P U E B L A
5 DE MAYO DE 1862.
El 29 de abril, día siguiente en la acción de Acultzingo, se ordenó la
marcha rumbo a Puebla donde llegaron el 3 de mayo, y ese mismo día llegó el
enemigo a Amozoc, pues marchaban con diferencia de una jornada, luego que
llegaron a Puebla, el General en Jefe ordenó que las tropas del General José M.
Arteaga, que por haber sido herido gravemente en las Cumbres, ahora las mandaba
el General Negrete, ocuparan los Cerros de Loreto y Guadalupe, que el General
Santiago Tapía con las fuerzas de Puebla, ocupara el perimetro interior de la
ciudad que estaba fortificado pasajeramente y artillado, y dejando como
columnas maniobreras la Brigada del General Díaz, la del General Berriozabal,
la del General Lamadrid y la Caballería que mandaba el Coronel Antonio Alvarez,
formados de los regimientos carabineros a caballo, lanceros de Oaxaca, lanceros
de Toluca y escuadrón trujano, mandados respectivamente por los Coroneles
Alvarez y Felix Díaz, General Contreras y el Mayor Casimiro Ramírez.
El 3 de mayo en la noche el
General Ignacio Zaragoza, reunió a los Generales y demás Jefes, para
manifestarles que estaban en desventaja en armamento y preparación a los
elementos y les pidió que al menos si no se obtenía la victoria, que se luchara
con todas las fuerzas para expulsar de territorio mexicanao al invasor hasta el
sacrificio, o al menos se consiguiera causar muchas bajas y consumo de sus
materiales, para que el Gobierno de la Nación tuviera más tiempo para preparar
la defensa del país, Todos contestaron afirmativamente y es que en verdad estos
militares amaban a México con todo el corazón.
La noche del 3 y todo el día 4 se
emplearon en hacer trabajos de zapa (trabajos ocultos y solapados para
conseguir algún fin) en los dos cerros y en perfeccionar la fortificación del
perimetro interior.
El día 4 formaron las cuatro
columnas maniobreras, incluso la caballería en la plaza de San José, en espera
del ejército invasor. A medio día el Cuartel General supo por las fuerzas
mexicanas ligeras que venían a la vanguardia del enemigo, que éste no se movía
de Amozoc, por lo que volvieron a sus cuarteles con orden de formarse de nuevo
en el mismo lugar, en el momento en que se disparara un tiro de cañón en el
Fuerte de Guadalupe.
A las 2 de la madrugada llegó el
Teniente Coronel Joaquín Rivero ayudante del Cuartel General, a darle
instrucciones al General Díaz, como su columna había pernoctado con armas en la
plazuela que estaba frente a su cuartel, inmediatamente la puso en pie y
siguieron a Rivero, quien los condujo a la ladrillera de Azcárate, que es el
último edificio de la ciudad sobre el camino de Amozoc, diciéndole que era el
punto donde debía resistir el ataque que por ese lado de la ciudad daría
probablemente el enemigo. Pocos momentos despues llegó la Brigada del
General Berriozabal conducida a su vez por otro ayudante, y fue situada a la
izquierda de la del General Díaz, la del General de Lamadrid fue colocada a la
izquierda de la de Berriozabal y la del General Alvarez, fue colocada a la
derecha de Díaz.
Como El General Díaz fue el primero
en ocupar aquel lugar, supuso que el enemigo estaba cerca, destacó
inmediatamente una cadena de tiradores a su vanguardia y colocó el núcleo de su
fuerza en columnas paralelas por batallones. Según fueron llegando las otras
brigadas fueron tomando la misma formación probablemente porque la consideraron
adecuadas a las circunstancias o porque supusieron que eran ordenes del Cuartel
General.
Cuando ya estaba casi por amanecer
llegó el General Ignacio Zaragoza con su Estado Mayor, visitó sucesivamente las
columnas, dirigió palabras de aliento a los soldados y dió algunas
instrucciones, entre otras que la artillería que acababa de llegar fuera
distribuida en las columnas, correspondiendo a la del General Díaz dos obuses
de batalla calibre 12 cuya sección mandaba el SubTeniente Cortés y Frías, y que
todas las columnas retiraran sus respectivas cadenas y sostén de tiradores
formando una cadena general que cubriera el frente de todas con el batallón
Rifleros de San Luis.
El Batallón del General Porfirio
Díaz estaban mandados, el primero por el Teniente Coronel Alejandro Espinosa,
el segundo por el Teniente Coronel Francisco Loaeza, el Batallón Morelos por el
Teniente Coronel Rafael Ballesteros, el Batallón Guerrero por el Teniente
Coronel Mariano Jiménez, el de Independecia por el Teniente Coronel Pedro
Gallegos, y Lanceros de Oaxaca por el Teniente Coronel Felix Díaz, los
batallones 1o. y 2o. eran los restos del incedio de San Andrés Chalchicomula y
llegarían a 100 hombres entre los dos.
Así permanecieron hasta cerca de
las 9 de la mañana que comenzaron a ver brillar las armas en la cumbre del
cerro de Las Navajas, ubicado cerca de la Hacienda de Los Alamos. Esto es lo
que éllos veían, pues el General en Jefe tenía a cada momento noticias de todos
los movimientos y avances del enemigo. Más tarde el polvo, el brillo de
las armas, el humo de los disparos, les indicó que el Coronel de Caballería
Don Pedro Martínez, venía en retirada tiroteándo la cabeza de la columna
del invasor, Momentos después apareció la cabeza de dicha columna y los
tiradores que correspondian a los fuegos de Martínez, siguieron el camino que
conduce de los Alamos a la Hacienda de la Manzanilla, con la intención al
parecer de rodear la ciudad más bien que de atacarla por su frente, pues habían
dejado la carretera que condue de Amozoc a Puebla, y mandado una columna
de Infantería de Marina y Cazadores de Vincennes, apoyado por un escuadrón de
Cazadores de Africa, que hizo parada en la garita de Peaje. El General en Jefe
interpretó esta maniobra del enemigo como intención de atacar los cerros antes
que la ciudad, y así fue en efecto, porque después de un alto de 15 o 20
minutos que hizo la columna enemiga, se formó en batalla con el frente hacía
los cerros, estableció sus baterias, rompió sus fuegos de cañón sobre los
cerros de Guadalupe y Loreto, tomando el primero como el principal punto
y despues destacó una fuerte columna de infantería que al parecer se dirigía,
no al cerro de Guadalupe, sino al espacio que separa a los dos cerros. Las
Brigadas de Berriozabal y Lamadrid subieron al trote para reforzar los cerros,
los fuegos de la artillería de las tropas del Gobierno Mexicano, hacían muy
poco daño a la columna del enemigo que ascendía sobre los cerros, porque no
estaban a su alcance ya que sus cañones eran notablemente inferiores a los de
los franceses, que podian batirlos desde el llano, y despues, porque en el
ascenso seguian las ondulaciones del terreno que casi no dejaban verla.
Pero cuando llegaron a la meseta
superior recibieron de improviso todo el fuego de fusilería de la Brigada de
Berriozabal y los fuegos de la artillería de los dos Fuertes de Loreto y
Guadalupe, que hasta entonces comenzaron a ser eficaces, porque comenzó el
enemigo a ser visible y que en su mayor parte aprovecharon a metralla.
Este fuego fue resistido muy poco por la columna francesa y en el acto
determinó sus desorganización y retroceso. En ese momento el Batallón
fijo de Veracruz, maniobró al trote para batir a la columna invasora por su
costado derecho, movimiento que imitaron los valesoros indios de Tetela y
Zacapoaxtla, y el General Antonio Alvarez, salió con su pequeña columna de
caballería intentando una carga sobre el enemigo que se retiraba. El General
Laurence, que desde sus baterias vió el retroceso de su columna, hizo salir al
trote a otra que venía en pos de la primera y que había hecho alto
manteniendose como reserva. Esto ocasionó que las tropas liberales
volvieran rapidamente a sus puestos y que la caballería casi no llegara a tocar
la columna en fuga, porque una vez en las ondulaciones del terreno que la
cubrian de la artillería, hizo alto la columna derrotada y resistió a sus
perseguidores animada con el auxilio que ya tenía muy cerca. Fue mucho más
vigoroso el segundo ataque ejecutado tanto por la columna que primero había
sido rechazada como por la que fue en su auxilio, ambas entraron de frente al
Cerro de Guadalupe y a la Capilla de la Resurrección que tenía una
fortificación pasajera ocupada por el batallón de Zapadores a las ordenes del
General de Lamadrid, con tanto valor que llegaron a pasar los fosos de la
Resurrección y los de Guadalupe, y formando columnas unos soldados sobre los
hombros de los otros, pretendián escalar las trincheras de Guadalupe. En esos
momentos la Infantería que defendía el Fuerte de Guadalupe, que consistía en un
batallón de Michoacán, que apenas tendría uno o dos meses de reclutado, no
obstante que estaba mandado por un Jefe notable del ejército, el Coronel
Arratia, abandonó las trincheras y se replegó corriendo en desorden dentro del
templo que antes coronaba el cerro de Guadalupe, quedando en las trincheras
solo los pelotones que servían los cañones, y que pertenecían a la artillería
permanente de Veracrucruz.
El Fuerte habría sido tomado si no
hubiera sido por algunas maniobras que practicaron las fuerzas de Berrioabal,
para batir por el costado derecho a los asaltantes y por el movimiento que hizo
el batallón Reforma de San Luis, por el oriente del mismo Fuerte para
batir a pecho descubierto a los asantantes, que ocupaban el foso y verma del
Fuerte de Guadalupe.
Aprovechándose el Coronel Arratia
de esta circunstancia, dijo a los soldados del Batallón de Morelia que estaban
desmoralizados y se habían refugiado en la iglesia de Guadalupe, de donde no
los había podido sacar sin embargo al escuchar que había matado a tres con su
espada que el enemigo huía, como lo demostraba el hecho de que los perseguía el
Batallón Reforma de San Luis. Esto reanimó a los soldados y los hizo salir de
la iglesia y coronar de nuevo las trincheras que poco antes habían abandonado,
haciendo un vivo fuego en los momentos en que las compañías del Batallón
Reforma de San Luis, por la derecha y los Batallones 3o. de Toluca y fijo de Veracruz
por la izquierda, rompían los suyos a pecho descubierto y a cortisima
distancia. Los franceses que habían llegado al foso y verma de la fortificación
pretendiéndo escalar las trincheras agarrandose de las bocas de los cañones. El
General Zaragoza que disponía de poco armamento, había ordenado que las armas
portatiles de los artilleros se distribuyeran entre la infantería, creyendo que
los artilleros estaban bantante armados con sus piezas. Por este motivo los
artilleros no podían rechazar el asalto de los franceses, sino usando de
sus escobillones y palancas de maniobras.
El hecho de que el Batallón de
Arratia, volviera a tomar rápidamente las trincheras que habían
abandonado y el fuego nutrido que inició, determinó no sólo la derrota, sino la
fuga más que de prisa del enemigo y decidió la suerte de la batalla.
Al mandar el General Laurencez la
segunda columna en auxilio de la primera, movió también la infantería de
marina, cazadores de Africa y excazadores de Vincennes, que habían quedado en la
garita de peaje, y esta venía sobre el llano y plantio de cebada, atacando
directamente las posiciones que el bizarro General Porfirio díaz ocupaba al
oriente de la ciudad sobre la carretera. El ataque que sostenía en el llano era
pues simultáneo con el segundo del cerro. Cuando el enemigo estuvo muy
cerca, y los disparos de su cadena de tiradores hacian graves perjuicios,
no solo a la cadena de tiradores que como se ha dicho antes, formaba al
frente el Batallón de Rifleros de San Luis, sino a las columnas mismas, Díaz
mandó retirar al trote y por los flancos a dicho batallón, e hizo avanzar
también al trote al Batallón Guerrero en columna mandado por el Teniente
Coronel Mariano Jímenez y movió en pos de él a los dos obuses y a toda su
fuerza, incluso el Batallón de Rifleros de San Luis, que se reorganizaba a su
espalda. El Batallón Guerrero retrocedió al fuego nutrido de la columna del
enemigo cuando este a su vez recogió su cadena de tiradores que era de zuavos.
Al sentir el fuego de todo el
núcleo de su columna y el de sus dos obuses, el enemigo volvió caras muy pocos
momentos antes de que fueran rechazados los que atacaban el cerro. En esos
momentos ordenó el General Díaz a su hermano Felix, que cargara al sable y lo
hizo con brio causando mucho destrozo a los franceses; pero encontrandose en la
carga una zanja que no podía pasar la caballería y si la infantería ésta se
reanimó y a su vez rechazó a la caballería. Como la derrota que les dió
el General Díaz era por la falda del cerro, y no por donde ellos habían venido,
en su fuga se juntaron con los prófugos del cerro, haciendo una fuerte masa que
ya le oponía una resistencia muy seria. Sinembargo seguía avanzando, mientras
éllos retrocedían y acercándoles mucho más tiradores y nutriéndo en cuanto era
posible el fuego de sus cañones que lo hacian ganando terreno.
A su izquierda sobre el cerro
estaba formado en columna el Batallón de Zapadores que mandaba el Coronel
Miguel Balcazar, que acababa de hacer la defensa de la capilla de la
Resurrección, le previno mediante un ayudante, que hiciera un movimiento de
avance en relación con la columna de él por el costado izuierdo; le contestó
que no estaba a sus ordenes, pero que lo haría si le ofrecía tomar la
responsabilidad de su conducta, habiendole contestado afirmativamente, ejecutó
fielmente las instrucciones. Este fue el único auxilio que tuvo de los cerros.
Cuando el General Díaz había avanzado en persecución del enemigo más allá
del alcance de los cañones de Guadalupe, recibió una orden del General en Jefe
que suspendiera la persecución, contestó que no y que despues explicaria sus
motivos, pero en seguida se le presentó el Jefe del Estado Mayor, intimidandole
que de no acatar la orden tendría que responder ante un Tribunal de Guerra.
Pero el General Díaz no se acobardó y le manifestó lo siguiente: que el
enemigo ya reorganizado marchaba en retroceso y que si él suspendía el
simulacro de avance, no solamente suspendería el enemigo su marcha de retirada,
sino que avanzaría sobre él, y su columna era muy pequeña y estaban ya muy
lejos del Fuerte para poder ser auxiliados con oportunidad, también le hizo
notar que pronto oscurecería y que cuando entrara la noche podría hacer el
movimiento de retroceso con menor peligro, dejando allí una cadena de tiradores
que vigilara al invasor. El Coronel Colombres, hombre inteligente, estimó
justas las observaciones y le dijo que aunque eran otras las ordenes, siguiera
con su estrategía y que el comunicaría al General en Jefe su decisión.
Ejecutada su retirada hasta su antigua posición en la Ladrillera de Azcárate,
el General Díaz, se presentó ante el General Ignacio Zaragoza, en el
interior de la Capilla de los Remedios y le explicó las razones de sus
movimientos, éste aprobó todo lo que había ejecutado este insigne militar y lo
felicitó por su ejecución durante esta batalla tan importante.
Este combate fue tan reñido que el
batallón que comandaba el General Díaz, que era el 2o. de Oaxaca, perdió al
Abanderado, SubTeniente, Don Manuel González, muerto éste tomó la Bandera
Mexicana el Capitán Don Manuel Varela que cayó muerto también, pocos momentos
despues, entonces la tomó el Capitán Don Crisóforo Canseco, quien por atender a
su Compañía tuvo que entregarla al SubTeniente Don Domíngo Loaeza, en cuyas
manos continuó hasta el fin del combate, fue tan dura la refriega, que la
Bandera recibió cinco balazos en el paño y uno en su asta, dicho lienzo patrio
estuvo en la sala de armas del Sr. Presidente de la República, como un recuerdo
muy grato y honroso.
Este enorme triunfo obtenido sin
lugar a dudas por verdaderos hombres mexicanos que lucharon con valor, con
pundonor, con entrega, en esta memorable Batalla del 5 de Mayo de 1862, fue tan
inesperado que sorprendió a todos y les parecía un sueño haber derrotado al
temible Ejercito Frances. como dijera el Generalísimo Don Ignacio Zaragoza
"Las Armas Nacionales, se han cubierto de Gloria".
La victoria obtenida en esta
inolvidable batalla fue muy importante, pero la invasión francesa no
termino ahí, en marzo del año siguiente regresaron reagrupados y recargados,
con el propósito de imponer un Imperio en nuestro país.
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