los hombros de los otros, pretendián escalar las trincheras de Guadalupe. En esos momentos la Infantería que defendía el Fuerte de Guadalupe, que consistía en un batallón de Michoacán, que apenas tendría uno o dos meses de reclutado, no obstante que estaba mandado por un Jefe notable del ejército, el Coronel Arratia, abandonó las trincheras y se replegó corriendo en desorden dentro del templo que antes coronaba el cerro de Guadalupe, quedando en las trincheras solo los pelotones que servían los cañones, y que pertenecían a la artillería permanente de Veracrucruz.

El Fuerte habría sido tomado si no hubiera sido por algunas maniobras que practicaron las fuerzas de Berrioabal, para batir por el costado derecho a los asaltantes y por el movimiento que hizo el batallón Reforma de San Luis, por el oriente  del mismo Fuerte para batir a pecho descubierto a los asantantes, que ocupaban el foso y verma del Fuerte de Guadalupe.

Aprovechándose el Coronel Arratia de esta circunstancia, dijo a los soldados del Batallón de Morelia que estaban desmoralizados y se habían refugiado en la iglesia de Guadalupe, de donde no los había podido sacar sin embargo al escuchar que había matado a tres con su espada que el enemigo huía, como lo demostraba el hecho de que los perseguía el Batallón Reforma de San Luis. Esto reanimó a los soldados y los hizo salir de la iglesia y coronar de nuevo las trincheras que poco antes habían abandonado, haciendo un vivo fuego en los momentos en que las compañías del Batallón Reforma de San Luis, por la derecha y los Batallones 3o. de Toluca y fijo de Veracruz por la izquierda, rompían los suyos  a pecho descubierto y a cortisima distancia. Los franceses que habían llegado al foso y verma de la fortificación pretendiéndo escalar las trincheras agarrandose de las bocas de los cañones. El General Zaragoza que disponía de poco armamento, había ordenado que las armas portatiles de los artilleros se distribuyeran entre la infantería, creyendo que los artilleros estaban bantante armados con sus piezas. Por este motivo los artilleros no podían rechazar el asalto de los franceses, sino usando  de sus escobillones y palancas de maniobras.

El hecho de que el Batallón de Arratia, volviera a tomar  rápidamente las trincheras que habían abandonado y el fuego nutrido que inició, determinó no sólo la derrota, sino la fuga más que de prisa del enemigo y decidió la suerte  de la batalla.

Al mandar el General Laurencez la segunda columna en auxilio de la primera, movió también la infantería de marina, cazadores de Africa y excazadores de Vincennes, que habían quedado en la garita de peaje, y esta venía sobre el llano y plantio de cebada, atacando directamente las posiciones que el bizarro General Porfirio díaz ocupaba al oriente de la ciudad sobre la carretera. El ataque que sostenía en el llano era pues simultáneo con el segundo del cerro.  Cuando el enemigo estuvo muy cerca,  y los disparos de su cadena de tiradores hacian graves perjuicios, no solo  a la cadena de tiradores que como se ha dicho antes, formaba al frente el Batallón de Rifleros de San Luis, sino a las columnas mismas, Díaz mandó retirar al trote y por los flancos a dicho batallón, e hizo avanzar también al trote al Batallón Guerrero en columna mandado por el Teniente Coronel Mariano Jímenez y movió en pos de él a los dos obuses y a toda su fuerza, incluso el Batallón de Rifleros de San Luis, que se reorganizaba a su espalda. El Batallón Guerrero retrocedió al fuego nutrido de la columna del enemigo cuando este a su vez recogió su cadena de tiradores que era de zuavos.

Al sentir el fuego de todo el núcleo de su columna y el de sus dos obuses, el enemigo volvió caras muy pocos momentos antes de que fueran rechazados los que atacaban el cerro. En esos momentos ordenó el General Díaz a su hermano Felix, que cargara al sable y lo hizo con brio causando mucho destrozo a los franceses; pero encontrandose en la carga una zanja que no podía pasar la caballería y si la infantería ésta se reanimó y a su vez  rechazó a la caballería. Como la derrota que les dió el General Díaz era por la falda del cerro, y no por donde ellos habían venido, en su fuga se juntaron con los prófugos del cerro, haciendo una fuerte masa que ya le oponía una resistencia muy seria. Sinembargo seguía avanzando, mientras éllos retrocedían y acercándoles mucho más tiradores y nutriéndo en cuanto era posible el fuego de sus cañones que lo hacian ganando terreno.

A su izquierda sobre el cerro estaba formado en columna el Batallón de Zapadores que mandaba el Coronel Miguel Balcazar, que acababa de hacer la defensa de la capilla de la Resurrección, le previno mediante un ayudante, que hiciera un movimiento de avance en relación con la columna de él por el costado izuierdo; le contestó que no estaba a sus ordenes, pero que lo haría si le ofrecía tomar la responsabilidad de su conducta, habiendole contestado afirmativamente, ejecutó fielmente las instrucciones. Este fue el único auxilio que tuvo de los cerros.  Cuando el General Díaz había avanzado en persecución del enemigo más allá del alcance de los cañones de Guadalupe, recibió una orden del General en Jefe que suspendiera la persecución, contestó que no y que despues explicaria sus motivos, pero en seguida se le presentó el Jefe del Estado Mayor, intimidandole que de no acatar la orden tendría que responder ante un Tribunal de Guerra.  Pero el General Díaz no se acobardó y le manifestó lo siguiente: que el enemigo ya reorganizado marchaba en retroceso y que si él suspendía el simulacro de avance, no solamente suspendería el enemigo su marcha de retirada, sino que avanzaría sobre él, y su columna era muy pequeña y estaban ya muy lejos del Fuerte para poder ser auxiliados con oportunidad, también le hizo notar que pronto oscurecería y que cuando entrara la noche podría hacer el movimiento de retroceso con menor peligro, dejando allí una cadena de tiradores que vigilara al invasor. El Coronel Colombres, hombre inteligente, estimó justas las observaciones y le dijo que aunque eran otras las ordenes, siguiera con su estrategía y que el comunicaría al General en Jefe su decisión. Ejecutada su retirada hasta su antigua posición en la Ladrillera de Azcárate, el General Díaz, se presentó ante el General Ignacio Zaragoza,  en el interior de la Capilla de los Remedios y le explicó las razones de sus movimientos, éste aprobó todo lo que había ejecutado este insigne militar y lo felicitó por su ejecución durante esta batalla tan importante.

Este combate fue tan reñido que el batallón que comandaba el General Díaz, que era el 2o. de Oaxaca, perdió al Abanderado, SubTeniente, Don Manuel González, muerto éste tomó la Bandera Mexicana el Capitán Don Manuel Varela que cayó muerto también, pocos momentos despues, entonces la tomó el Capitán Don Crisóforo Canseco, quien por atender a su Compañía tuvo que entregarla al SubTeniente Don Domíngo Loaeza, en cuyas manos continuó hasta el fin del combate, fue tan dura la refriega, que la Bandera recibió cinco balazos en el paño y uno en su asta, dicho lienzo patrio estuvo en la sala de armas del Sr. Presidente de la República, como un recuerdo muy grato y honroso.

Este enorme triunfo obtenido sin lugar a dudas por verdaderos hombres mexicanos que lucharon con valor, con pundonor, con entrega, en esta memorable Batalla del 5 de Mayo de 1862, fue tan inesperado que sorprendió a todos y les parecía un sueño haber derrotado al temible Ejercito Frances. como dijera el Generalísimo Don Ignacio Zaragoza "Las Armas Nacionales, se han cubierto de Gloria".

La victoria obtenida en esta inolvidable batalla fue muy importante,  pero la invasión francesa no termino ahí, en marzo del año siguiente regresaron reagrupados y recargados, con el propósito de imponer un Imperio en nuestro país.


Proximo capitulo:  ORIZABA Y EL BORREGO y SITIO DE PUEBLA

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